Adiós a la periodista Silvia Núñez

Es un domingo triste hoy, porque empezó con la noticia de la muerte de Silvia Núñez. Periodista rigurosa, espíritu indomable, que andará a partir de ahora por otras redacciones. Murió sin aflojar, dando pelea, contra un cáncer empecinado al que había derrotado antes, dos veces.

Silvia Núñez entró a una redacción por primera vez en 1992. Fue en Fotheringham 445, donde ya funcionaba La Mañana del Sur, aquel diario que se construyó como hijo putativo de Ámbito Financiero. Después de algunos primeros trabajos en el ámbito general de lo regional, puso su magnífico talento, su enorme disciplina, al servicio de las informaciones policiales y judiciales. Contribuyó a crear una sección atractiva, bien escrita, en la que no le costó nada transmutar la formación académica en el oficio cruel y desamparado que llamamos periodismo.

A los pocos años, allá por 1995, el director del grupo, Julio Ramos, la eligió para integrar la Mesa de Redacción, es decir, el grupo de secretarios que conducía al equipo. Allí nos sentamos al mismo mueble, junto a Dante Marín, y, después, Mario Cippittelli. Silvia conducía sin complejos ni mayores dudas. Había nacido para eso: su capacidad organizativa era natural, espontánea. Su firmeza pronto despertó admiraciones y odios. Verla trabajar a Silvia era un manual de periodismo puesto en escena en el ámbito donde ya no hay tiempo, donde el tiempo ya se terminó.

Estuvo en esa Redacción hasta que se pudo. El cambio de dueños del diario, las transformaciones ingratas a la que nos vemos sometidos por razones ajenos al periodismo estricto, terminó haciendo que, al igual que otros, se fuera de ese edificio emblemático, el mismo que albergó al Sur Argentino, al Diario del Neuquén, y que ahora sigue cobijando a La Mañana.

Pasó por un trabajo en el sindicato UPCN, atravesó etapas de docencia universitaria en el Instituto Séneca, recaló como contratada en el Estado, siempre procurando no perder su esencia de periodista, y viendo crecer y desarrollarse como persona a su hija, Rocío.

Un día, hace cinco años, la llamé por teléfono y le pregunté si quería volver a hacer periodismo, periodismo de verdad, con todas las letras. Me dijo que sí enseguida, con esa sonrisa hermosa con la que siempre la recordaré.

Desde entonces, se transformó en una pieza vital para Prima Multimedios. Aprendió rápidamente a conducir un canal de televisión, las radios, el portal Mejor Informado. Hizo discípulos/as, enseñó, marcó línea de rigurosidad, de atención, trazó la frontera entre lo que se puede hacer y lo que está vedado, entre la buena práctica y las aberraciones de un oficio que a veces sentimos como perdiéndose en la niebla de los intereses políticos y económicos.

Sabíamos, ahora, que la pelea era dura, casi imposible. Pero no la veo derrotada. Ella ganó, se impuso al frío del olvido, que es lo que importa.