Por la madrugada neuquina, cuando el frío corta la piel dos figuras se deslizaron en la esquina del Hospital Castro Rendón con más desesperación que disimulo. Eran las 05:25 de la mañana del viernes, y lo que parecía ser otra escena olvidable de la ciudad, terminó bajo el implacable ojo de la ley... o mejor dicho, del domo de vigilancia.
La operadora Acuña, en la División de Monitoreo Urbano, observaba las cámaras cuando un destello amarillo —un cortacadenas brillante como la intención delictiva— la alertó. Allí, en la intersección de Buenos Aires y Alderete, un hombre intentaba romper la traba de una Zanella Blitz 110 cc. A su lado, una mujer lo acompañaba con la resignación de quien sabe que el plan es malo, pero ya es tarde para bajarse.
No sabían que en ese momento eran protagonistas de una novela corta de final previsible. Porque apenas vieron acercarse el móvil policial, intentaron escapar. Guardaron el cortacadenas en una mochila como si eso pudiera borrar la escena. Pero no. A los pocos metros, la calle los tragó en forma de patrullero.
Dos sospechosos, una Blitz y un destino anunciado
La motocicleta no fue robada. El intento fue tan torpe como visible. El dúo fue demorado en el acto por personal de la Comisaría Primera y trasladado ante la Fiscalía de Robos y Hurtos, bajo la figura de tentativa de robo.
La moto, testigo involuntario, quedó ilesa. El cortacadenas, secuestrado. Y los protagonistas, con más tiempo para pensar en sus decisiones, pero esta vez tras las rejas o frente a un escritorio judicial.
Cierre sin gloria
No hubo persecución de película, ni escape audaz, ni coartada de medianoche. Solo una cámara vigilante, una Zanella con traba firme y una mala idea que no alcanzó a ser crimen pero sí papelón.
En la ciudad que nunca duerme, hay quienes sueñan con escapar montados en una moto ajena. Pero como dice el dicho: no toda Blitz termina en carrera.