HISTORIAS AMERICANAS
Encuéntrame en tus sueños (5ta parte: El asesino camina entre nosotros)
La historia se concentra en la búsqueda de la hermana de Norman, el Fantasma. Y se hace concreta la certeza del crimen.Hacia ya varias horas que me encontraba, lámpara ultravioleta en mano, analizando la segunda página del diario de Norman, sin éxito.
Sam me había sugerido que probara con la lámpara de luz negra del bar para ver si era posible detectar imperfecciones en la textura del papel que denotaran trazos de una escritura, pero parecía un esfuerzo inútil.
La primera página había sido arrancada, al igual que todas las hojas de la primera mitad del libro, y solo sobrevivió la que yo estaba escudriñando.
Pensaba yo que probablemente esa página en blanco podría albergar algún rastro, una copia transferida desde la primera página por la presión del lápiz o la lapicera, a la manera de un esténcil de mimeógrafo.
Yo pensaba: Quizás quien arrancó esas páginas pudo haber sido quien obsequió y dedicó el libro y por alguna razón, que yo desconocía, decidió hacer desaparecer toda huella de su paso por el diario.
Pero al mismo tiempo no descartaba que haya sido el mismísimo Norman, quien tal vez no quiso que trascendiesen hechos y secretos de su aparentemente traumática infancia.
Sin pruebas, sin pistas sólidas, sin testigos, sin brújula ni mapas, solo teníamos dos únicas certezas: que a Norman lo asesinaron y que el asesino caminaba libre por la ciudad.
Todo lo demás no eran más que conjeturas sobre una hoja de papel.
La noticia de la muerte de Norman nos había golpeado duro en su momento pero solo en parte.
Todos conocíamos el tren de vida que llevaba el Fantasma y especialmente su consumo de alcohol y drogas, muy especialmente su adicción a la heroína, que hacía que su frágil vida pendiera siempre de un hilo.
No me avergüenza afirmar que, en el fondo, cada uno de nosotros, quizás inconscientemente, esperábamos que, de un momento a otro, llamaran del servicio de emergencias de cualquier hospital con la noticia de su muerte.
Pero lo que ni siquiera remotamente imaginábamos, era que un día nos íbamos a enterar de había sido asesinado. Alguien había dispuesto que este artista, este sublime ícono subterráneo de la mejor música del mundo y que es el jazz que se toca en la ciudad de Nueva York, terminaría en el piso de su apartamento, con su silueta delineada sobre la alfombra, definitivamente muerto.
Cuando el bajista Jaco Pastorius murió tras una pelea con un guardaespaldas de un club nocturno de la Florida en 1987, su ex compañero de Weather Report, el saxofonista Wayne Shorter, dijo en Buenos Aires: “El jazz es un permanente juego entre la vida y la muerte”. Si efectivamente es así, el pobre Norman Blake, el Fantasma, el único capaz de interpretar a Bill Evans mejor que Bill Evans, había perdido la partida.
Las preguntas de Valdez en el precinto resonaban a cada rato en nuestras mentes.
¿Quién pudo odiarlo tanto al punto de quitarle la vida?
Lo primero que pensé fue tomar contacto con Susan, la hermana de Norman. Era muy probable que Valdez la haya llamado ya para comunicarle lo mismo que nos dijo a nosotros en el precinto, pero yo sentía que debíamos hablar con ella, y esta vez llevaría mis preguntas anotadas.
Ella vivía en Ashville, Alabama, a poco mas de cinco horas de avión desde el aeropuerto Newark Liberty de Nueva Jersey. No era un viaje largo y podríamos hablar más en profundidad sobre Norman.
Y, como en persona siempre es mejor que por teléfono, empezamos a bosquejar el viaje con Sam. El único problema que teníamos era que no teníamos el teléfono ni la dirección de su casa, solo sabíamos que trabajaba en el Registro Automotor.
En eso estábamos cuando el “gordo” recordó súbitamente que, en algún lado del local, debía tener un papelito que Norman le había dado tiempo atrás con los datos personales de Susan, dirección y teléfono, aunque no recordaba el porqué de ese gesto.
Después de varias horas de rastrillar todo el mobiliario del club, apareció Sam agitando un pequeño trozo de papel. Había escrito en él un teléfono con el prefijo de Ashville, Alabama, una dirección en esa ciudad y dos iniciales: S.B.
Por el color amarillento del papel, otrora blanco, se veía que el manuscrito era de larga data. Le pregunte a Sam cuándo se lo había dado Norman y estimó unos tres años aproximadamente.
Insistí en saber si él recordaba la razón que habría tenido para darle los datos personales de la única pariente que le quedaba viva de la familia, pero Sam no pudo recordar.
Tras una nueva insistencia de mi parte, Sam pareció vislumbrar algo en su memoria y mencionó que, al darle el papel, Norman dijo cosas como “si me pasa algo”, “no se lo des a nadie” y “solo ella lo sabe”.
-¿Estás completamente seguro “gordo”?, le pregunté.
-Absolutamente, pero es lo único que ahora recuerdo, lo siento, lo siento mucho.
-¿Lo siento mucho…? ¡Sam, esas tres frases guardadas en tu memoria conforman la columna vertebral de una tremenda historia!, y pasé a explicárselo mientras el “gordo” me miraba aliviado:
- Norman andaba en algo pesado y temía por su vida. No quería que nadie se enterase y solo confiaba en su hermana. Pero a la vez temía que a ella también le pasara algo si a él lo mataban, por eso te dio el contacto con Susan, para que la pongas en alerta si a él le pasaba algo y al final le pasó, solo que al principio pareció un accidente y ahora sabemos que fue un homicidio. Quienquiera que mató a Norman buscaba algo y si no lo encontró entonces irá por Susan.
-Si Valdez todavía no habló con ella, estamos bien jodidos y ella tiene sus días, horas, minutos o segundos contados. ¡Tenemos que ir a hablar con él ya mismo antes de que sea tarde!
Partimos raudamente hacia el Central Park y de milagro no chocamos tres veces. Entramos en el precinto y fuimos directo a la oficina de Homicidios. Al entrar vimos que Valdez y Collins hablaban por teléfono. El primero en cortar, con un gesto adusto, fue Valdez que alzó la vista para preguntarme:
-¿Pasó algo?
-¡Tenemos que encontrar a Susan Blake ya mismo, está en peligro!, dije casi gritando.
Valdez me miró con esa gravedad propia de un tipo cuyo jornal es toparse con cadáveres cada mañana y, con esa misma mirada, me preguntó, mientras con su mano me hacía señas de que bajara mi tono:
-Hace un buen rato que la estamos llamando para informarle sobre el crimen de su hermano pero no contesta.
-¿Llamaron al trabajo?, pregunté.
-Mire amigo, yo entiendo que para alguien como usted los policías somos personas limitadas intelectualmente, pero le puedo asegurar que se trata de un prejuicio social, como el que dice que los periodistas son todos unos mentirosos, por ejemplo. Lo dijo calmadamente pero a renglón seguido pareció estallar:
-¡Por supuesto que llamamos al trabajo! ¿Qué cree que somos? ¡Nos dijeron que está de licencia por tiempo indeterminado! ¡Llamamos primero a su celular y no contesta, en el teléfono de línea de la casa tampoco contesta! ¿Qué espera, que salgamos con la Caballería hacia Ashville, Alamaba? ¡Yo no soy John Wayne! ¡Existen jurisdicciones, la nuestra empieza y termina en el Central Park de la ciudad de Nueva York y le aseguro que para ser un apacible parque es bastante ajetreada!.
-Le pido disculpas, por favor pero ¿no podrían hablar con la policía de Ashville o con el Sheriff del condado?, pregunté con mi mejor cortesía.
-En eso está Collins, dijo Valdez señalando con su cabeza a su subordinado.
Un poco más calmado, me recosté en la silla, busqué el bolsillo de mi campera y saqué la nota del Fantasma con los datos personales de Susan, y se la extendí a Valdez, que la estudió como si se tratara de un arqueólogo frente a un papiro en un templo de Luxor.
-¿Esto lo escribió Norman? La letra denota a alguien que está nervioso, temeroso de que algo le pase.
-Ese papel se lo dio Norman a Sam para que lo tuviera en caso de que algo malo le ocurriese. También le pidió que “nadie se enterara”, que “no se lo dé a nadie” y, lo más llamativo y enigmático, dijo “ella también lo sabe”.
-¿Quién es ella? ¿Se refiere a Susan tal vez?, preguntó el detective.
Sam intervino y dijo no saber a quién se refería Norman cuando dijo “ella” y recordó que, al darle el papel, él repitió claramente: “Ella también lo sabe”. Podía estar refiriéndose a Susan, pero también a cualquier otra mujer.
Fue entonces que Collins interrumpió la conversación para pasarle el teléfono a su jefe mientras su cara adoptaba una expresión sombría:
-Es la policía de Ashville, quieren hablar con usted, jefe.
Valdez atendió la llamada y formuló las tres preguntas mas truculentas que existen:
-¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo fue?
Tras un breve intercambio de frases, el detective agradeció, saludó y cortó.
Luego de una pausa, Valdez, con un tono casi monocorde, habló:
-Susan Blake está muerta. La policía de Ashville la acaba de encontrar en el piso del living de su casa con signos de haber sido estrangulada. Igual que en el crimen de su hermano, el asesino entró a la casa sin encontrar resistencia, lo que sugiere que puede ser alguien conocido de ambas víctimas, y remató:
-Alguien que camina entre nosotros con las manos manchadas de sangre.
(Continuará)