No obstante, un reciente descubrimiento multidisciplinario por parte de investigadores del CONICET y del extranjero, publicado en la revista American Journal of Botany este mes, demuestra que la historia biológica de estas plantas es mucho más compleja. Uno de los autores, Ari Iglesias, investigador del CONICET PATAGONIA NORTE en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCo) indica que fósiles de ramas, hojas, piñas y órganos reproductivos masculinos hallados en la región de Pichileufu (Río Negro) y Piedra Parada (Chubut) permiten reconocer que estos grandes árboles que hoy son tan preciados en la industria maderera y están en riesgo de extinción en los bosques de Australia fueron asiduos componentes de los bosques húmedos en Patagonia hace 52 millones años.
La investigación fue llevada adelante por científicos de Estados Unidos y Australia junto a investigadores del CONICET: Ignacio Escapa, Rubén Cúneo y Ari Iglesias. Demandó casi cuatro años de campañas de recolección de material, hasta obtener suficientes muestras que demostraran la hipótesis planteada e implicó diez años de trabajo conjunto con subsidios tanto del CONICET como de la National Science Foundation (NSF) de Estados Unidos.
"El registro de Agathis conjuntamente con otros fósiles de plantas arbóreas hoy típicamente australianas, como el eucalipto y las casuarinas, no deja dudas sobre la conexión biótica que existió entre América del Sur y Australasia vía el continente Antártico en momentos en que no existía el casquete de hielo”, explica Iglesias. El enfriamiento climático posterior produjo la extinción de muchas especies que estaban adaptadas a temperaturas cálidas en Patagonia, pero "las araucarias del bosque misionero y el Pehuén en los bosques andinos quedaron como únicos relictos en América del Sur de un grupo mucho más diverso”, agrega.
La especie fue dedicada a Alba Zamuner, una pujante paleobotánica argentina del CONICET que trabajó fervientemente con fósiles de Araucariaceas y falleció en 2012.