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El granizo que rompe bolsillos: la postal que Villaverde celebró

La tormenta que arrasó al Alto Valle dejó millones en pérdidas, obligará a tirar fruta, y golpeó más a una fruticultura en crisis permanente. Lorena Villaverde celebró el granizo y expuso la desconexión con la economía real de la región

Sabado, 15 de noviembre de 2025 a las 13:34
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Un chacarero del Alto Valle sabe lo que es jugarse su capital económico todos los años. Arranca la temporada metiendo millones que no tiene: paga la poda, prepara las plantas, abona, riega, cura. Cada litro de agroquímico duele como una puñalada al bolsillo. Cada tanque de gasoil que se va en el tractor o en el turbo es una apuesta ciega a que la naturaleza, por una vez, no se ensañe. Y cuando llegan las heladas de septiembre, ahí está otra vez, sin dormir, peleando con riego o con calefactores artesanales, calentando la chacra como si intentara salvar un hijo enfermo.

Todo ese sacrificio. Meses enteros, días eternos, noches heladas, puede desaparecer en diez segundos, que es lo que tarda una manga de granizo en convertir un año de trabajo en un cementerio blanco.

No hay metáfora que alcance para explicar lo que siente un productor cuando ve caer esas piedras: angustia, bronca, desesperación. La certeza de que la fruta dañada igual habrá que cosecharla y tirarla, porque dejarla en el árbol mata la planta. Es invertir más, para perder más. 

Y mientras los chacareros del Alto Valle miraban cómo su esfuerzo se desperdiciaba, una diputada por Río Negro, que ocupa una banca por los votos de ellos mismos, que además hace unas semanas fue beneficiada por esos mismos votos,  celebraba el espectáculo: "¡Alucinante!". Que luego borró.

En medio de la devastación, Lorena Villaverde subió un videíto a Instagram desde el confort del parque de su casa en un barrio privado, festejando lo “hermoso” que era ver caer las piedras.
Y no, no fue un malentendido. No fue “espontaneidad”. Fue desconexión pura, de esa que solo puede darse cuando el poder se mira al espejo aplaudiéndose a sí mismo.

No se trata de caerle a Villaverde. Ella apenas encendió la mecha de un enojo que ya esta instalado, latente, esperando estallar. La desconexión entre la política y la realidad, que ya no asombra a nadie.

Tampoco sorprende la palabra crisis asociada a las peras y manzanas  La fruticultura viene en caída libre desde hace años, empujada por costos imposibles, mercados que pagan centavos, políticas que cambian cada seis meses y fruta que ingresa de Chile.

Y este año, para colmo, la producción ya venía herida de muerte: 25% menos de peras y manzanas, un septiembre tan frío que las abejas no polinizaron, una floración débil, menos fruta desde el arranque.

La ya estaba perdida antes de arrancar. Y el remate llegó con la tormenta. El INTA fue técnico y lapidario: De Cipolletti a Chichinales, todo afectado. En el Oeste, daños graves; en el Este, moderados. Golpes de grado 2 y 3, suficientes para arruinar todo en Guerrico y Paso Córdoba.

En cualquier provincia normal, esto sería un duelo colectivo. Pero en Río Negro los productores está acostumbrados a llorar solos.

Mientras tanto, el resto de la economía tampoco respira: El turismo cayó un 15% en octubre, los bolsillos están vacíos, el país se achica, y el Alto Valle, ese corazón productivo que por décadas sostuvo a toda la provincia, se desangra otra vez.

Se habla del futuro, claro. De los derroches de Vaca Muerta, del gasoducto, del puerto petrolero y de los barcos de GNL. Todo eso existe y vendrá.
Pero ese futuro brillante no puede tapar una realidad simple: la zona más poblada y más activa de Río Negro todavía vive de la fruta. Miles de familias dependen de esta tierra que hoy está rota.

Por eso dolió tanto el video de Villaverde. No por ella, que ya tiene asegurado un sillón y un sueldo superior a los 9 millones de pesos más su séquito, sino porque expuso una verdad que se siente: la política perdió el pulso.

No entiende su dolor, no conoce su sacrificio y, lo que es peor, no siente vergüenza de mostrarlo.

La tormenta pasó. Los productores siguen ahí, barriendo fruta rota del suelo. El Estado, como siempre, llegará tarde. Y Villaverde, como tantos otros, seguirá aprendiendo (si lo logra) que representar a una provincia no es mirar ajeno desde el patio 

El granizo golpeó fuerte. Pero la indiferencia, golpea más.

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