Con un plumazo, el gobierno de Javier Milei eliminó una norma que estaba vigente desde la era del telégrafo: el Decreto 3755 de 1935, que regulaba cómo debían tipificarse, empacarse y controlarse las hortalizas frescas destinadas a la exportación. La medida fue oficializada el 12 de mayo en el Boletín Oficial, bajo el flamante Decreto 312/2025.
El encargado de dar la noticia fue el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, quien no dudó en marcar el tono: "Literalmente dejamos de molestar al productor."
Hasta ahora, el Senasa se encargaba de supervisar tres grandes aspectos de los productos vegetales que salían del país:
- La calidad del producto final
- El proceso productivo
- Y, por supuesto, la sanidad
A partir de esta desregulación, el organismo solo se enfocará en el control sanitario, es decir, que no haya plagas, infecciones ni riesgos para el comercio internacional. Todo lo demás, cómo se cultiva, se selecciona o se embala una hortaliza, queda en manos del productor.
“El Senasa tenía que hacer de todo, hasta de comisario. Pero la calidad del producto ya la define el mercado, no el burócrata”, resumió una fuente del Ejecutivo. Y Sturzenegger fue más directo aún: “Nos despeja el camino para emitir esta semana una serie de resoluciones que desregulan totalmente la producción de hortalizas.”
Adiós a un decreto que sobrevivió casi un siglo
La norma de 1935 exigía, entre otras cosas, condiciones específicas para el embalaje, el etiquetado y la habilitación de plantas de origen. Para el gobierno actual, esas reglas estaban “fuera de época” y entorpecían la competitividad del sector hortícola, sobre todo en las economías regionales.
Desde el entorno presidencial aseguran que esta movida es solo el primer paso: en los próximos meses avanzarán sobre otras regulaciones del sector agroalimentario con la misma lógica.
Desde algunos sectores productivos hay entusiasmo: sostienen que esto acelera los tiempos y elimina “trabas absurdas”. Otros, en cambio, advierten que quitar controles en el proceso productivo puede abrir la puerta a problemas de trazabilidad o pérdida de estándares internacionales.