"No me quiero ir de este mundo sin saber qué hicieron con mi hijo", dijo a sus 95 años y con voz firme Inés Ragni ante los jueces del Tribunal Oral Federal de Neuquén, en noviembre del año pasado, en su última declaración por la desaparición de su hijo Oscar, en el juicio contra dos exfuncionarios judiciales de la última dictadura militar.
Esa mañana, en una nueva audiencia del juicio por delitos de lesa humanidad, que todavía se desarrolla en la ciudad de Neuquén, Inés mostró su pañuelo blanco y afirmó “este pañuelo es el símbolo de la libertad”. Ese pañuelo, como portador de vida lo llevó en su cabeza Inés Rigo de Ragni, integrante de Madres de Plaza de Mayo filial Neuquén y Alto Valle, fallecida este domingo, durante más de 47 años de lucha y coherencia.
Como Oscar, su compañero de vida y de lucha –que falleció el 18 de julio pasado-, Inés se fue de este mundo sin saber que hicieron con su hijo que tenía 21 años cuando el 23 de diciembre de 1976 las fuerzas represivas lo desaparecieron en Neuquén, donde había llegado proveniente de La Plata, para pasar las fiestas con su familia. Oscar estudiaba arquitectura en La Plata. "Yo esperaba a mi hijo que viniera de La Plata, que estaba estudiando, fue lo más lindo que tenía en mi casa. Preparamos un almuerzo. Pero en mi casa no almorzó nadie ese día", relató.
“No es odio lo que me moviliza sino justicia. Pido justicia por mi hijo y por los 30.000 desaparecidos”, dijo en la sala colmada del tribunal y como en cada paso que dio por las calles de Neuquén con su pañuelo blanco y acompañada por una sociedad que aún sigue reclamando verdad y justicia por los desaparecidos durante la dictadura militar en tiempos donde quienes cometieron los más atroces delitos contra la dignidad humana son visitados en las cárceles, donde cumplen sus condenas, por legisladores que quieren beneficiarlos con prisiones domiciliarias o indultos.
"Yo y mi esposo queremos saber: ¿quién se lo llevo y dónde lo llevó?, si lo mataron, ¿quién lo mató?, ¿lo enterraron, dónde está enterrado?", preguntaba insistente Inés. Cada vez que Inés declaraba en los juicios, hablaba o estaba presente en movilizaciones apoyando en sus reclamos a trabajadores y organizaciones sociales, era un acto de resistencia.
Con esa fuerza que la caracterizaba, a pesar de su avanzada edad, Inés y su compañero Oscar, y su compañera de lucha, Lolin Rigoni, esta mujer con 96 años a fines de marzo de este año estaba estoica en el lugar donde estuvo el centro clandestino de detención “La Escuelita”. Fue durante una inspección ocular que se llevó adelante por orden del tribunal en el marco del octavo juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en la región entre 1976 y 1983 que investiga el accionar durante ese período del ex juez federal, Pedro Laurentino Duarte y el ex fiscal federal, Víctor Ortiz, imputados en este proceso judicial.
Allí estaba Inés, sentada en una silla pisando los escombros de lo que alguna vez fue el mayor centro clandestino de detención y torturas que funcionó en la región en esos años de terror. En un momento fijó sus ojos de madre en los de la jueza María Paula Marisi_ y le confesó: “Me despierto de noche y digo ‘¿Oscarcito está ahí, debajo de ese cemento?´”.
En cada marcha, en cada acto, en cada juicio, en cualquier rincón donde estaba presente Inés, junto a Lolin, irrumpía ese cántico de “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”. Acaso porque, como dijera alguna vez a historiadora y actual rectora de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo), “Ellas sentaron las bases de una pedagogía de la verdad. Ellas fundaron una pedagogía de la memoria y de la justicia, nos enseñaron que sin ello no hay futuro colectivo posible”.
Inés murió este domingo pero dejó un legado: el de estar siempre en la calle, porque no hay que perder la memoria para buscar la verdad y la justicia, pensaba esta mujer. Inés fue un estandarte en lo que respecta a los principios de la organización Madres, la defensa de la vida fue su causa, no solo la aparición con vida, y la vida es un derecho que defendió siempre. Nuinca dejo de recordar a las otras Madres de Plaza de Mayo de Neuquén y Alto Valle con quienes comenzaron ese largo camino de lucha como Beba Mujica, Feliciana Pichulman, entre tantos otras que como ellas en aquellos primeros años oscuros de la dictadura se juntaron y salieron a la calle para exigir la aparición con vida de sus hijos.
A quienes conocimos a esta querida Madre, en estas horas de dolor por su partida, la recordaremos en distintos momentos a través de sus palabras, testimonios, acciones. Así como la recordaré presente en la primera fila de asientos en la sala de audiencias donde se desarrollaban los juicios, encabezando las marchas cada 24 de marzo, también lo haré con alegría. Fue el 30 de abril de 2012, cuando cientos de neuquinos celebraron en una escuela junto a ellas los 35 años de las Madres de Plaza de Mayo. Esa noche, estuvo presente el historiador Osvaldo Bayer, que al ritmo de una batucada bailó con Inés Ragni (también lo hizo con Lolin). Allí estaba, el escritor y periodista que enarboló su ética y compromiso con las luchas populares junto a esas dos inmensas mujeres. Esa noche, Bayer definió que las Madres son el triunfo de la ética. Inés lo es.