Para muchos, el chavismo nunca estuvo tan cerca de dejar el poder en Venezuela como ahora. Todas las condiciones para que ello ocurra están sobre la mesa. En primer lugar, una presión sin precedentes de la principal potencia militar del mundo: Estados Unidos desplegó el 20 por ciento de su poder naval activo bien cerca de las costas de Venezuela. También está Donald Trump, quien está obsesionado con sacar a Nicolás Maduro del poder desde que fue presidente por primera vez hace casi 10 años. Lo quiso hacer, pero sus asesores lo hicieron desistir. Y, por último, una líder opositora, María Corina Machado, que logró salir de Venezuela luego de estar más de un año en la clandestinidad, quien logró exponer mundialmente lo peor del régimen. Todo lo que rodeó la entrega del Premio Nobel de la Paz a Machado le sirvió como vidriera internacional para exponer los crímenes de Maduro.
El pacificador que puede llevar una guerra a Venezuela
Sin embargo, todos estos factores juntos, que serían suficientes para sacar por la fuerza a Maduro y a quienes lo sostienen, no terminan de convencer a Trump para tomar una decisión clave: una acción militar en territorio venezolano. Trump, más allá de sus amenazas, mantiene negociaciones tanto directas, a través de llamados telefónicos con Maduro, como indirectas, para ofrecer incentivos que les aseguren a los líderes chavistas que no van a tener que pagar con la cárcel o con la muerte sus crímenes. Por ahora todas fracasaron.
Pero el tiempo también se le acaba al presidente de Estados Unidos, quien cada vez está más cerca de tener que optar entre dos muy malas decisiones. Por un lado, sostener un millonario despliegue militar, cuestionados por los demócratas, mientras intenta operaciones puntuales sobre territorio venezolano para arrinconar más a Maduro y a los otros jerarcas del régimen hasta convencerlos de que se vayan. Por otro, si la primera fracasa, ordenar una invasión terrestre que podría garantizar sacar a Maduro pero que abriría un escenario de guerra para Estados Unidos, justamente lo que Trump prometió a los suyos que no haría durante su segundo mandato, que chocaría mucho con el perfil de pacificador mundial que quiere mostrar: llevar una guerra a una región donde no hay conflictos bélicos.
Desafíos para todos los protagonistas
Trump y quienes lo asesoran tratan de evitar la repetición de experiencias traumáticas en las que Estados Unidos, o cualquier otra potencia militar, son exitosos en sacar dictadores, pero no logran evitar que esos territorios se convierten después en escenarios de muerte y destrucción. Para América Latina, región en la que los países resuelven sus diferendos a través del diálogo, se trataría de una situación de impredecibles consecuencias.
Maduro se muestra desafiante y parece apostar a ganar tiempo para que la atención internacional se vaya diluyendo. Ya pasó en el pasado cuando Estados Unidos y Europa reconocieron al opositor Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela en 2019 y parecía que el desenlace iba a ser inminente. La noticia, impactante y esperanzadora, se diluyó apenas se comprobó, instantes después, que a Guaidó no lo obedecía ni un agente de tránsito. Aquella vez quedó demostrado, una vez más, dónde estaba el poder real.
Machado, quien dijo que volverá a Venezuela pero no confirmó cuándo ni cómo, buscará convencer a Trump para que apure, a través de acciones militares, la salida de Maduro. Es el mayor desafío presentado al líder chavista desde que sucedió a Hugo Chávez. La líder opositora tiene ahora una exposición internacional clave que no quiere que se diluya. También buscará convencer al mundo que después de Maduro, la oposición está preparada para tomar el gobierno y evitar el caos en las calles de Venezuela.
Trump, ante una encrucijada que él mismo generó
Retirar las tropas del mar Caribe con Maduro en Caracas sería una derrota de enormes consecuencias para el presidente estadounidense. Trump no puede permitirse semejante fracaso y por eso sigue profundizando la presión. Esta semana incautó un buque petrolero y el mensaje fue claro: cortar el flujo de petróleo hacia Venezuela, la principal fuente de ingresos del régimen, para aislarlo cada vez más. Se trata de una nueva fase en su campaña de presión contra el Maduro. También dijo hace horas que empezarían los ataques contra miembros del régimen sobre territorio venezolano. Se trataría de un paso decisivo, casi como una última opción para sacar a Maduro del poder sin tener que poner soldados dentro del territorio. Un paso que nadie imagina que a Trump le convenga dar, por lo menos por ahora.