EDITORIAL
Cambiemos, entre crujidos de difícil crecimiento
Las dos caras de un sector que se referencia, para bien y para mal, en Horacio Quiroga y el gobierno capitalino.En el mes de la primavera, el día 9, se presentará Cambiemos en Neuquén. Es un momento raro, singular, para esta agrupación de partidos que pretende aglutinar masa alrededor de la figura del actual presidente, Mauricio Macri. Se distingue por haber concretado la última prueba-error, la de las tarifas, y haber recibido una contundente reprobación de la Corte Suprema, que el sector político aceptó inmediatamente aunque en medio de un murmullo de desasosiego, explicable porque rápidamente todos, todos, los que acceden al poder, se encapsulan en un mundo en el que la maravilla es posible, aunque sea la realidad la que triunfa.
El momento singular de Cambiemos es que hace campaña con sus errores. Los publicita, pone la cara, confiado en que esta es la característica a destacar, sobre la base de que "la gente entiende” que se ha llegado a los problemas actuales como consecuencia del gobierno anterior, no por las acciones de éste. Cambiemos, en Neuquén como en el resto del país, salió el sábado a pulsar timbres, allí donde los hubiera, una manera elegante de decir que hacen lo que los otros han hecho antes, es decir, caminatas visitando gente, predicando la nueva fe, poniendo el oído a las sugerencias y a las puteadas, y la otra mejilla a eventuales golpes retóricos.
En el contexto neuquino, Cambiemos es fundamentalmente el gobierno capitalino, así como en su momento electoral nacional del año pasado, era el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Por eso este gobierno, liderado por Horacio Quiroga, encuentra frecuentes motivos para enardecer al MPN. Es fácil: cualquier acción política suscita estallidos de pólvora fácil en el partido provincial, cuya sensibilidad es directamente proporcional a la culpa, entendiendo este último concepto desde la perspectiva occidental y cristiana (que la inventó), es decir, la gran movilizadora de la fe, de los objetivos, de las conductas, y aún de las pasiones.
Ha sido así con los caños rotos del EPAS, con el afán monopolizador cuasi soviético del ISSN, y con los contrastes entre proyectos del gran tratamiento regional de la basura. Es posible que también se encuentren motivos de guerra con la U9 y la intención de abrirle calles a través de sus muros intimidantes. En todas estas cuestiones, se combate bajo la tutela del gobierno nacional, a través del delegado del gabinete en las provincias y municipios, el siempre sonriente Rogelio Frigerio.
Cambiemos tiene en Neuquén dos caras: una, más cercana a Quiroga, otra, más lejana. Las dos caras comparten desconfianza y hasta rencores hacia el súper intendente capitalino. Quiroga ha sabido construir cuatro gestiones, un récord envidiable, pero no ha conseguido una equivalencia partidaria. No hay un MPN que lo respalde, aunque haya en este partido-movimiento sectores que jugaron, juegan y jugarán para él. Quiroga no ha construido estructuras partidarias, al contrario, las ha minimizado. Así, quien más, quien menos, lo mira con respeto y a la vez distancia. No es amor lo que despierta, es conveniencia. Hasta ahora, ha sido el gran elector, el hombre de los votos, el elegido por los referentes nacionales. Lo eligió la Alianza, lo eligió el kirchnerismo. Ambos, después, lo odiaron por distintas razones. Ahora conducirá Cambiemos, aunque tampoco sea esta una relación distinguida por el afecto, ni por la sinceridad.
Las dos caras de Cambiemos tienen asumido que Quiroga, si quiere conducir, conducirá. Las disputas serán, en lo inmediato, por puestos electivos el año próximo, allí donde Quiroga no competirá, sino que, en todo caso, armará, o contribuirá a armar, según sus enfoques y necesidades. Es un gran campo de negociación, en un contexto donde Cambiemos hace campaña con sus errores, los tilda de necesarios, los admite, y sigue adelante en el empeño de decir que a diferencia que el resto, ellos son honestos, pues confiesan las equivocaciones, mientras se juramentan en no hacer más boludeces, arreglar la cuestión energética, frenar la inflación, y comenzar a recibir inversiones.
Mientras tanto, se sugieren nombres concretos para la contienda electoral que ya llega. Marcelo Bermúdez, se afirma, sigue firme como candidato a intendente en 2019, aunque sin competir el año próximo. La competencia sería para al menos dos de los secretarios del actual Gabinete: Guillermo Monzani y José Luis Artaza. Monzani podría ser, en caso de un resultado favorable, el próximo presidente del Deliberante, pues David Schlereth, que cumple mandato, podría formar parte de la lista de candidatos al Congreso Nacional. Esto es lo que se dice, al tiempo que se suceden ya las encuestas.
De estas mediciones, se dice que el más conocido por la ciudadanía es Bermúdez, aunque su imagen divide entre buena y mala. Monzani y Artaza tienen menor conocimiento, y también mejor imagen. En fin: esto es del equipo de gobierno capitalino. Es el núcleo de Cambiemos, no hay duda, y por eso las elecciones del año próximo se librarán fundamentalmente en la capital, pues ocasionarán, estas intenciones, la equivalente respuesta desde el MPN, desde donde se aspira a presentar candidatos que puedan competir en 2019 y "recuperar” la ciudad que perdieron allí por el ’99 del siglo pasado, cuando un muchachito llamado Quiroga recibió la clandestina bendición amarilla desde el partido provincial, y con una simpatía que después se fue deshilachando de a poco, se ganó a los ciudadanos capitalinos.
Rubén Boggi