HISTORIAS AMERICANAS
Encuéntrame en tus sueños (7a parte: La dama del Oldsmobile)
Otra mujer enigmática aparece en la historia, y el narrador batalla entre sus sueños y la realidad.No hay nada mejor en esta vida que llegar a casa luego de un día infernal, soltar los abrigos y bártulos sobre el sofá, tenderme en la cama perfectamente hecha desde la mañana y descansar sin interrupciones, reproches o reclamos.
Vivir solo tiene esos beneficios, pero también algunas penitencias.
La soledad es una droga dura. Se acostumbra uno demasiado a esa árida libertad de una sola voz sin retruques y luego no quiere dejarla.
Dormir solo, comer solo, vivir solo, es el precio para considerarse libre.
Por primera vez desde que Norman Blake murió, hace ya algunas semanas, no dormiré en el club de jazz del “gordo” Sam, nuestra improvisada base de operaciones. He vuelto a mi casa a reposar en una cama convencional en vez de los raídos y duros sofás del club. Tenemos mucho por delante y debemos conservar nuestras energías.
Mi cama tiene mi olor, pero también el olor de mi casa, una extraña mezcla de inciensos variados, jabón para lavar la ropa, la madera de las bibliotecas y el especial aroma de los libros, modernos papiros, que desde siglos viene subyugando a los bibliófilos.
Y esos olores, la calefacción en invierno y, en verano, el aire fresco entrando por las ventanas, los libros y el silencio, conforman mi identidad, y puedo decir: en este mundo, en este país, en esta ciudad, en esta calle, yo tengo un hogar.
He puesto un disco en el estéreo, “Conversations with myself” de Bill Evans, y me he servido también un vaso de Old Crow, el bourbon de Kentucky que solía beber, no precisamente con moderación, el general Ulysses S. Grant, el jefe del ejército de la Unión vencedor del sur en la Guerra Civil.
Ese whiskey se sigue destilando desde 1853, pero Bill Evans está muerto desde 1980.
La soledad es perfecta para pensar.
En la quietud, el delicado sonido del piano, el suave sonido de la estufa calentando el ambiente, el aroma del bourbon antiguo, todos estos elementos colaboran para ordenar los pensamientos y estimulan la aparición de nuevas y originales ideas.
Imagino: A esta hora el “gordo“ estará en su segundo o tercer sueño. Mañana empezaremos a rastrear a Johnny Ray, en quien no he dejado de pensar. Tenemos que hablar con el detective Valdez, son muchos cabos sueltos para esta “Armata Brancaleone” de dos detectives improvisados.
No dejo de pensar en este sujeto, Ray, pero me cuesta no pensar en Rosalyn, la mesera del Derby’s quien, como una Casandra del Midtown, parece saber el futuro.
Pero Johnny es un enigma. Presumo que tiene un pasado en común con Norman Blake. La propia Susan Blake nos dijo que fue él quien la llamó para comunicarle la muerte de Norman y lo calificó como “un amigo en común” y ahí se acabó. Hasta aquí llega nuestro conocimiento del personaje.
El sueño empieza a vencerme. No viene solo. Trae un nombre. Quiere quedarse conmigo. Oh Rosalyn, digo. Y no me resisto y al final me encuentra.
La mañana siguiente me sorprendió semi-despierto en el club de jazz con Sam trayendo el desayuno a la mesa robada al alcalde La Guardia para estudiar la situación.
-¿Qué sabés de Johnny Ray?, le pregunté mientras untaba queso blanco en una bagel.
-La verdad, muy poco. Eran muy amigos con Norman, al menos eso parecía. Norman no solía andar con mucha gente, a decir verdad no se juntaba con nadie. Pero Johnny vino en varias ocasiones al club y se saludaban con afecto.
-¿Sabés de dónde se conocían?
-Una vez los escuché hablar sobre sus infancias, nada importante, Te acordás del gordo Fulano o el flaco Mengano? ¿Cómo se llamaba la hija de la modista?. Estoy inventando, lo aclaro antes de que salgas corriendo a buscar a Fulano, Mengano y la hija de la modista a ver si saben algo, dijo y me hizo reír.
-¿Eran del barrio entonces?
-¡Eran de Astoria! Creo que vivían a una cuadra de distancia uno del otro.
-¡Entonces fueron a la misma escuela!
-No sé. Una vez pasé por ese barrio y vi varias escuelas primarias, un par de escuelas medias y dos secundarias. Pudieron haberse separado e ido a cualquier parte.
-¿Sabés a qué escuelas fue Norman, por lo menos?
-Ni idea. Conmigo no habló nunca de esas cosas. Venía, tocaba, cobraba y se iba.
-¿Parejas, amantes, dramas sentimentales?
-Hubo un tiempo en que venía a buscarlo una mujer pero nunca la vi. Jamás entró en el club. Norman estaba muy enganchado. Ella lo esperaba afuera en un auto de locos. Recuerdo el coche porque una vez lo entreví desde la persiana de la ventana de la cocina y estoy totalmente seguro de la marca y del modelo.
-¿Qué auto era?, pregunté.
-Un Oldsmobile 98 LS negro azabache, probablemente de principios de los setentas. Una obra de arte de Detroit.
-¿Cómo estás tan seguro?
-Mi padre vendía autos usados en Nueva Jersey cuando yo era adolescente. El era fanático de los Olds y yo me crié entre esos botes.
-¿Recordás algún detalle del automóvil? Algo que lo destacara?
-Me acuerdo que vi algo parecido a una pequeña rosa pintada en la puerta izquierda, era muy evidente porque contrastaba con el negro de la carrocería.
-El Oldsmobile de la rosa. El auto de una mujer con identidad. ¿Sabés cuánto duró esa relación?
-Creo que casi un año, eso sí, se vieron hasta unos días antes de la muerte de Norman. Es una lástima no saber más. Tal vez estuvo en el entierro y no nos enteramos.
-Deberíamos investigar a esa mujer. Tenemos que recolectar información de todas las fuentes posibles, en especial si ella efectivamente estuvo con él hasta casi el momento de su muerte. ¿Sabés si Johnny estuvo en el entierro?
-Yo no lo vi, a no ser que haya pasado desapercibido entre los músicos, pero lo dudo.
-¿Y por qué creés que no fue al funeral?, le pregunté.
-Quizás temió no poder soportarlo. Cuando Oliver Hardy murió, Stan Laurel no asistió al funeral. Cuando le preguntaron por qué no había ido respondió: “No pude, hubiera sido como ir a mi propio entierro”. Tal vez Ray sintió lo mismo.
-Si, conozco la historia, Sam. Pero, ¿Qué pasa si no fue porque tenia miedo de algo, porque sentía culpa por algo o algún remordimiento, algún nudo sin desatar, algo sin resolver?.
-Tendríamos que preguntárselo a él, dijo algo escéptico..
-Dudo que nos diga algo. Pero podemos visitarlo para hablar de Norman, como para compartir el duelo. Seguramente está enterado de la muerte de Susan. Una visita de lágrimas como para semblantearlo y ver si nos oculta algo. ¿Qué te parece?
-Estoy de acuerdo, pero antes tendríamos que ver al teniente Valdez y su 7mo de Caballería, que deben tener nueva información.
-Sí, creo que está en deuda con nosotros, nos debe el informe forense. ¿Te acordás? Ahí está la causa de la muerte, cómo lo asesinaron a Norman y algunas otras cosas también. También debe haber un informe similar de Susan de los forenses de Alabama.
-De mostrarle la foto de la nena ni hablar ¿No?, preguntó el “gordo”.
-Me parece que tenemos que esperar un poco más, cuando llegue el momento se la daremos a conocer, presiento que no debemos revelarla todavía.
-Tenés miedo de algo o alguien?
-Pienso en esa niña y en toda esta trama de asesinatos y sinceramente temo por ella. Por alguna razón Norman murió con su fotografía apresada en su mano como si quisiera protegerla, tal vez ocultarla de quien lo iba o lo estaba asesinando. Quizás la siguiente victima iba a ser la nena. Ahora bien, ¿Quién era esa niña? Y me pregunto ahora: ¿Quién era esa mujer que iba a buscarlo cada noche al club en un Oldsmobile de película? Seguro que ella, si está viva todavía, sabe algo de este caso.
Con Sam nos miramos un momento en silencio, como si pensáramos los dos en los caminos a seguir, como adivinándonos.
-Tenemos que ir a recorrer casas de autos usados, dijo Sam.
-Estoy de acuerdo, y yo seré un chico millonario que está buscando un Oldsmobile 98 LC negro como la noche, y si trae una rosa roja pintada en una de las puertas, mejor.
-Empecemos por los clubes de coleccionistas, ellos suelen tener el inventario de todos los Olds que andan dando vueltas desde Nueva York hasta Los Angeles, dijo Sam.
-Bien, pero antes veamos a Valdez.
De pronto pensé en Rosalyn. Ella encajaría muy bien en un automóvil así. Un coche imponente para una mujer imponente. Pero a la vez una rosa, tan bella y tan suave, que bien podría atravesarme con sus espinas si intentara tocarla.
Por un lado, la sibila del Derby’s; por el otro, la misteriosa dama del Oldsmobile.
La vestal del bourbon con la dueña de la rosa, ambas jugando este juego póstumo de mujeres excepcionales.
Solo espero que esta noche, la nueva taumaturga no venga a buscarme también en mis sueños.
(Continuará)