EDITORIAL

MPN versus Cambiemos, lucha en el subsuelo capitalino

El MPN enrostra desconocimiento de la ciudad al Intendente. La pelea va en aumento. Comienza, en paralelo, otro round con los gremios estatales.
sábado, 20 de enero de 2018 · 20:00

El combate político capitalino se ensaña en el terreno, se libra cuerpo a cuerpo, entre un MPN agresivo, a tono con una sucesión de derrotas históricas, y el novedoso Cambiemos, que en Neuquén inevitablemente ostenta la fisonomía de Horacio Quiroga, el hombre que administra la ciudad en su cuarto período como Intendente. Es un combate sin retorno, más allá de posibles treguas circunstanciales, y que se libra tanto en el terreno como en las carpetas de obras que pasan por la Casa Rosada, y que termina administrando, también con intencionalidad política, el presidente Mauricio Macri, a través de ministros y secretarios.

La pelea incesante adquiere, cada tanto, características insólitas. El sábado, el gobierno de Omar Gutiérrez no dudó en enviar, a través de una gacetilla de prensa de su gestión, una amonestación directa al gobierno de Quiroga, justificándose en 15 roturas de caños que habrían sido provocadas por las máquinas que trabajan en la construcción de la obra más preciada del municipio, la del metrobus que pretende inaugurar antes de fin de este año.

No solo le demanda Gutiérrez a Quiroga un resarcimiento de más de 600 mil pesos para el EPAS –la empresa que presta el servicio “agredido” por las máquinas- sino que, a través de entusiastas escribas oficiales, sostiene que “estos inconvenientes se producen al trabajar sobre las calles de la ciudad sin las precauciones reglamentarias ante las interferencias de servicios existentes”. Es decir, el gobierno neuquino trata de ignorante en cuestiones ciudadanas al propio gobierno de la ciudad.

La movida es política más que técnica, y para demostrarlo solo basta observar que la recorrida por el lugar de los inconvenientes fue protagonizada por el actual concejal capitalino Alejandro Nicola. Ya no es más el ministro a cargo del EPAS, sino un concejal de la ciudad. Un concejal, claro, de la oposición al actual gobierno, y también la prueba viviente de que el enfrentamiento no cesa, ni cesará este año, sino que, por el contrario, se volverá más intenso.

En términos políticos está claro que no habrá una gran discusión electoral pura, sino que la competencia se libra gestión contra gestión. Es una situación que antes se ha planteado, en función de la importancia que tiene el distrito capitalino, pero que ahora adquiere características mucho más intensas y relevantes, al punto que se podría asistir al mayor desacierto, o a la pegada más acertada, de parte del MPN, al equiparar al nivel provincial una competencia municipal: dependerá del resultado, y para esto, habrá que esperar al 2019. Pero ya algunos ánimos comienzan a sembrar la cizaña al respecto.

El gobierno de Gutiérrez, que pretende mantener una intensidad no siempre correspondida con resultados favorables, no puede escapar sin embargo al otro frente siempre abierto, el que tiene con los sindicatos estatales. Decidió que esta semana pondrá a los gremios otra vez en escena, anticipando una serie de reuniones y negociaciones que fatalmente pasarán por lo salarial. El acuerdo vence en marzo, pero se admite de esta manera que hay que negociar antes, porque de lo contrario la fuerza de la oposición, combinada raramente entre Cambiemos y los gremios ultra-K, puede complicar demasiado el año.

Durante la semana, un acto de entrega de vehículos para el área Salud pública, terminó siendo un show de competencia entre equipos de sonido y los gritos de manifestantes de ATE. Hay dos gremios que permanecen muy activos pese al verano, que son el conducido por Carlos Quintriqueo, y el docente, que se reparten Marcelo Guagliardo y Angélica Lagunas, algunas veces compitiendo y otras complementando acciones desde una cara mala y otra buena.

Estos gremios son una obsesión para el gobierno de Gutiérrez, porque resaltan aspectos cruciales de la gestión, que en lugar de convertirse en columnas que sostienen el andamiaje emepenista, son exhibiciones a veces obscenas del infortunio burocrático, con malos resultados, que cuesta esconder con discursos y enumeración de números que terminan remitiendo a ladrillos o a ruedas, pero sin poder ocultar el drama social que traslucen tanto los hospitales como las escuelas.

Así, la embestida de Nicola, transformando las obras del Metrobus en una galería de ignorancias sobre el subsuelo capitalino, se entiende en un contexto nervioso, donde el gobierno provincial no se siente seguro, y oscila entre el ajuste económico, nunca bien visto en la tropa propia, y la sucesión ordenada de un reparto que todavía no se ve, pero se adivina, será generoso recién en tiempo de eclosión de la interna.

Rubén Boggi

 

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