Opinión

Facundo Manes, talento argentino

El neurólogo argentino, destacado científico que trató a la presidenta Kirchner en 2013, reflexiona sobre el cerebro, las ideas y las nuevas tecnologías.
domingo, 26 de julio de 2015 · 13:06
Cuando en el año 2001 Facundo Manes regresó a su país, Argentina, después de cursar un máster de Ciencias en Cambridge, tuvo claro que para crear un polo científico relevante solo hacían falta cuatro paredes y un puñado de mentes brillantes. Le inspiró su paso por los Laboratorios Cavendish, lugar que ha visto desfilar a mentes como las de Isaac Newton o Stephen Hawking. Ni corto ni perezoso, fundó el Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) con la idea de investigar temas como la memoria, la toma de decisiones o las emociones de manera multidisciplinaria, fundiendo los conocimientos de científicos de distintas áreas. Hoy, su creación es un polo de referencia en el continente latinoamericano. Ha producido más de 180 trabajos científicos, que han sido publicados en prestigiosas revistas internacionales como Brain o Nature Neuroscience.


Desde Ineco, desde los platós de televisión, desde la publicación de sus  columnas periodísticas en Clarín y La Nación o desde sus libros, el neurólogo Facundo Manes divulga su labor investigadora sobre ese órgano de apenas un kilo y medio de peso, "el que nos hace humanos”, el que cautivó su atención desde las primeras clases de anatomía. Hombre mediático, de verbo fácil y apasionado, muy popular en su país de origen, su nombre terminó de estar en boca de todos cuando el cerebro que tuvo entre sus manos fue el de la presidenta argentina. Ocurrió en octubre de 2013, cuando estuvo al frente del equipo que trató a Cristina Fernández de Kirchner, que permaneció internada en el Instituto Favaloro, que él dirige, tras ser sometida a una operación de cráneo. "Lo más difícil en casos como ese, por todas las presiones que hay de todos los lados, es poner el foco en la actividad”, dice Manes, de 46 años, a su paso por Madrid para pronunciar una conferencia en la Fundación Telefónica. "Es un orgullo que todo saliera bien en un momento de tanta intensidad como ése”.





Pregunta. ¿Y qué aprendió de esa experiencia?


Respuesta. Aprendí que todos somos humanos.

Hombre al que inspira la figura de Raúl Alfonsín, Manes ha sido cortejado políticamente, entre otros, por el presidente de la centrista Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz. Y él no descarta un salto al ruedo político, siempre y cuando sea para conducir a Argentina "hacia una sociedad basada en el conocimiento”.


Durante esta entrevista, el rector de la Universidad Favaloro de Buenos Aires se muestra como un hombre que se abalanza sobre las preguntas. Las aguarda con la mirada fija, quieto, inmóvil. Y en cuanto cesa el enunciado, se lanza a por la respuesta como si de una presa se tratara.

Su pasión, sus ganas de convencer, su afán de divulgar, todo ello empuja su cuerpo hacia adelante, le conduce al borde de la silla de cuero en que se sienta en esta calurosa tarde madrileña. Es un hombre dinámico, que no está para tonterías, expeditivo. Cuando se levanta y va algún sitio, va, eso queda claro, va.


P. Usted afirma que el modo en que pensamos es el modo en que sentimos.


R. Sin duda. Una de las grandes cosas que hizo la neurociencia fue poner las emociones al mismo nivel que los procesos cognitivos racionales. Por mucho tiempo se consideró que para pensar claramente uno tenía que deshacerse de las emociones. Hoy sabemos que la emoción y la razón son necesarias para nuestra conducta; es más, sabemos que la emoción guía nuestra conducta, facilita la toma de decisiones, consolida la memoria. La emoción da color a los estados mentales: es imposible imaginarnos la vida sin alegría, sin tristeza, sin celos, sin odio, sin admiración. 


P. ¿Podemos cambiar lo que sentimos?


R. Si siento celos, admiración, rencor o bronca, no puedo modificar el disparo emocional, pero puedo modular las consecuencias de ese disparo. Podemos cambiar la manera en que pensamos para cambiar la manera en que sentimos. Es parte del trabajo de la terapia cognitiva: la realidad no la puedo cambiar, pero sí cómo respondo a ella.


P.  Entramos en el terreno de la terapia…


Podemos cambiar la manera en que pensamos para cambiar la manera en que sentimos"
R. La terapia cognitiva, basada en las ciencias modernas, ha demostrado ser eficaz en trastornos de ansiedad, obsesivo-compulsivos; pero se puede aplicar a cualquiera, sin necesidad de que tenga un trastorno mental: todos tenemos ansiedades, miedos, paranoias, depresión, angustia, tristeza. ¿Dónde está el límite entre lo normal y lo anormal? En el momento en que afecta a tu vida diaria, a la esfera laboral, social.


P. Este suplemento se llama Ideas, así que la pregunta es obligada. ¿Cómo se gestan las ideas?


R. Somos mucho más automáticos de lo que pensamos; a veces somos racionales y deliberativos, pero no siempre; tomamos decisiones sociales. Muchas veces, cuando discutimos, tenemos un sesgo de confirmación; lo único que hacemos es buscar argumentos que confirmen los pensamientos previos. Pero, ¿cómo surgen las grandes ideas? En mi opinión, hay muchos libros, muchos cursos sobre creatividad, pero todavía no sabemos cómo el cerebro da lugar al momento eureka.


P.  Muchas veces la mejor idea aparece cuando uno ha desconectado de la cuestión y está relajado.


R.  Sí, pero antes hay que estar obsesionado con un tema. En términos de creatividad, la inspiración es para amateurs. Uno de los aspectos clave de la idea es la preparación, la incubación; los pensamientos obsesivos en torno a una cuestión influyen más en esa creatividad que el coeficiente intelectual; hay que tener pasión, estar obsesionado. Paul McCartney escribió Yesterday durmiendo, pero venía pensando en ello. Cuando estamos tirados en el sofá; o durmiendo en el auto, atrás, aparece el momento eureka. Bajan los centros atencionales y ejecutivos y aparecen los centros de asociación. Además, para crear hay que estar un poco loco; y hay que estar preparado para equivocarse.


P. Pero nuestras sociedades no perdonan demasiado el error...


R. Estigmatizan el error.


P.  Y es un error.


R. Sí, un error [risas]. Steve Jobs se equivocó muchas veces antes de hacer el iPad. Galileo, también. El contexto creativo es clave. ¿Por qué Silicon Valey produce más tecnología que cualquier otro lugar? ¿Por qué Cambridge es mejor universidad que otras? Por el contexto creativo.

P. En Usar el cerebro, editado por Paidós, usted cita la obra del tecnoescéptico Nicholas Carr que, en Superficiales. Qué está haciendo Internet con nuestras mentes, alerta de ciertos peligros, de capacidades que perdemos como consecuencia del uso masivo de tecnologías. Usted disiente y sostiene que no existe ninguna evidencia de que las nuevas tecnologías estén atrofiando nuestra corteza cerebral.


R. No veo que Internet y la tecnología vayan a generar un nuevo lóbulo cerebral, porque tampoco lo hizo la imprenta. La tecnología nos va a facilitar la vida en muchos aspectos. Pero, en gentes, niños, adolescentes y adultos, con sesgos ansiosos, compulsivos u obsesivos, va a disparar este tipo de conductas. Es importante que los jóvenes se vuelvan a aburrir, que tengan introspección, que imaginen; porque si están todo el día conectados, eso genera estrés; y la multitarea baja el rendimiento cognitivo.


P. ¿Eso qué significa, que somos menos eficaces?


R. Somos menos eficaces: hay más estrés y más cansancio. Pensamos que somos eficientes haciendo muchas cosas a la vez, pero en realidad la multitarea baja el rendimiento cognitivo.


P. El ser humano es cada vez más inteligente si atendemos a los coeficientes intelectuales, es el llamado Efecto Flynn. ¿Es eso así?


R. La ciencia no puede medir toda la inteligencia. El coeficiente intelectual no la abarca en su totalidad: hay inteligencia empática, emocional, social… Pero lo que muestra el Efecto Flynn, en chicos bien nutridos, bien estimulados, es que se suele rendir mejor en ciertas tareas del coeficiente intelectual generación tras generación.


P. ¿Y eso por qué ocurre? ¿Nosotros, como máquinas, nos vamos perfeccionando?


R. Sin duda. En eso influye que hay mejores condiciones de estímulo cognitivo y emocional para las nuevas generaciones.


P. ¿Los hijos de esta generación serán por tanto más listos que sus padres?


R. En algunos aspectos de la inteligencia. Pero no en toda, porque la inteligencia no se puede medir, dada su complejidad. ¿Cómo se mide el humor, la ironía, la empatía?


P.  En su último libro usted se pregunta sobre si se puede medir, o no, la felicidad. Reflexiona sobre el concepto de la Felicidad Nacional Bruta (FNB) como indicador alternativo al PIB. ¿Qué tiene la neurociencia que decirnos sobre la felicidad?


R. El cerebro está preparado para huir del peligro y buscar el placer. Y yo creo que uno de los avances en la neurociencia va a ser que con el tiempo se va a intensificar el valor del manejo del tiempo personal; y el manejo de las emociones. Uno puede ser millonario, pero si no maneja su tiempo y sus emociones, es un miserable.


 

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