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Jueves 10 de Julio, Neuquén, Argentina
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La vida del criancero que resiste entre pozos petroleros y cerros colorados

 En Filo Morado, Ramón Hernández lleva más de 50 años cuidando chivas, vacas y caballos. Sin movilidad y rodeado de salitrales, sobrevive gracias a la solidaridad, los mates compartidos y la fuerza de su palabra.

Jueves, 10 de julio de 2025 a las 19:04
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Ramón sostiene su vida de campo acompañado de sus perros chiveros,.

Entre invernadas, pozos petroleros y la inmensidad de la estepa neuquina, el criancero Ramón Hernández desde su puesto en Filo Morado, ubicado a 90 kilómetros de Chos Malal, guarda la memoria de un oficio que aún late, a pesar de las distancias y la soledad.

Allí, entre picadas y cerros colorados, Ramón sostiene su vida de campo acompañado de sus perros chiveros, sus aliados fieles para arrear chivas, vacas y caballos. Hace más de 50 años que pasa su invernada allí, en estos campos, resistiendo al ritmo de los días que se confunden con la línea del horizonte.

El agua que necesita para vivir y para sus animales debe traerla en tambores: la que brota cerca es salitral. Cada 40 días arma su pedido de mercadería, esperando que alguien la acerque hasta su puesto, porque no tiene movilidad propia.

Desde el municipio de Buta Ranquil lo visitan para llevarle leña y atender la salud de sus animales con desparasitaciones y vacunas.

El puesto de Ramón Hernández a 90 kilómetros de Chos Malal.

“Hay días que las horas pasan tan rápido que solo sé que el día termina porque oscurece”, confiesa Ramón en diálogo con Mejor Informado, mientras atiza el fuego que le da abrigo en las noches de invierno.

Sus tardes más esperadas son aquellas en que los petroleros que trabajan cerca se arriman hasta su fogón. Mate de por medio, comparten anécdotas y viejas historias de caminos y arreos, que hoy se vuelven cada vez más escasos.

Con voz pausada y mirada firme, Ramón guarda la experiencia de la vida trashumante: animales, corral y huellas de arreos. Su historia se entreteje entre la modernidad de la industria petrolera y la tradición de un modo de vida que persiste, silencioso, pero lleno de dignidad.

En cada charla, Ramón nos recuerda que aún en la soledad del campo, la esperanza se sostiene con la palabra, la mano tendida y la certeza de mirar siempre hacia adelante.

“Hay días que las horas pasan tan rápido que solo sé que el día termina porque oscurece”, confiesa Ramón .

 

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