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Siria: la pieza más imprevisible del tablero de Medio Oriente vuelve a tambalear

El bombardeo israelí a Damasco y la matanza de drusos por parte del gobierno sirio en Sweida demuestran cómo la inestabilidad en ese país puede descarrilar cualquier intento de pacificación regional.

Domingo, 20 de julio de 2025 a las 11:49
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La violencia sectaria sigue muy presente en Siria
El párroco argentino Gabriel Romanelli fue herido en Gaza
Israel dijo que se trató de un error el ataque a la Iglesia católica en Gaza
Trump se juntó hace dos meses con el presidente sirio Ahmed al-Sharaa
Luego de la presión se Trump, rige un alto el fuego en Sweida
En la ciudad de Sweida se registraron 900 muertos

El ataque de Israel al Ministerio de Defensa en Damasco tuvo una explicación oficial por parte del gobierno de Bibi Netanyahu: fue para defender a la minoría drusa de la ciudad sureña de Sweida, que estaba siendo perseguida y asesinada por beduinos y fuerzas gubernamentales del gobierno del presidente islamista de Siria, líder del grupo Hayat Tahrir al-Sham y ex Al Qaeda, Ahmed al-Sharaa. Pero antes de analizar lo que pasó esta semana, te invito a revisar lo que viene ocurriendo en Siria en los últimos años.

Un poco de historia: el drama sirio

La Primavera Árabe, nombre con que se conoció a las revueltas populares desatadas en varios países del norte de África y Medio Oriente entre 2010 y 2015, logró, en el mejor de los casos, derrocar dictaduras que parecían perpetuas. Pero también generó violentos conflictos civiles que derivaron en grandes y cruentas crisis sociales y humanitarias, donde se reestablecieron regímenes tan o más autoritarios que los que cayeron. Quizás la experiencia siria de ese fenómeno social y político fue una de las más frustrantes.

No solo la dictadura de Bashar al-Assad se mantuvo en pie, sino que se desencadenó una guerra civil fratricida que dejó más de medio millón de muertos y más de 12 millones de desplazados. También esa caótica Siria se transformó en un territorio de disputa global entre las grandes potencias mundiales y regionales. Rusia ocupó rápidamente el lugar que Estados Unidos de Obama abandonó, mostrando impotencia para imponer condiciones en el terreno y desaprensión al abandonar en manos de la represión del régimen a grupos que habían sostenido los intereses estadounidenses durante años.

Para sostener a su socio Al-assad, la Rusia de Putin, envalentonada por haberse quedado con Crimea, pactó con Irán que podía seguir estableciéndose cerca de Israel con su Guardia Revolucionaria y facilitando el envío de armas a Hezbola. A ambos les convenía porque les permitía afianzarse en un territorio estratégico en el corazón de Medio Oriente.

El cambio de paradigma

Pero todo cambió hace poco. A finales del año pasado, un levantamiento encabezado por Hayat Tahrir al-Sham anunció que había tomado la capital, Damasco, y que las fuerzas gubernamentales sirias se estaban retirando. Poco después llegó la confirmación de que el presidente Bashar al-Assad había dejado el país.

La embestida final para derrocar al tirano se dio en un momento de extrema debilidad de quienes sostuvieron a Al-assad en el poder durante la guerra civil que empezó en ese país en el marco de la Primavera Árabe y que duró 13 años. Rusia tenía puesta toda su atención en Ucrania para imponer más condiciones ante la inminencia de la llegada de Trump al poder, y el ataque terrorista de Hamas había cambiado todo en Medio Oriente: Israel decidió romper el statu quo y logró debilitar a Irán, que sacó de Siria a sus Fuerzas Quds que habían sido clave durante la guerra civil para garantizar, a través de Siria, el suministro de armas para Hezbola en Líbano. Las crónicas periodísticas de entonces contaban cómo los miembros de Hezbola escapaban sin ofrecer resistencia ante el avance de los rebeldes.

La Turquía de Recep Tayyip Erdogan es el otro gran actor regional que siempre observa todo lo que pasa en Siria muy de cerca. Se entiende por los 900 kilómetros de frontera que compartan, por los millones de refugiados sirios que alberga y por los kurdos.

En marzo de este año se registró el episodio más violento desde la caída del régimen: tropas del gobierno de Ahmed al-Sharaa, junto con facciones yihadistas, masacraron a más de 1000 civiles de la comunidad alauita, lo que puso en duda la capacidad del gobierno interino de cumplir con lo que venía prometiendo: normalizar Siria a base de diálogo y consensos, asegurando los derechos de las minorías (cristianos, alauitas, mujeres, entre otros).

El sueño de Trump

Sin embargo, hace unas semanas, nada más y nada menos que Donald Trump legitimó al gobierno sirio de manera contundente. En su gira por Medio Oriente, el príncipe heredero saudita Mohamed bin Salman le organizó una reunión con Ahmed al-Sharaa. Fue el encuentro más sorprendente de la gira. Trump se mostró muy entusiasmado con quien gobierna Siria después de haber expulsado a Bashar al-Assad. No solo lo llenó de elogios, sino que también le levantó las sanciones que Estados Unidos ejercía sobre Siria. A cambio le pidió que, entre otras cosas, normalice relaciones con Israel, es decir, que forme parte de los Acuerdos de Abraham que Israel ya firmó como otros países árabes-musulmanes como, por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein.

Israel, por su parte, aprovechó la inestabilidad en Siria. Le conviene una Siria débil militarmente y actuó en consecuencia: desde la caída del régimen de Assad en diciembre, destruyó gran parte de su capacidad militar. Y desde el primer momento Netanyahu afirmó que su ejército estaba preparado para defender a los drusos sirios ante cualquier amenaza del gobierno interino. "Si el régimen daña a los drusos, nosotros lo dañaremos a él", llegó a declarar. Cumplió.

Una semana violenta

Hace una semana, beduinos y drusos chocaron tras el secuestro de una persona. El despliegue posterior de fuerzas enviadas por Damasco aumentó la tensión, iniciándose enfrentamientos entre unidades de combate drusas y las tropas gubernamentales. En una semana se registraron más de 900 muertos. De ellos, 262 son civiles drusos, de los cuales 182 fueron "ejecutados sumariamente" por fuerzas del gobierno.

Fiel a su promesa, Netanyahu respondió. Un ataque a los drusos lo justificaba. Pero se pueden presentar otras razones por las que Netanyahu habría decidido dar ese golpe, que podrían relacionarse con una reunión que, de acuerdo con lo informado por el sitio Syria in Transition, tuvieron funcionarios sirios e israelíes hace poco, en la que cada lado puso sus condiciones para encarar el proceso de normalización de relaciones que impulsa Trump. Los sirios quieren, por ejemplo, la restauración del Acuerdo de Cesación del Fuego de 1974 que Israel dio por terminado cuando cayó Bashar Al-Assad el año pasado.

Israel, por su parte, quiere un nuevo acuerdo que incluya la presencia militar israelí más allá de los Altos del Golán durante un período de transición de cinco años. Israel pidió también la retirada de armamento pesado del sur de Siria. Según algunos analistas, esto habría puesto en alerta al gobierno sirio que pensó que Israel quería tomar el control de Sweida. Por eso movilizó su ejército a ese lugar para aprovechar las tensiones entre drusos y beduinos como pretexto para enviar fuerzas de paz e imponer una toma de control de la ciudad por hechos consumados.

Pero la estrategia falló, la situación empeoró e Israel, luego de pedir que se retiraran las tropas y dejaran de perseguir drusos, decidió el ataque sobre Damasco. Luego de este grave episodio habrá que ver cómo queda posicionado Sharaa. Puede ser que gane popularidad interna por aparecer desafiando a Israel, pero hizo enojar a Trump, quien rápidamente activó los mecanismos para un cese del fuego inmediato que ya está rigiendo. De todos modos, las tensiones sectarias en Siria recrudecieron de forma dramática y ponen otra vez en riesgo la estabilidad del país, la autoridad de su presidente y los planes de Trump de conseguir algo histórico: un acuerdo entre Siria e Israel.

Días difíciles para Netanyahu

Bibi Netanyahu tuvo una semana difícil que también explica su decisión de golpear Siria de la manera en que lo hizo. Sus socios ultraortodoxos de la coalición se retiraron del gobierno. Uno de los partidos lo hizo totalmente, dejándolo con su mayoría parlamentaria en el límite: 61 diputados de 120. Si pierde un solo escaño más, su gobierno podría caer. No puede permitirse más fugas. Por esto, el bombardeo a Siria y la continuidad de los ataques en la Franja de Gaza podrían leerse también como un mensaje a los socios ultraderechistas del gobierno que no quieren saber nada de frenar la guerra en Gaza y el acoso a todos los enemigos.

Pero el ataque a la iglesia católica de la Sagrada Familia en la Franja de Gaza que causó dos muertes destruyó parte del edificio e hirió al párroco argentino Gabriel Romanelli, reveló cómo se le achica el margen de maniobra a Netanyahu luego de más de 20 meses de una guerra en la que aún no pudo cumplir con los objetivos que se propuso: eliminar o expulsar al grupo terrorista Hamas y recuperar a los 50 secuestrados. Y, mientras pasa el tiempo, aumentan a nivel global las críticas al gobierno israelí por el nivel de sufrimiento humanitario de la población gazatí.

La condena internacional al ataque a la Iglesia fue tan grande que llevó al gobierno israelí a lamentar el hecho, que describieron como un error. Sus aliados más estrechos, como Giorgia Meloni, y hasta los incondicionales, como Javier Milei, también se pronunciaron. La Cancillería argentina emitió un comunicado manifestando su "seria preocupación" por "los hechos ocurridos". El comunicado fue el primero de la era Milei en cuestionar una acción de su principal aliado, Netanyahu. Trump también le pidió explicaciones.

Ni la profundización de la guerra en Ucrania, donde Rusia ataca cada vez con más violencia, ni la cada vez más tensa y desafiante relación entre Trump y Putin pueden sacar el foco de Medio Oriente. El cese del fuego entre Israel e Irán parecía iniciar un período de negociación y de fin de la violencia. Esta semana, por el contrario, echó por tierra esa idea y dejó, una vez más, a Medio Oriente lejos de alcanzar una paz duradera.

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