CRÓNICAS NEUQUINAS

En Aluminé nació la primera industria textil neuquina

Fundada por un croata estudioso y enamorado de la cultura mapuche, enviaba telas a tiendas como Harrods-Gath & Chaves, y hasta vistió a Marcelo T. de Alvear cuando asumió la Presidencia.
domingo, 4 de diciembre de 2022 · 00:00

(Por Ana María de Mena para Más Neuquén)

Juan Benigar nació en Zagreb (1883) y estudió Ingeniería en la Universidad de Praga. Se decía esloveno por formación, croata por el lugar de nacimiento e “hijo espiritual de la Patagonia”.

Hablaba catorce idiomas, publicó ensayos y fue teósofo. Llegó al país en 1908 y viajó al sur. En Colonia Catriel conoció a Eufemia Barraza, quien lo acercó a la cultura mapuche. Se casó con ella y la llamó Sheypukiñ.

Trabajó en varias chacras rionegrinas donde nacieron algunos de sus hijos. Después de muchas adversidades se mudó a Quilla Chanquil. Allí falleció su esposa.

Con once hijos fue a trabajar a la estancia Pulmarí y luego se estableció en lo que llamó “el Manzanal de Poi Pucón”. Más tarde se casó con Rosario Peña con quien tuvo cuatro hijos.

Juan Benigar

La tejeduría

Eufemia lo instruyó sobre el telar vertical mapuche con el que tejía prendas y accesorios hogareños. Él lo modificó y confeccionó telas para vender. Llamó a la tejeduría “Industria Textil Sheypuquiñ”. Carlos Ortíz, depositario de su acervo intelectual, cuenta que él decía “Fábrica Textil Sheypukiñ”.

En una carta de 1937 al Gobernador del Territorio Gral. Enrique Pilotto, Benigar cita la precariedad de los indígenas de Aluminé “y le ofrece el diseño de un telar hidráulico de su invención para dar trabajo a los pobladores”.

En “J.Benigar, el sabio que murió sentado” de Víctor Sulcic, el autor cuenta que le oyó decir:

“… En estos momentos tengo comprometida la producción hasta muy entrado el mes de octubre y pierdo muchos pedidos por la imposibilidad de darles abasto. Debido a enfermedades, dos años hemos quedado algo atrasados en el metraje producido, pero, desde diciembre pasado, vamos con nuevo impulso, por la vuelta de una hija muy buena hiladora.”

Su hijo Alejandro Mañqué relata a Lucas Guevara y Rosana Süther en notas de La Mañana del Sur (febrero de 2003):

“…Todos sabíamos hilar (…) y ahí teníamos ovejas, se esquilaba, se lavaba la lana y se hilaba la lana, ¿vio? (…) y ahí hilábamos, mis hermanas y los varones también cuando estábamos en la casa en invierno (…). Tres, cuatro horas y hacíamos tres mil, cuatro mil metros de hilo porque todo eso iba medido ¿vio? … porque según la medida del hilo se hacía el tipo de tela …”.

En esos artículos, Ambrosio Millallamcú, otro de los hijos dice:

“Duraba una semana la urdía de la pieza de tela. O sea, toda la porción que se hacía. Cuarenta, cincuenta metros, un carretel grande tenía, como diría, unos tres metros de diámetro. El ancho tenía más de un metro; la tela salía de noventa. (…). Siete, ocho mil metros por día sacaba. Le dábamos; teníamos una mujer que nos preparaba la lana, lavaba la lana, limpiaba la lana, la choriceaba, así era una montaña de lana, eso nos aguantaba poco…”.

Benigar construyó cerca de su vivienda, un resguardo de adobe para instalar husos, bastidores, lanzaderas y otros elementos de la tejeduría. El telar se accionaba con la fuerza hidráulica del agua del canal que había construido desde su casa hasta Carrilil.

En el Museo Municipal “El Charrúa” de Aluminé, se conservan algunas de esas piezas y retazos de tela.

Prenda con etiqueta de Harrods que está en la Sala Benigar del Museo Municipal de Aluminé.

Desde la extrema humildad en que vivía, Don Juan, así lo llamaban en Aluminé, mantuvo correspondencia con funcionarios y personalidades como Martín Etcheluz, José Imbelloni, Arturo Capdevila y Félix San Martín.

José Peterlin conoció a Benigar y escribió su biografía en la que Santiago de Larminat, de la estancia Cerro Los Pinos, cuenta:

“… Le prevengo que es un género magnífico y de gran duración (…) que él prepara con la combinación de dos colores distintos; uno, del blanco con el gris, y el otro, del gris con el marrón. También el teñido de la lana lo hace él con una mezcla de anilinas alemanas con unos pigmentos vegetales, de corteza de lenga y otros árboles”.

“De los indios aprendió a colorear la lana. La chilca, muy difundida en la cordillera es muy buena para dar color. Empleaba sus hojas secas, pero tenía que teñir la lana hasta veinte veces. Cuando comenzó con el empleo de hojas frescas, era suficiente sólo con tres baños para lograr el color negro y dos para el marrón. Con agregar a la solución dos tercios de anilina, consiguió un color uniforme.”

El Dr. Gregorio Álvarez en su historia neuquina afirma “… las piezas de cuarenta metros por noventa centímetros de ancho, en seis colores distintos, las despachaba por correo”. Esos colores eran negro, marrón, blanco, gris, verde oscuro y gris claro. La combinación de ellos y distintas tramas daban un surtido variado para los compradores.

Las adquirían personas de buena posición económica que apreciaban la calidad y podían pagar la confección de prendas a medida que hacían con ellas.

Antiguos vecinos de Aluminé cuentan que enviaba telas a Harrods y Harrods-Gath & Chaves, las grandes tiendas que ofrecían productos e indumentaria de marcas reconocidas del país y el exterior.

El sr. Jorge Berghmanns, vecino de San Martín de los Andes al que acudió a consultar Llamcá Benigar, hijo de Don Juan, recuerda que le contó cosas del padre y mencionó que Marcelo T. de Alvear asumió la Presidencia vistiendo un frac realizado con paño de Industria Textil Sheypukiñ. Es probable que el sastre la comprara en Harrods.

En el Museo de Aluminé hay cartas con pedidos de telas de Elena I. Dick, de Ayacucho; de Juan Lino Irigoyen y Cia; de la Estancia San Juan de Tornquist y de Colonia Barón, La Pampa.

Hay encargos desde Zapala, del Dr. Osvaldo Pesqueira de la Clínica Chachil y con membrete de Eduardo Larsen Bille Compra y Venta de Hacienda. También solicitudes de Roque Fosbery, Octavio Rivarola y Horacio Fernández Beschtedt de San Martín de los Andes y desde San Carlos de Bariloche.

En la Biblioteca de la Junta de Estudios Históricos de Neuquén (archivo Benigar) hay pedidos de Janet Alexander de Estancia Alicura; de Alfredo Asmar de Neuquén y de Matilde G. B. de Domecq de Cnel. Pringles, Buenos Aires.

 

Una tela símbolo

Al tejido de Don Juan se lo llama paño, lana, gabardina, género rústico, casimir…

En la entrevista nombrada, Alejandro Mañqué dice: “…de acuerdo a la pisada según los pedales, uno hacía la tela que quería hacer…espigada, lisa, jaspeada, en fin, de distintas cachemiras…”. Seguramente aludía al casimir porque la cachemira se producía con pelo de cabras criadas en el Tíbet o en China. 

Detalle del tapado confeccionado hace setenta años. Foto de Constanza Natalini.

La sra. Alicia Ayoso, hablando del paño de Benigar usado en un tapado propio, contó: “… Se le llamaba de muchas formas, pero Don Juan decía que era homespun”.  Este hilado se define como: tejido sencillo/tela casera realizada artesanalmente.

Vale señalar que el homespun fue empleado como emblema por Gandhi. La India producía hilados para las fábricas textiles inglesas que hacían los géneros que luego vendían a las clases populares hindúes. Gandhi advirtió que Gran Bretaña abandonaría la India cuando ésta dejara de ser buen negocio, entonces propuso producir telas en el país para no comprarlas a Inglaterra.

Llamó a recuperar la tradición de hilar con el lema “Todos a sus ruecas” y generó un cambio de consumo incentivando el patriotismo. Él empezó a usar un paño como calzón y dialogaba con diplomáticos mientras hilaba en una rueca. Hay fotos que lo testimonian… y fueron una insignia independentista.

De a poco los hindúes reemplazaron las telas inglesas por el homespun, convertido en sinónimo de resistencia pacífica. La rueca está en la bandera de 1931.

Agreguemos que Benigar era teósofo y la Sociedad Teosófica tiene sede central en Adyar, en la India. Él había leído y comentado los libros “Estancias de Dyzan” y “Conversaciones Teosóficas de Adyar”. Aún en la lejanía y aislamiento de Poi Pucón, estaba informado.

Probablemente eligió producir homespun como divisa liberadora, porque contribuir al mejoramiento indígena fue una preocupación suya permanente.   

Sobre ese propósito dice Peterlin“…tenía el proyecto de formar una cooperativa familiar, con miras a ocupar unas cien familias. El general Solari se entusiasmó tanto con este proyecto, que destinó una parte de tierras fiscales para la cría de las ovejas y vacunos. El estado financiaría las máquinas más adecuadas, las que serían amortizadas con la propia producción. Alvear aprobó el proyecto y pidió una nueva y moderna turbina Banqui, pero ésta nunca llegó a Aluminé”. Se refiere a la turbina de flujo cruzado ideada por Donát Banki y otros europeos.

Peterlin no dice dónde consta la promesa de Alvear, pero éste visitó San Martín de los Andes durante su Presidencia y es posible que allí conociera el proyecto de Benigar, quien tenía clientes en esa vecindad.

Descendientes de Alicia Ayoso atesoran su abrigo en excelentes condiciones, setenta años después de fallecido Benigar (1850). En el Museo de Aluminé hay un saco de homespun con la etiqueta de Harrods. La prenda fue llevada por el sr. Carlos Ortíz, quien lo recibió del matrimonio de Beatriz González y Roberto Land, al enterarse que él guarda el acervo de Don Juan.

La vivienda de Juan Benigar en Poi Pucón

 

Industria pionera

En tiempos de dominación española, en lo que hoy es Neuquén, hubo intercambio de ganado, cueros, sal y mantas por chaquiras, tijeras, cuchillos, espuelas, estribos, armas, plata, y bebidas, entre pueblos vecinos. Durante la ocupación militar del territorio, se registran queserías familiares y saladeros.

El COPADE en un informe económico de 1910 dice: “La principal fuente de producción está representada en la actualidad por la ganadería y sus productos, cuyo estado demuestran los resultados que arroja el último censo”.

A principios del S. XX, la ganadería era la actividad productiva destacada, seguida por la pirquinería; y desde 1918 se inició el desarrollo de los hidrocarburos. Asimismo, fueron significativas la extracción forestal y la actividad maderera.

Un informe del COPADE de 1969 dice: “…la industria manufacturera localizada en la región está muy poco desarrollada comparada con otros centros industriales del país y es esencialmente de transformación de productos primarios agropecuarios”.

En cuanto a la industria textil es relativamente reciente. En los ’80, la Federación Lanera Argentina registra en la Patagonia las firmas Manufacturas del Comahue S.A.; La Pastora, un lavadero y una peinaduría de tejidos.

Benigar inició su labor mucho antes. Dice en su testamento “…la industria textil que paulatinamente y con no pocos sacrificios he perfeccionado desde sus modestísimos comienzos en 1917”.

Si bien no hay un registro empresario, la humildad en que él vivía y producía explica la ausencia. Sin embargo, su tarea se enmarca en lo que define a una industria: “actividad que transforma la materia prima para producir bienes que satisfacen necesidades del hombre”.

El formulario con que gestionó la ciudadanía argentina consigna su actividad: “de profesión industrial tejedor”. Es un detalle del trabajo fabril aceptado en un documento oficial.

Pese a la modestia, la tejeduría tenía organización administrativa ya que Benigar llevaba detalle de la producción, de la tarea de cada hilandero y pagaba según lo producido.

Sulcic transcribe sus palabras “…En una libreta que llevo aquí en el bolsillo, apunto todos los días los metros que produce cada uno de ellos y, al final, sumo los resultados de cada cual, y cuando cobro la mercadería vendida, se les abona religiosamente lo que corresponde, en proporción al metraje realizado. Como Ud. ve, una especie de cooperativa familiar, que nos permite -aunque modestamente- pasar la vida”

Aunque no hacía publicidad ni mercadeo, sus telas estaban posicionadas y eran demandadas por los consumidores, lo que califica a la tejeduría como emprendimiento exitoso.

Sheipukiñ con Ambrosio y Elena -Foto Museo Municipal y Centro de Interpretación "El Charrúa"

También la competitividad sitúa como pionera a Industria Textil Sheypukiñ, que abastecía a Harrods-Gath & Chaves, la tienda más prestigiosa del país que ofrecía gabardinas y casimires ingleses, tweeds y cheviots escoceses, junto al “homespun” de Benigar.

Se puede afirmar entonces, que la hilandería iniciada por Juan Benigar en 1917 en Río Negro, continuada en Quila Chanquil y con su apogeo en el Manzanal de Poi Pucón en lo que hoy es la Provincia de Neuquén, es la primera industria textil de esta provincia y una de las primeras de la Patagonia.

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