Soñaban con tener su casa en General Roca. Nada extraordinario, solo un techo propio donde ver crecer a sus hijos, tomar mate en la galería y llegar cada noche sabiendo que todo ese esfuerzo valió la pena. Apretó los números, suspendió vacaciones, y con la ayuda de toda la familia logró empezar a construir. Pero un eslabón clave de esa cadena, la colocación de las ventanas, nunca llegó. Y la ilusión se detuvo, como las obras.
Había encargado 22 ventanas de aluminio a una empresa local: Fabesur Aberturas. Un empleado fue hasta la obra, tomó medidas y cerraron el trato. Pagó todo, incluso la instalación, aunque eso no estaba en el contrato. Pensó que en seis meses estaría mudándose. Pasaron esos seis meses y nada. Ni ventanas, ni explicaciones, ni respuestas.
Con la casa a medio terminar y la ansiedad creciendo, mandó una carta documento. La empresa prometió un nuevo relevamiento y entrega en 30 días, con instalación bonificada. Sonó bien, pero fue puro cuento: otra vez, incumplieron.
Agotado y ya sin paciencia, el hombre volvió a reclamar. Envió otra carta, disolvió el contrato y llevó el caso a la Justicia. Quería su plata de vuelta, pero también que le reconocieran todo lo que había perdido en el camino: dinero, tiempo, tranquilidad.
La firma se defendió diciendo que él no había pagado todo y que la casa no estaba lista. Pero el juez no lo tuvo en cuenta. La prueba fue clara: hubo incumplimiento. El Juzgado Civil y Comercial N° 5 de General Roca falló a favor del consumidor y aplicó la Ley de Defensa del Consumidor.
¿El resultado? Una condena ejemplar: Fabesur deberá pagar 35 millones de pesos por daño directo, daño emergente, privación de uso y daño moral.