EDITORIAL NEUQUINA

Lo que puede pasar con Gloria Ruiz en la política neuquina

Hay alto voltaje en el ejercicio impiadoso de la política, con el contraste entre dos modelos.
sábado, 23 de noviembre de 2024 · 20:17

El viernes 22, Día de la Música, fue una jornada plena de desafinaciones para la vicegobernadora Gloria Ruiz. Comenzó con tres allanamientos en una causa para investigar el uso de fondos públicos de su hermano, Pablo, designado por ella misma como titular de la Casa de las Leyes, con un presupuesto de más de 2.500 millones de pesos. Siguió con un portazo del gobernador Rolando Figueroa, que no quiso recibirla cuando fue, no se sabe para qué, a la Casa de Gobierno. Y terminó con una reunión de diputados afines al oficialismo, en esa misma casa de los torreones, con el jefe de Gabinete, Juan Luis Ousset, en la que quedó en claro lo que después se reflejó en un comunicado: se abrió una grieta insalvable, con los legisladores dispuestos a llegar al juicio político contra la presidente de la Cámara, si fuera necesario.

Ese día Gloria Ruiz caminó por sobre las baldosas de las añejas galerías de la Casa de Gobierno tal vez sintiendo el frío que de repente se había hecho un lugar sorpresivo en el caluroso noviembre. Figueroa no la recibió, pero sí tuvo una charla a puertas cerradas con el ministro Jorge Tobares. El funcionario con más veteranía política del Gabinete le habría dejado en claro a la vicegobernadora que de alguna manera debería salir del atolladero en que ella misma se había metido, o, muy posiblemente, la salida sería propinada por otros. No hizo más que interpretar lo que a todas luces era evidente: la política ya había decidido, porque solo le hacía falta un empujoncito, después de la evidencia de que Ruiz quería aferrarse a un pedazo de la caja del presupuesto legislativo, para uso propio o de su entorno, mientras, en simultáneo, se hablaba del club familiar que había integrado en la planta política legislativa. El empujoncito vino desde el nuevo rol del Banco Provincia (no dejar pasar nada que tuviera tufillo a corrupción estatal) y los fiscales de Delitos Económicos. La historia recién empieza, pero, al mismo tiempo, ya parece terminada.

Hay dos posibilidades en lo inmediato, que dependerán, en mucho, de lo que Gloria Ruiz decida en estas horas de tribulación íntima. La primera es la de su renuncia. Se lo han sugerido de muchas formas en estas horas, y, tal vez por eso mismo, ella resista tomar esa decisión, a tono con la coyuntura de moda en la política, donde es frecuente elegir el rol de víctima y culpar a todo lo demás por lo que sucede. La segunda posibilidad es derivada de la anterior: si no hay renuncia, es factible que los diputados, por mayoría, definan iniciar el proceso para un juicio político apuntando a la destitución. Es un proceso que puede durar meses, y que transformaría el verano político en un hervidero de alta presión.

El caso Gloria Ruiz sintetiza, pase lo que pase, un cambio de época. Es pasar de una costumbre arraigada, que es financiar la política con el dinero administrado por el Estado, cosa que puede hacerse con más o menos corrupción; a otra situación en la que la vara de la exigencia ética en la práctica política estatal se levanta, y deja de importar la cantidad de dinero que surge de meter la mano en la lata, sino que importa el hecho mismo de aventurar esa mano en lugares indebidos, sagrados, preservados por administraciones rigurosas.

Por lo que se ha visto y mostrado hasta ahora, y también en estas últimas horas agitadas, el gobierno de Rolando Figueroa ha elegido la segunda práctica. Y todo parece indicar que no habrá piedad ni perdones más o menos acomodados a las circunstancias, pues la circunstancia en sí misma es el modelo que se pretende alentar: extremo rigor en el cumplimiento de las leyes y en la responsabilidad de gobernar en ese contexto.

Esto es lo que se está mostrando, lo que evidencian gestos y palabras. Pero también, por supuesto, corre por debajo del proceso el caudaloso río de la política y sus infinitos rincones de interés. Es más o menos evidente que Gloria Ruiz nunca calzó del todo en el entramado del proceso iniciado en diciembre del año pasado. También lo es el hecho de que la construcción de un espacio de poder requiere de algunas necesidades en un momento, y de otras en el momento siguiente. Esa arbitraria medida temporal de la construcción política ya deja afuera a la ex empleada municipal e intendente de Plottier. Está, ahora, sola, en la presidencia de un Poder que excede sus posibilidades individuales. Mucho más el de su entorno, flojísimo de antecedentes de práctica política probada.

Gloria Ruiz construyó un círculo de confianza con familiares y "amigos" de su experiencia como intendente de Plottier. Su hermano, ahora investigado en la causa judicial abierta, era el más importante. Sus asesores más directos corresponden al llamado "club rionegrino", Néstor Gelós, Yolanda Maiolo. Dos contadores que manejaron las finanzas municipales, y que, tal parece, fueron puestos a hacer lo mismo con una caja mucho más grande. La sensación que queda de todo esto es la de evidencias de una equivocada impunidad nacida de la presunta importancia de los cargos políticos. No hubo sutilezas aquí, sino groserías chabacanas. Es una forma cruel de la ingenuidad o la impericia, combinada, por supuesto, con una gran dosis de anestesia para adormecer la conciencia ética.

Habrá que ver cómo siguen los dos caminos emprendidos en paralelo: el de la Justicia, que establecerá responsabilidades; y el de la política, que mayoritariamente ya las definió. Habrá que observar atentamente la línea sucesoria de Gloria Ruiz, y, por ende, del gobierno neuquino. Pasa, en primer lugar, por una mujer que sí tiene vasta experiencia política, Zulma Reina. Ella es la vicepresidente primero de la Cámara, y, probablemente, la referencia para el proceso político que ya ha comenzado.

 

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