CRIMEN DE LA ESTUDIANTE DE MEDICINA

¿Quién es la clarividente que convocó la madre de Agustina Fernández?

La mendocina, ex policía y gendarme, dice que los muertos se contactan con ella, fue declarada inimputable por delirios psiquiátricos tras acusar a la familia de la niña Sofía Herrera.
jueves, 22 de septiembre de 2022 · 00:00

La posición de Silvana Capello, la madre de Agustina Fernández es absolutamente entendible. Sin que la Justicia de Río Negro le de respuestas sobre quién y por qué mató a su hija, la mujer pampeana busca por cualquier medio que alguien le pueda dilucidar sus interrogantes. Para eso convocó a una autodenominada clarividente mendocina, quien se promociona en diferentes casos mediáticos y asegura que los muertos la buscan a ella para poder resolver los casos.

La Justicia cipoleña autorizó que el próximo lunes, una tercera a la causa, realice trabajos espiritistas en el departamento de la planta baja de calle Confluencia al 1.300 del barrio Sillón Encantado de Cipolletti. La mujer se llama Verónica Contreras de los Santos, tiene 54 años y trabajó en muchas causas mediáticas, brindó pistas y acusaciones, pero sus aportes e interpretaciones nunca sirvieron para la resolución de un caso. Inclusive tuvo una causa en contra por la persecución que hacía contra la familia de la niña Sofía Herrera, desaparecida en Tierra del Fuego en 2008, a quien acusó de haberla matado y enterrado en el patio de su casa.

Pero quién es esta mujer que puede salvar a la Justicia rionegrina de un nuevo papelón. La mujer se desempeñó durante muchos años en la Policía de Mendoza y luego dejó esa fuerza para incorporarse a Gendarmería. Ya retirada, asegura que estudió Ciencias Criminalísticas, que además tienen un don natural por el que se autodenomina clarividente y afirma tener un doctorado en fenómenos paranormales. Además de predecir el futuro, dice que se contacta con los espíritus de las víctimas y ellas son las que la guían para poder resolver los casos.

Con sólo indagar sobre su nombre, aparece vinculada a las causas más intrigantes de la Justicia argentina. Participó en la búsqueda de Sofía Herrera en Tierra del Fuego, pero esa no es su mejor carta de presentación, porque terminó con una causa judicial en contra luego de hostigar a la familia de la pequeña, a la que acusó de haberla matado y enterrado en el patio de su casa. También buscó a Johana Chacón, la niña mendocina desaparecida el 4 de septiembre de 2012 en Lavalle, y a Soledad Olivera también en el mismo departamento. Y en la del rionegrino Rodrigo Hedrill, en esa causa también fue denunciada.

Estuvo en la búsqueda de Candela Rodríguez, la nena de 10 años encontrada en un bolsa cerca de la autopista en Villa Tesei. Y durante la pandemia colaboró con la Policía Federal para tratar de dar con Facundo Astudillo Castro desaparecido en Mayor Buratovich. Se autopromociona con su participación en esa búsqueda, asegura que ella vio el lugar donde estaba tirada una mochila que era del joven.

Esta mendocina de Malargüe llegará a Cipolletti. Dice no ser vidente, sino clarividente, tiene la supuesta capacidad de obtener información sobre un objeto, una persona, un lugar o un acontecimiento físico mediante la percepción. Algo tan incomprobable como saber si el identikit elaborado por la Justicia pertenece a alguna persona real, de carne y hueso.

Ante el estado de paralización que tiene el crimen de Agustina Fernández, cualquier colaboración que tengan los investigadores será bien recibida. Mucho se escribió desde este sitio de noticias de las falencias cometidas durante los primeros minutos, cuando aún no se trataba de un crimen y para la Policía y la fiscalía de Turno solo era un robo. El departamento no se preservó y los posibles rastros desaparecieron como los signos vitales de la joven estudiante de Medicina.

Pero hasta qué punto podrá ser creíble lo que dice una mujer con una capacidad dudosa y que en 2017 fue declarada inimputable por la Justicia. En aquel momento, una pericia psiquiátrica demostró que padece una alteración morbosa de sus facultades mentales. Fue en una demanda que la familia de Sofía Herrera le luego de sufrir acusaciones sistemáticas en su contra e incluso asegurar por todos los medios que ellos la habían matado y que estaba enterrada en el patio de la casa.

Finalmente, la Justicia de Tierra del Fuego autorizó un allanamiento en la vivienda y revisaron cada centímetro de la casa, pero no encontraron ni un solo rastro que permita a los investigadores sostener la hipótesis planteada por la clarividente. La mendocina no varió ni en una coma su acusación por eso fue llevada a juicio, pero la declararon inimputable. El informe de los psiquiatras forenses indica que tiene un cuadro de psicosis, por lo que se le recomendó que busque apoyo psicológico, originado en "factores externos que derivan directamente en esta especie de persecución y obsesión hacia la familia Herrera".  

Pero esta obsesión de culpar a los familiares tiene más antecedentes, en el caso de Candela Rodríguez en Buenos Aires; Guadalupe Lucero en San Luis; del niño Valentín Uriel Moreno, desaparecido el 12 de mayo de 2016 en el río Carcarañá, son sólo unos ejemplos. En Río Negro fue denunciada en la Justicia por la familia de Rodrigo Hredil, el joven de Las Grutas que desapareció luego de dejar su camioneta al costado de la ruta cuando viajaba rumbo a General Conesa. En 2017 la denunció por desviar la búsqueda y culparlos a ellos.

En el caso puntual de Agustina Fernández, no podrá decir que la familia tuvo una participación directa, ya que tanto la madre como el padre se encontraban a más de 500 kilómetros en Santa Rosa, La Pampa, cuando recibieron un llamado telefónico que los puso al tanto del ataque que había recibido su hija en la casa de su vecino de la planta baja.

La participación de una vidente en este tipo de causas trae también a la memoria la aparición casi mágica y milagrosa de salvadores que aseguran poder encontrar pruebas donde nadie lo hizo. Un caso similar es el del falso perito de Viedma, Marcos Herrero, quien se incorporaba en las causas con sus perros adiestrados que hallaban rastros incomprobables, una maniobra que se repitió hasta que la Justicia de Mendoza lo imputó por manipular pruebas y desviar las investigaciones.

 

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