La rutina de una mañana cualquiera en el Barrio Omega de Bariloche se quebró en cuestión de segundos. Un hombre ingresó a una pollería con la calma de un cliente habitual, pidió productos y esperó el movimiento del empleado. Pero detrás de esa apariencia se escondía la maniobra: cuando el trabajador se agachó para buscar lo solicitado, el supuesto comprador aprovechó el descuido y se llevó mercadería del mostrador.
Las cámaras de seguridad captaron la escena completa. El registro muestra cómo el ladrón actúa con frialdad, sin titubeos, y abandona el local con el botín en mano. El empleado, sorprendido, apenas tuvo tiempo de reaccionar. La secuencia se viralizó en el barrio y encendió la alarma entre comerciantes que ven repetirse una modalidad cada vez más frecuente: el robo al descuido.
El hecho, aunque menor en términos de lo sustraído, golpea fuerte en la confianza de quienes sostienen sus negocios en la zona. La sensación de inseguridad se multiplica y la bronca se mezcla con la impotencia de saber que el delincuente se camufló entre clientes comunes.
En el barrio, la preocupación es clara: los comerciantes reclaman más presencia policial y medidas de prevención. Porque detrás de cada robo, por más pequeño que parezca, se esconde la fragilidad de un sistema que deja expuestos a quienes trabajan cara a cara con la comunidad.