CRUCE DE LOS ANDES

Siguiendo la huella de San Martín cruzó los Andes y conoció la belleza

El reconocido músico barilochense, Edgardo Lanfré, se animó a seguir los pasos del Libertador de América en una cruzada apasionante.
sábado, 9 de marzo de 2024 · 13:35

En 1817, José de San Martín junto a un ejército compuesto por más de cinco mil hombres entre soldados, campesinos, esclavizados e indígenas, emprendieron una travesía heroica y única en el mundo: cruzar la Cordillera de los Andes para liberar a América.

Más de 200 años después, las rutas sanmartinianas se han convertido en un atractivo para aquellos que quieran encarar esta proeza, a lomo de mula y caballo, y acampando bajo las estrellas, los cerros y la historia.

Siguiendo esta tendencia, el músico, compositor y escritor barilochense, Edgardo Lanfré, se animó a esta aventura de seguir los pasos del Gran Libertador. “Un día un amigo que lo hizo me mostró la foto y dije: me tengo que dar el gusto, lo tengo que hacer. Hay cosas que hay que hacerlas en el momento justo que uno está bien espiritual y físicamente. Se confluyeron un montón de cosas para que se pueda dar”, confiesa.

 

Siguiendo la huella de San Martín cruzó los Andes y conoció la belleza

 

 

Para encarar esta travesía, si bien no es algo complejo, el artista señala que no es para todos: “son siete días de andar a caballo y si bien yo he andado a caballo alguna que otra vez, varias veces al año, unos días antes me preparé más que nada para acostumbrar el cuerpo. Si bien no es una cabalgata que requiera mucho, es todo el tiempo al paso; entonces más que nada es  la incomodidad que puede resultar de la posición de ir sentado en el caballo”.

Con equipamiento técnico en mano, Edgardo se fue mentalizando: “fue todo muy relajado, muy tranquilo. No es que se necesita una preparación muy técnica. Sí, obviamente, ir preparado a pasar un poco de frío, a dormir en una carpa, comer en un tuppercito sentado en una piedra, tener que ir al baño detrás de un yuyito y todas estas cosas que te pasan cuando andás de campamento”, contó.

 

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Diario de viaje

La travesía comenzó el 5 de febrero; el punto de reunión fue un camping en la ciudad de Barreal, en el sur de San Juan. Los integrantes de la cabalgata eran 22. “Fuimos a un lugar que se llama Las Hornillas, al pie de la cordillera, que ya es un lugar histórico porque ahí fue donde se sacrificaron más de 400 vacunos y se cocinaron para hacer el charqui, que era el alimento del Ejército. Ahí  nos juntamos con los baqueanos que guiaron, que eran unas ocho personas más o menos, y el martes 6 arrancamos a subir”, recuerda Edgardo.

A partir de esa parada fueron casi cuatro jornadas cuesta arriba, de unas 12 horas de cabalgata diaria y con algunas paradas claves. “La rutina era salir aún aclarando, cabalgar, llegar a un punto, descender de los caballos, armar las carpas y comer a la noche en el rancho”, señala.

 

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“El punto más alto donde pasa la excursión es en un lugar que se llama El Espinacito, que está casi a 5.000 metros de altura. De ahí bajamos hasta el Valle de los Patos, que es un lugar muy lindo porque está a unos 3.000 metros de altura y es como si fuera un inmenso lago de pasto verde. Es increíble ver ahí arriba ese valle lleno de arroyuelos, manantiales y lagunas. Y ahí están los corrales hechos de piedra que hizo el ejército, aquellos que cruzaron. En ese lugar, en esos corrales, encerraron 5.000 mulas, 1.600 caballos y ahí los erraron y los dejaron recuperarse para después llegar a la frontera. Y hasta ahí llegamos”, describe el artista.

 

“Es tanto el espectáculo que ves, no podés creer la magnitud de las montañas y subís una y mirás y viene otra más y atrás ves a otra más alta; son montañas de todos los colores. El espectáculo es tan grande que no hay lugar a pensar en el cansancio”.

 

 

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Huella en la montaña y en el alma

Ya dando vuelta la hoja del calendario y repasando su galería de imágenes de la expedición confiesa haberse sentido “conmovido espiritualmente de estar pisando esa huellita que la hicieron ellos”.

“O sea, vas por un desfiladero donde pasó el Ejército de San Martín –continúa–. El momento más emotivo para mí fue cuando llegamos a El  Espinacito, bien en la punta de una montaña, que hay como una pequeña plataforma impresionante, como una piedra gigante tallada por la erosión, por los vientos. Ahí, el coordinador del viaje, me dice: mirá, es muy posible que ahí donde vos estás parado haya estado parado San Martín viendo pasar la columna, la caravana”. Sin dudarlo, agrega: “Ahí me emocioné hasta las lágrimas, porque fue conectar y ver a San Martín vestido con poncho, sombrero, montado en una mula. Y vi pasar a esos soldados que no deberían ser gente de montaña sino que era de los llanos”.

 

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Inspirado por el paisaje y la rememoración, Edgardo cuenta que sentado ahí, en una piedra, escribiendo un diario, “en ese momento pensé en un soldado viendo esa belleza, con los manantiales, los cerros reflejados en las lagunas, la nieve, todo eso. Pensaba en un mulato de esos que en realidad integraron el Ejército, de los que la historia nunca nos contó, ahí arriba de la montaña, sin haber subido jamás un cerro, sin saber dónde estaba, emocionado por ese paisaje, pero también pensando que no sabía si mañana iba a estar vivo porque se iba a enfrentar a la guerra. Un poco eso me pasó, esa cosa de jugar todo el tiempo desde mi situación en ese momento y llevarme a lo que debe haber sido el espíritu de aquella gente”.

“Es muy sobrecogedor eso. A mí me dio la sensación de estar en un templo”, remata.

 

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Acordes para San Martín

Como buen músico y artista, Edgardo no dudó en llevar su guitarra que fue acarreada durante la travesía por la “mula ambulancia”. “Una mañana antes de salir cantamos Aurora, ahí al lado del fogón; una noche cantamos el Himno y todas canciones alusivas. Fue conmovedor”, expresa. 

Y si bien en su repertorio como compositor no hay menciones directas a San Martín, el artista afirma que “sí está, obviamente lo que se desprende de su obra, como este sentimiento de la Patria grande, de lo latinoamericano, del concepto de la libertad de las personas”.

 

 

Siguiendo la huella de San Martín cruzó los Andes y conoció la belleza

 

"A mí me apasiona la historia, todo tipo de historia, pero sobre todo la nacional. Y San Martín siempre estuvo ahí arriba. Es como que desde chico estuvo esa cosa que nos inculcaron los maestros, del granadero, el caballo y todo eso. Estando allí arriba es recurrente ir a San Martín y tratar de entender lo que pasaba por su cabeza, cómo imaginó eso, las agallas que tuvo para concretarlo y todas las adversidades que tuvo que enfrentar. Yo creo que el gran sentimiento es reafirmar la idea de que realmente es un Padre de la Patria”, cierra.

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