En algún rincón olvidado del Golfo de Guinea, a 600 kilómetros de la costa africana, sobrevive un pequeño pueblo atrapado entre el exilio y la desesperación. La isla de Annobón, administrada oficialmente por Guinea Ecuatorial, enfrenta una crisis humanitaria devastadora a manos de una de las dictaduras más crueles y longevas del planeta.
Mientras el mundo mira para otro lado, los annoboneses sufren abusos sistemáticos: niñas violadas por militares, recursos naturales saqueados, población forzada a huir y comunidades reducidas a la miseria más absoluta. De los más de 20 mil habitantes que vivían en la isla hace apenas unos años, hoy quedarían menos de 2 mil.
“El 90% del pueblo está en el exilio. La gente se va como puede. En barcazas, a nado, sin rumbo, porque quedarse es morir”, aseguró en diálogo con medios argentinos el Primer Ministro del autoproclamado Gobierno de Annobón, Orlando Cartagena Lagar, actualmente exiliado en España.
La dictadura más larga del mundo
El régimen responsable de este desastre tiene nombre y apellido: Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, presidente de Guinea Ecuatorial desde 1979. Con más de 45 años en el poder, es el jefe de Estado en ejercicio más longevo del planeta. Su mandato ha sido marcado por denuncias de represión, asesinatos políticos, corrupción, explotación de recursos y control absoluto del aparato estatal.
Obiang gobierna con mano de hierro y no tolera disidencias. Según informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch, el régimen ecuatoguineano ha implementado una política sistemática de persecución contra pueblos minoritarios, entre ellos los annoboneses, una comunidad afrodescendiente y criolla que conserva una identidad cultural diferenciada.
“La isla está militarizada. No hay escuelas ni hospitales. La población vive sin agua potable ni electricidad. Las niñas son víctimas de abusos sexuales por parte de las fuerzas armadas. Es un infierno del que no se puede escapar”, denunció Cartagena Lagar.
Un pueblo obligado al exilio
Aislada geográficamente y abandonada por el Estado, Annobón fue víctima de una limpieza silenciosa. “De los más de 20 mil habitantes, apenas quedan unos 2 mil. El resto está disperso entre Gabón, Camerún, Portugal o en pequeños grupos en Sudamérica”, explicó el dirigente político.
A la crisis humanitaria se suma el saqueo de los recursos naturales. Aunque la isla posee reservas de pesca y materiales estratégicos, la riqueza no llega a la población. Todo es controlado por empresas ligadas al entorno familiar del dictador. “Ni siquiera podemos pescar libremente. Las aguas están controladas por militares. Y lo poco que hay, se lo llevan”, afirman desde el movimiento independentista Ambô Legadu, que en 2022 declaró de forma unilateral la independencia de la isla.
El llamado desesperado a Argentina
Frente al abandono internacional, Cartagena Lagar visitó Buenos Aires en busca de aliados. En una declaración que sorprendió a muchos, propuso incluso una futura asociación con nuestro país: “Podemos ser parte de una provincia o un estado asociado. Lo importante ahora es sobrevivir y liberarnos de la opresión. Argentina fue el primer país que nos escuchó”.
Aunque su planteo no representa aún una propuesta formal de anexión, sí refleja el nivel de desesperación de un pueblo olvidado. “La comunidad internacional nos ha cerrado la puerta. Solo buscamos ayuda para vivir”, expresó el Primer Ministro.
La ONU y el silencio global
En noviembre de 2024, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas mencionó brevemente la situación de Annobón en un informe sobre conflictos latentes, donde advirtió sobre “uso excesivo de la fuerza por parte del Estado ecuatoguineano”. Sin embargo, ningún país ha reconocido formalmente al gobierno en el exilio ni condenado al régimen de Obiang por sus crímenes en la isla.
Mientras tanto, los annoboneses siguen huyendo. “Nuestros niños ya no tienen futuro. Los abusan. No hay comida. No hay luz. Solo hay represión”, concluyó Cartagena Lagar.