La derrota de River le suma expectativa al superclásico

Todos esperaban el resultado de River-Argentinos para describir el contexto de la previa del superclásico, que se jugará el domingo a las 18. Y River, buen equipo, tiene un arranque de campeonato irregular. No tanto en el juego, sí en el resultado. Perdió 1 a 0 (golazo de Gabriel Florentín, el sueño del pibe), chocó contra su propia ineficacia en el arco defendido por Chávez, y sumó incertidumbre a una de las características principales del más popular de los deportes: la ausencia de lógica.

Lo que le pasó a River se explica mejor por lo que hizo Argentinos Juniors, que por lo actuado por el equipo de Gallardo. Los dirigidos por Milito tuvieron una concentración envidiable; una conciencia de sus limitaciones admirable; una humildad que jamás se trasuntó en cansancio o distracción.

Se equivocó, una decena de veces, en el área, pudo sufrir uno, dos, tres goles fácilmente, pero a cada error de un defensor le siguió la corrección inmediata de un compañero. Ocupó los espacios, salió del arco siempre largo, muy pocas veces en corto. Creó su propia convicción de que podía a partir del contraataque. Y contó con una definición del universo de los elegidos de parte de Florentín, quien había ingresado un rato antes: enganche hacia adentro, mirada al objetivo, disparo, pelota que entra al arco de arriba hacia abajo, por el ángulo, por encima de la mano estirada del arquero.

River no pudo marcar un gol, fundamentalmente. Llegó, enhebró jugadas. Reclamó penal en dos oportunidades, pero estaba Lamolina, reacio a comprar ofertas de aparatosas caídas. Enzo Pérez, de lo mejor, aplicó toda su sapiencia tanto en defensa como en ataque: extraordinaria labor del mejor jugador de River, el más regular, en este presente accidentado. Al final, ya aceptada la derrota, Gallardo no habrá podido imaginar otra cosa más que una estrategia para levantar ánimos y conseguir incentivos.

Boca llegará a la Bombonera con la inquietante sensación de haber sacado la cabeza fuera de un pozo de bajo rendimiento, más allá de que 12 partidos en fila invicto. River, con dos derrotas admonitorias, cruzado por la certeza de que siempre juega igual o parecido, pero con resultados impredecibles.