La historia comenzó como tantas otras en Cipolletti: con un golpe rápido, una camioneta robada y una denuncia en la comisaría. Pero no tardó en virar hacia el desconcierto: los ladrones abandonaron el vehículo a pocas horas y se esfumaron caminando, como si el botín les hubiera pesado más que la conciencia.
La escena final tuvo lugar en el asentamiento 2 de Febrero, al noreste de la ciudad. Allí, en un barrio de pasillos estrechos y casas improvisadas, apareció estacionada una camioneta que no pertenecía al paisaje ni a sus habitantes. El hallazgo sorprendió incluso a la dueña de la vivienda frente a la cual fue dejada: ella misma alertó a la Policía. Tal vez la intuición, tal vez el instinto, le dijo que esa máquina brillante en medio del barro traía una historia oscura detrás.
Un botín sin plan
La intervención conjunta de las unidades 45 y 32 de la Policía de Río Negro permitió confirmar lo que ya sospechaban: el vehículo tenía pedido de secuestro y una denuncia activa por robo. La camioneta, de alta gama, había sido sustraída ese mismo día.
Los investigadores llegaron al lugar junto con el Gabinete de Criminalística. Entre huellas, registros y actas, también apareció el verdadero dueño del rodado. Lo miró, lo reconoció, pero no pudo entrar: los delincuentes se habían llevado la llave. Tuvo entonces que hacer lo que nunca imaginó: romper una de sus propias ventanas para poder volver a entrar a su camioneta.
Una grúa privada llegó cerca de las 21:30 para trasladar el vehículo a su casa. El procedimiento concluyó con un acta formal, pero también con una pregunta sin respuesta: ¿por qué alguien roba una camioneta lujosa solo para abandonarla a pocas horas?
Crimen en piloto automático
En la lógica del delito, este robo tiene algo de amateurismo. Como si los autores —improvisados o nerviosos— no hubieran sabido qué hacer con lo que habían conseguido. Tal vez pensaron que podrían venderla. Tal vez creyeron que podrían circular sin ser detectados. Tal vez solo fue un impulso sin plan. Lo cierto es que dejaron la camioneta como quien se deshace de un cuerpo caliente, y decidieron volver a la vieja usanza: a pie.
En un mundo donde el crimen organizado afina cada paso y calcula cada riesgo, este episodio tiene algo de tragicómico, de torpeza urbana, de historia que se cuenta con un cigarro en la mano y una ceja levantada.
Por ahora, los autores del robo siguen prófugos, y la investigación continúa. Pero la escena quedó registrada: una máquina poderosa, estacionada en un pasillo de tierra, abandonada por manos temblorosas. Como si el delito, a veces, también se arrepintiera de sí mismo.