En la era digital la opinión pública se ve influida por la validación en redes sociales. Mientras más "me gusta", "comentarios" y "compartidas" tiene una publicación más creíble es. No importa si es falsa. No importa si es generada por IA. Tampoco importa si se enmarca dentro de los límites de lo ético, mucho menos de lo legal. Las granjas de bots son, desde hace tiempo, un escenario de disputa político que empieza a ocupar un lugar que antes le pertenecía a los medios de comunicación.
Ya nadie quiere validar información. Solo se trata de generar impacto. De generar clicks. El corazón del periodismo ha quedado relegado a medios comunitarios, el resto: simplemente presentadores de noticias a gran escala. Copiar y pegar. Informar ya pasó de moda, ahora se trata de opinar, de generar saña (¡Y mientras más mejor!).
Todo esto lo saben los políticos, los empresarios, las organizaciones mundiales, las grandes empresas que viven del marketing para sostener sus productos. Una granja de bots a simple vista parece un museo tecnológico. Pero es mucho más que eso. Una graja de bots es un espacio físico destinado a tener impacto en la realidad virtual de las sociedades.
Estos bots no son más que "usuarios falsos" que están programados por una matriz central para comentar, megustear, compartir publicaciones referidas a intereses en particular. Estas tareas, que terminan siendo automatizadas no solo inflan visualizaciones y abren espacio entre los algoritmos. También están generando respaldo a personas que muchas veces no conocen la realidad o que peor, solo la ven a través de una pantalla.
El espíritu crítico, la necesidad de conocer la verdadera información quedó de lado. Ya no importa si es real o irreal. Importa si tiene el like de mis amigos. Ya no es una cuestión de ideología, ni ideales. Es una cuestión de conveniencia y manipulación.
Granjas de bots en Argentina, el caso de Javier Milei
En Argentina los casos vinculados al uso de bots han sido denunciados por México y Venezuela. Sus respectivos funcionarios denunciaron el funcionamiento de granjas de bots con sede en Buenos Aires que operaban generando incidencia virtual en las elecciones de los mencionados países.
Pero no es lo único. Ya que fue la propia Patricia Bullrich la que denunció el uso de bots por parte de Javier Milei en la campaña presidencial que terminó con el nuevo presidente. De hecho, según una investigación periodística y de inteligencia nacional se pudo determinar que se crearon más de 50.000 cuentas automatizadas para meter saña en conversaciones de redes sociales.
Lo que no muchos saben es que esa supuesta validación no es más que una maquina programada para actuar como seres humanos. Todo está controlado desde un sistema central que programa cada acción, simulando el comportamiento humano para evadir los filtros de las plataformas y así lograr inferir en los algoritmos.
Detrás de esta infraestructura, hay intereses económicos, políticos o comerciales que buscan manipular la percepción pública, influir en tendencias o generar ingresos fraudulentos. Lo que parece una interacción genuina, muchas veces no lo es.
Esto no es tecnología del futuro. Es el presente digital. Y no es una herramienta de entretenimiento. Es un mecanismo moderno de control y manipulación de la opinión y la información.