En el corazón de los Países Bajos, en la ciudad de 's-Hertogenbosch, existe un barrio que parece sacado de una serie de astronautas de Netflix. Allí, unas 50 casas esféricas de cemento blanco se agrupan como un enjambre de bombitas gigantes. Son las Bolwoningen, un experimento arquitectónico que, como muchos sueños de vanguardia, terminó atrapado en su propio tiempo.
Eficiencia circular
Las Bolwoningen nacieron de la mente de Dries Kreijkamp, un diseñador holandés convencido de que la arquitectura del futuro debía romper con la rigidez de los espacios convencionales. “Las casas cúbicas son poco eficientes”, sostenía Kreijkamp. “La esfera es la forma perfecta, la más natural, la más económica y eficiente en términos de material y energía”.
En 1984, con el apoyo del gobierno holandés, que en aquellos años financiaba proyectos de vivienda social innovadores, Kreijkamp consiguió llevar su idea a la realidad. Así surgieron estas estructuras de 5,5 metros de diámetro, construidas con fibra de vidrio reforzada con cemento y montado sobre columnas delgadas, lo que da la impresión de que las casas flotan sobre el terreno.
A pesar de sus limitaciones, las Bolwoningen nunca fueron demolidas. Con el tiempo, se convirtieron en una rareza arquitectónica y en un atractivo turístico para visitantes y amantes del diseño. Hoy en día, algunas siguen habitadas, otras han sido abandonadas o convertidas en pequeños estudios artísticos. Y, desde el aire, el barrio parece un racimo de burbujas gigantes.
La vida en una esfera
Entrar a una Bolwoning es como meterse en la cabina de una nave espacial. Estas estructuras estuvieron pensadas especialmente para personas solteras o parejas sin hijos, ya que el espacio interior es limitado, con aproximadamente 55 metros cuadrados divididos en tres pisos.
Una escalera caracol conduce a las distintas plantas: en la primera se encuentra el dormitorio. Continuando hacia arriba, se llega al siguiente nivel que tiene un baño completo con ducha, y en la parte más alta de la esfera hay una pequeña sala de estar y la cocina. Sus 11 ventanas circulares permiten una abundante entrada de luz natural y flujo de aire, contrarrestando la sensación de estar en espacios reducidos. Y la prefabricación minimizó el tiempo de obra y aseguró el control de calidad. La importancia de la luz natural y la ventilación redujo la dependencia de sistemas de refrigeración, sumado a las ventanas de doble vidriado que optimizaron el rendimiento energético.
El peso inicial de cada casa fue de 1.250 kg. porque el proyecto contemplaba que las estructuras fueran livianas para ser transportables, infinitamente reorganizables y que incluso que flotaran sobre el agua. Además, el proceso de construcción buscó minimizar el impacto ambiental en el sitio, preservando la mayor parte del paisaje natural posible. Al elevar las estructuras, el equipo de Kreijkamp se aseguró de que las Bolwoningen dejaran una huella mínima en la tierra, permitiendo que la vegetación y la fauna coexistieran junto a estas viviendas futuristas.
Mito y realidad
Se tejieron muchos mitos al rededor de este sistema constructivo y sobre todo, respecto de la experiencia de vivir en una esfera: algunos aseguraban que el sonido y la acústica rebotaba de forma extraña; otros hablaban de la dificultad para decorar un espacio donde nada es recto; también hubo quienes amaron el diseño por considerarlo único y peculiar.
Es que en los papeles, la idea sonaba futurista y eficiente pero en la práctica, no tanto. Las casas esféricas resultaron ser menos funcionales de lo esperado. Para muchos, vivir en una Bolwoning terminó siendo más una curiosidad o una excentricidad que una solución habitacional realista. Pero Kreijkamp, el visionario detrás del proyecto, nunca dejó de defender su creación. Hasta su muerte en 2014, insistió en que la forma esférica era el camino hacia una arquitectura más sostenible. Sin embargo, su sueño nunca despegó más allá de los Países Bajos.
Pero, hay que poner en valor la intención de este creativo, dado que en un mundo donde las ciudades no paran de crecer y, al mismo tiempo, el sueño de la casa propia es cada vez más inalcanzable, por los altos costos, la iniciativa de construir viviendas accesibles y sustentables puede ser una gran idea. Las cincuenta Bolwoningen quizás no sean el modelo a copiar, pero siguen allí, con su forma de burbuja, como un testimonio de que en algún momento alguien se atrevió a imaginar una salida distinta a la problemática habitacional.