Con la expectativa mundial puesta en el próximo cónclave que se convocará tras la muerte del Papa Francisco, crece la atención sobre uno de los procesos más antiguos, solemnes y enigmáticos de la Iglesia Católica: la elección del nuevo Romano Pontífice. Esta ceremonia, regida por estrictas normas que combinan tradición, espiritualidad y secretismo, tiene como sede central la Capilla Sixtina, y está detallada en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis.
El procedimiento involucra a 133 cardenales electores, todos menores de 80 años. Ellos son los únicos con derecho a voto y permanecerán totalmente aislados del mundo exterior hasta que haya un nuevo Papa. Y cuando se dice totalmente aislados es sin celular, sin diarios, sin revistas, sin nada. Pero, ¿Cómo funciona exactamente el proceso?
El inicio del cónclave y la votación secreta
Todo comienza con la distribución de papeletas rectangulares, preparadas con antelación. Cada una incluye una frase en latín y un espacio para escribir el nombre del elegido. Luego, se realiza un sorteo para designar a tres escrutadores, tres infirmarii (que recogen votos de los cardenales enfermos) y tres auditores. Una vez se cierra la Capilla Sixtina, empieza el voto.
Cada cardenal escribe el nombre de su candidato, dobla la papeleta, y la lleva al altar, donde dice en voz alta:
“Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, de que mi voto es dado a aquel que, según Dios, creo que debe ser elegido”.
Luego, deposita la papeleta en una urna mediante un plato dorado.
Los enfermos, si no pueden desplazarse, votan desde sus habitaciones y sus sufragios son transportados en una caja sellada por los infirmarii.
Recuento de votos y fumata
Los escrutadores barajan la urna y cuentan las papeletas. Si el número no coincide con el de votantes, los votos se destruyen y se repite la votación. Si concuerdan, se inicia el recuento: uno abre la papeleta, el segundo verifica el nombre, y el tercero lo lee en voz alta. Los nombres se registran y las papeletas se enhebran con una aguja y se guardan.
Para elegir Papa se necesita una mayoría de dos tercios: es decir, en este caso, al menos 89 votos. Luego, todas las papeletas se queman en una estufa: el humo blanco indica que hay un nuevo Papa; el humo negro, que aún no se ha llegado a un consenso.
¿Qué pasa si no se llega a un acuerdo?
El cónclave incluye hasta cuatro votaciones por día: dos por la mañana y dos por la tarde. Si tras tres días no hay resultados, se hace una pausa de oración y reflexión. Luego de siete votaciones más sin éxito, hay una nueva pausa espiritual. Este ciclo puede repetirse hasta tres veces.
Si aún así no hay consenso, se hace una última votación decisiva: solo entre los dos cardenales más votados en la ronda anterior, aunque ellos no pueden votar por sí mismos. En todos los casos, se mantiene la regla de los dos tercios para consagrar al nuevo Pontífice.
Un proceso solemne con siglos de historia
La elección del Papa no solo es un momento decisivo para la Iglesia Católica, sino también un evento con enorme impacto geopolítico y cultural. Desde el aislamiento total de los cardenales hasta la mítica "fumata", el proceso combina liturgia, mística y estrategia.
Y una vez que el nuevo Papa acepta su elección, se le pregunta:
“¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?”
Tras su sí, el cardenal decano pregunta:
“¿Cómo quieres llamarte?”
Así nace un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia.