En una ciudad donde los inviernos duelen y los vientos no perdonan, una joven aprendió a vivir del deseo ajeno. No vende humo ni promesas: ofrece objetos concretos, fotos exactas, prendas íntimas. Gioconda Lusa es neuquina, tiene poco más de 25 años y encontró en los rincones más insólitos de la economía digital un sustento real. Vende fotos de sus pies y bombachas usadas por OnlyFans. Lo hace sin vergüenza ni estridencia. Desde su departamento en Neuquén capital construyó un trabajo peculiar que mezcla lo sensual, lo fetichista y lo empresarial. Y detrás de ese negocio hay una historia tan honesta como inesperada.
Nada en su historia parece haber sido planificado. Según relató en una videollamada con Infobae, todo comenzó durante la pandemia. El encierro, el aburrimiento, y un mensaje directo a su cuenta de Instagram: un desconocido le pidió una foto de sus pies. Ella accedió. “Empezó como un juego. Algo divertido, no me pareció algo tan raro”, contó.
Ese mensaje fue la primera ficha de dominó. Le siguieron otros. Así fue como una joven que estudiaba ingeniería industrial, hacía malabares en plazas y subía fotos al sol, se convirtió en una figura del submundo fetichista digital. “Me dicen que mis pies son especiales para esto porque son largos, calzo 40, y con dedos finos y armónicos”, explicó, entre risas, desde su casa neuquina.
De la rareza a la rutina
Gioconda no oculta nada. Tiene dos cuentas en OnlyFans —una gratuita y otra paga—, y cerca de 20 suscriptores estables. “Con eso me alcanza para vivir tranquila. Pago la luz, el gas, y los servicios con esta actividad”, confesó. No hay tapujos ni vergüenza, pero sí claridad sobre sus límites y su rol. “Lo que más me divierte es cuando se puede jugar con las fantasías. El fetiche de los pies, o me piden cosas locas”, dice.
Algunos le solicitan que les muestre el cajón de su ropa interior. Otros, que los pise. Incluso, que los humille. Lusa lo asume con naturalidad: “Está muy conectado, muchos clientes se erotizan con los olores o con el contacto. Pagan solamente por eso”.
Pero su trabajo no termina en lo digital. También vende ropa interior usada, lo que en el mundo del fetichismo se conoce como misofilia. Un mercado que ya es tradición en países como Japón y que, poco a poco, gana terreno en plataformas como OnlyFans. “La primera bombacha la vendí por 50 mil pesos. Me la puse para ir al gimnasio y ya tenía el producto para ofrecer”, explicó.
Entre lo íntimo y lo comercial
Lejos de lo que podría suponerse, Gioconda organiza sus días con la disciplina de cualquier emprendedora. Se pone metas de ingresos, trabaja por la mañana y corta cuando alcanza su objetivo. “Mis estudios me ayudaron mucho a organizarme como autónoma”, explicó.
Aunque sus amigos están al tanto de su trabajo, sus padres prefieren no indagar demasiado. “Saben que soy modelo en internet, pero no mucho más. Tampoco preguntan”, confiesa.
Gioconda también reconoce que su actividad tiene un impacto en su vida afectiva. No tiene pareja actualmente, y aunque dice que no la está buscando, admite que “a las otras personas quizás les cuesta acercarse por el tipo de trabajo que hago”.
Cuerpos, poder y control
Los clientes no sólo compran fotos o prendas. Según Lusa, muchos buscan establecer una relación de poder. “Es un poco la idea de que te pago para que hagas lo que yo quiera. Por eso es importante saber poner límites para no pasarla mal”, explicó.
Y aunque ha recibido pedidos más extremos —como videos con excremento u orina—, ella tiene claro hasta dónde quiere llegar: “Eso no lo hago. Todo lo demás, mientras me divierta, lo evalúo”.
Sus admiradores la siguen hace años. Con algunos tiene un vínculo cercano, de confianza, casi amistoso. “Todavía hablo con el primero que me pidió una foto de mis pies hace cinco años”, cuenta. “Algunos hasta me gustan un poco… aunque nunca lo van a saber”, remata entre risas.
Gioconda en su mundo
Neuquén no es Tokio, ni Londres, ni Los Ángeles. Pero eso no impide que haya personas que reinventen su modo de vida, incluso desde un rincón del sur argentino. Lo que para muchos es tabú, para Gioconda es rutina. No es activista ni provocadora. Solo encontró una forma de ganarse la vida que le da libertad y la divierte. “Divertirme y hacer volar mi mente”, dice. Y ahí está el secreto de su trabajo.