El 26 de mayo de 1907, en una ciudad que apenas nacía entre las bardas y el viento, un hombre encendía por primera vez las planchas de una imprenta. No era un acto menor. En aquel Neuquén de casas dispersas y calles de polvo, la palabra escrita todavía era un lujo lejano. Pero para José Edelman, inmigrante rumano y pionero silencioso, imprimir era algo más que un oficio: era construir comunidad.
La imprenta de Edelman fue la primera del territorio. Un pequeño local donde no solo se imprimían volantes y documentos oficiales, sino también ideas. Allí nacieron los primeros folletos, las primeras guías comerciales y, apenas un año después, el primer diario de la ciudad: el semanario Neuquén, que fundó junto a Abel Chaneton en 1908. Entre tintas y tipografías, empezaba a tejerse la identidad de una ciudad que aún no soñaba con ser capital provincial.
Una revolución silenciosa
Edelman no llegó con títulos ni grandes capitales. Llegó con herramientas, oficio y una convicción firme: que una sociedad sin palabra impresa es una sociedad sin memoria. Su imprenta era también librería, encuadernadora y espacio de encuentro. Se imprimían desde decretos hasta programas escolares. Desde guías para agricultores hasta panfletos políticos. Neuquén empezaba a leerse a sí misma.
El semanario Neuquén, además, fue mucho más que un periódico. Fue un actor político y cultural. Desde sus páginas se discutían ideas, se cuestionaba el poder y se construía ciudadanía. No por casualidad, uno de sus fundadores, Chaneton, fue asesinado en 1914 tras un enfrentamiento ideológico con sectores conservadores. El periodismo en Neuquén nacía con coraje.
De inmigrante a fundador
José Edelman había llegado desde Rumania en 1891 y se instaló en Neuquén en 1904, cuando el territorio era todavía un proyecto. Su historia es también la de cientos de inmigrantes que no solo buscaron un futuro, sino que se dispusieron a construir el de todos. Lo suyo fue un aporte invisible pero profundo: dotar a la ciudad de una herramienta para pensarse, comunicarse y proyectarse.
En 1912 publicó la Guía Comercial Edelman, un documento pionero que incluía información sobre comercios, actividades productivas y datos útiles para habitantes y visitantes. Era una radiografía del Neuquén que emergía entre el comercio, el campo y los ferrocarriles.
Un legado que aún imprime memoria
La historia de Edelman no termina en las páginas que imprimió. Su hijo, Ángel Edelman, fue el primer gobernador constitucional de la provincia, en 1958. Y el edificio donde funcionó la imprenta fue declarado Monumento Histórico Municipal, en reconocimiento a su valor simbólico y cultural.
Hoy, a 117 años de aquella primera impresión, vale la pena mirar hacia atrás y recordar que no hay ciudad sin relatos, ni identidad sin palabra impresa. José Edelman entendió eso cuando nadie más lo veía. Y con cada letra fundida en plomo, le dio a Neuquén algo más valioso que una imprenta: le dio voz.