Con la emoción a flor de piel y el estadio repleto, Dustin Poirier colgó los guantes tras caer por decisión unánime frente a Max Holloway en UFC 318, durante una velada inolvidable celebrada en Nueva Orleans. El combate significó el cierre de una trilogía entre dos referentes de las artes marciales mixtas, y el adiós definitivo de Poirier, una de las figuras más respetadas del circuito.
El combate, pactado en peso ligero y con el cinturón simbólico BMF en disputa, tuvo a Holloway como protagonista en los momentos clave. El hawaiano mostró mayor precisión, ritmo constante y supo manejar los tiempos del enfrentamiento a lo largo de los cinco rounds. Poirier, fiel a su estilo, fue al frente, pero el desgaste físico y la eficacia de su rival marcaron la diferencia.
Más allá del resultado, la noche estuvo dominada por la carga emocional que envolvió la despedida del luchador nacido en Luisiana. Frente a su gente y en su tierra, Poirier se retiró visiblemente emocionado, entre aplausos, lágrimas y gestos de respeto de todo el público presente.
“Fue un honor compartir el octágono con él. Es uno de los más grandes que ha dado este deporte”, dijo Holloway al finalizar, reconociendo el legado de su rival. La trilogía entre ambos quedó saldada con dos victorias para el hawaiano y una para Poirier.
UFC 318 será recordado no solo por el espectáculo deportivo, sino por marcar el final de una carrera que dejó huella. Poirier se va del deporte como uno de los nombres más queridos y respetados por los fanáticos de las MMA.