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Seductora, buscada y capturada: así cayó la ‘Araña Culona’ en Choele Choel

La buscaban por viuda negra, pero tras la foto de su detención fue bautizada como “Araña Culona”. Se conocieron detalles de su detención en Choele Choel.

Jueves, 11 de diciembre de 2025 a las 00:05
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El operativo para atrapar a Lidia Esther Lobo, la viuda negra de 20 años que los medios porteños rebautizaron como “la Araña Culona”, en una mezcla explosiva de morbo, viralización y prejuicios urbanos, llevó casi dos meses de trabajo silencioso de la Policía de Río Negro. Su detención fue tan accidentada como cinematográfica: un intento fallido de engancharla con una falsa notificación, una orden judicial que llegó minutos tarde y un patrullero que salió a cazarla contrarreloj por las calles donde todos aseguraban haberla visto caminar con una seguridad que descolocaba a más de uno.

El final, con una foto de su detención que se hizo viral con casi 5 millones de visitas, es apenas un detalle de una historia que tiene muchos condimentos. De acuerdo con la información que pudo confirmar Mejor Informado, la historia comenzó con una comunicación reservada que llegó desde la Policía Federal: necesitaban localizar a Lidia, buscada por la Justicia porteña por robos como “viuda negra”.

Tras el operativo en Río Negro, el apodo mutó por completo cuando una foto tomada de espaldas, sacada por la policía al detenerla, mostró una figura que en redes fue tema nacional: así apareció el mote “Araña Culona”, que muchos porteños asociaron, de la forma más disparatada posible, con el tipo de engaños delictivos que cometía.

Desde aquella primera comunicación, el cerco se manejó con absoluta reserva, casi como si se tratara de la protagonista de una serie policial premium. La fuerza rionegrina ideo un plan muy concreto: detenerla el día de las elecciones, apostando a que aparecería en su domicilio de Choele Choel, la casa de sus padres.

La Policía de Río Negro la buscó en el padrón y la esperó de manera discreta en la escuela. Sin embargo, el 26 de octubre, con el operativo montado, Lidia nunca apareció. Algunos datos sueltos la ubicaban en Roca; otros insistían en que seguía moviéndose por Choele.

Los investigadores rionegrinos no aflojaron

Por esos días comenzaron a multiplicarse los relatos de vecinos que aseguraban haberla visto caminar por la calle Avellaneda, tranquila, segura, incluso generando miradas de admiración a tras su paso. Era una mezcla curiosa: buscada por un delito grave, pero moviéndose como si nada. Ese contraste alimentó todavía más el mito de los pocos policías que sabían del tema.

Fue entonces cuando alguien tuvo una idea simple pero brillante. Para no espantarla y ante la insistencia de la Federal, policías de Río Negro fueron hasta la casa de sus padres y, sin dar demasiadas explicaciones, dejaron un recado: que debía pasar por la Comisaría 8° para recibir una notificación. Nada más. Ni motivo, ni urgencia, ni advertencia.

La estrategia funcionó: Lidia cayó en la trampa sin sospechar absolutamente nada. El mismo martes 2 de diciembre, por la tarde, llegó hasta la unidad con total naturalidad. Pero la historia dio un volantazo inesperado: la orden de detención, que debía llegar desde el Juzgado 49, a cargo de la magistrada Ángeles Maiorano, todavía no había ingresado.

Los policías, sin más remedio, tuvieron que improvisar: fingieron que no encontraban la famosa notificación, revolvieron papeles ficticios y, con una sonrisa incómoda, la dejaron ir.

La detención

Apenas unos minutos después, como si el destino jugara una mala pasada, la orden firmada por Maiorano finalmente llegó. Lo que siguió fue un operativo de urgencia. Un patrullero salió a toda velocidad a buscarla por el centro de Choele Choel, con la certeza de que no podía haberse alejado demasiado. Tampoco pasar desapercibida por sus características físicas, reconocidas a la distancia. Y así fue como, a un par de cuadras, dos policías mujeres la interceptaron. Le pidieron que se detuviera y que se identificara. Rodeada, sin margen para correr, ni motivo para resistirse, Lidia se entregó sin discutir.

Tras los trámites de rigor, fue trasladada a la comisaría de Pomona, donde esperó el traslado a Buenos Aires luego de la extradición aprobada por la Justicia rionegrina, sin causas pendientes en la provincia.

Mientras tanto, desde la Justicia porteña aseguran que no solo investigan el caso que la puso en la mira como “viuda negra”, sino que existen sospechas de que podría haber cometido otros robos con la misma modalidad seductora y silenciosa.

¿De qué la acusan?

El pasado 2 de abril, en una comisaría porteña, un hombre denunció a Lidia Esther Lobo. La conocía hacía un año. “Relación esporádica”, aclaró. Nada de amor, nada de historia: sexo ocasional, pago. Él llamaba, ella iba. Ella se quedaba algunos días, después se iba sin mirar atrás. Un acuerdo tácito entre adultos.

Hasta que la viuda negra picó. Ese día, feriado, ella llegó tarde y se quedó a dormir. Al mediodía siguiente, la joven dijo que tenía antojo de un fernet con Coca. Fue a la cocina, lo preparó, y le dio un vaso. No pasaron muchos minutos hasta que la escena se apagó como si alguien hubiera tirado de una perilla.

El hombre volvió en sí siete horas más tarde con un dolor de cabeza que le perforaba las sienes. Miró alrededor. Silencio. Sábanas revueltas. Lidia no estaba. Y también faltaba medio departamento. Rápidamente enumeró: un millón de pesos en efectivo, un iPhone 11, una licuadora, una juguera, una filmadora Sony, el CPU de la PC, y dos valijas llenas hasta el borde de ropa y otras pertenencias.

El hombre intentó ubicarla, pero como respuesta recibió un pedido de recompensa: "si me das un millón y medio de pesos te devuelvo todo". Como no acordaron, nunca más atendió sus llamados. 

 

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