La casa fue alguna vez un hogar compartido. Hoy, después de años de silencio judicial, será el refugio para un padre que cuida solo a sus dos hijos y que ya no podía sostener un alquiler. Una jueza de Familia de Viedma resolvió atribuirle el uso de la vivienda que compartía con su expareja, luego de constatar que la mujer, que había quedado con la posesión del inmueble, ya no la habitaba y la alquilaba por su cuenta, mientras los adolescentes convivían con su padre.
El matrimonio se había separado de hecho en 2017. Entonces, la madre quedó en la casa con los chicos, y el hombre se fue a alquilar por su cuenta. Pero los conflictos nunca se apagaron del todo. Problemas de consumo, situaciones de riesgo y una internación por intoxicación llevaron a que los chicos, ya adolescentes, decidieran pedir vivir con su padre a finales del año pasado.
Desde entonces, el hombre quedó a cargo exclusivo del cuidado cotidiano. Tiene una pensión por discapacidad, sufre una enfermedad cardíaca y arrastra secuelas de un ACV. En el juicio explicó que ya no podía sostener el pago del alquiler donde estaban viviendo.
Mientras tanto, la vivienda del IPPV, que por años fue considerada el domicilio familiar, ya no era usada por la madre ni los hijos: estaba alquilada por decisión unilateral de ella. La mujer no respondió la demanda, no se presentó a las audiencias y continuaba cobrando las asignaciones familiares.
El fallo judicial valoró varios elementos: no sólo la situación económica y de salud del padre, sino también el testimonio de los hijos y de la abuela materna, que en algún momento los había tenido a cargo. La casa, dijeron los testigos, ya no era el hogar materno, y los adolescentes habían elegido quedarse con su papá.
La jueza, en línea con el artículo 443 del Código Civil y Comercial, resolvió asignarle el uso del inmueble al hombre hasta que el menor de los hijos cumpla los 21 años. Además, se notificó al IPPV para que habilite un plan de pago que le permita ponerse al día con las cuotas de la vivienda.