HISTORIAS AMERICANAS

Una hoja de papel azul se desvanece en el río Hudson

Publicamos aquí otra de las historias americanas, enviadas directamente desde Estados Unidos para Mejor Informado, por el periodista Norberto Masso.
lunes, 2 de diciembre de 2024 · 17:13

Al principio creyó que su padre tenia una novia, una vida paralela o algo así.

La sospecha tenía algún sentido: sus largas horas de trabajo como broker en la Bolsa de Nueva York que a veces se extendían por días y semanas, la ausencia casi total de información sobre su agenda repleta de compromisos y su repetida justificación a todo esto, resumida en la frase “tengo mucho trabajo”.

El hombre había emigrado a los Estados Unidos procedente de China tras el triunfo de la revolución comunista de Mao Zedong en 1949. Establecido en Nueva York formó su familia, empezó a trabajar en la Bolsa y en esa ciudad nacieron sus dos hijas. Cuando las niñas alcanzaron la adolescencia empezaron a aparecer las preguntas pero no así las respuestas.

Como –por ejemplo- aquella vez en que pasaron días y días sin tener noticias del padre hasta que se enteraron que se encontraba detenido en una cárcel de Túnez sin que se supiera la razón de esa detención y mucho menos qué estaba haciendo en el candente norte de África cuando su escenario habitual de trabajo era la refrescada Wall Street.

Al regresar a los Estados Unidos y a su hogar la respuesta del padre a sus hijas fue tan obvia como lacónica: “estaba en un viaje de trabajo y hubo una confusión”.

Lejos de aclarar las cosas, la respuesta oscureció totalmente el panorama y despertó en sus hijas la obsesión por descubrir qué clase de trabajo era en realidad el trabajo que tenía su padre.

Quien esto escribe tuvo la oportunidad de hablar largamente con la hija mayor de este hombre quien, como si se tratara de un apasionante thriller policial, desgranó sus recuerdos con la precisión de una novela de Agatha Christie.

Esta mujer, de delicados rasgos orientales pero más neoyorquina que Woody Allen, aún sigue viviendo en Nueva York y recordó que una noche en la que sus padres habían salido a cenar, su hermana menor irrumpió en su cuarto como poseída y, tomándola del brazo, la arrastró hasta el dormitorio matrimonial donde, sobre la cómoda, estaba el maletín de trabajo de su padre, usualmente cerrado con llave pero no en esta ocasión.

La jovencita abrió con cuidado el portafolios mientras su hermana mayor miraba con atención. Adentro había lo usual en un agente de bolsa, un productor de seguros o un vendedor de autos usados: una gruesa agenda, un par de carpetas con papeles, una serie de plumas y lápices y una resma de hojas de papel azul para escribir cartas, apuntes o mensajes. Nada del otro mundo, por ahora.

Pero la hermanita llevaba la ventaja de quien ha descubierto un misterio y, decidida a demostrar la importancia de su hallazgo, tomó una de las hojas azules y llevó a su hermana mayor al cuarto de baño.

Una vez adentro, tomó la hoja como lo haría un mago que se apresta a realizar un truco que, sabe, dejará boquiabiertos a los espectadores. Cuidadosamente hizo un bollo y tranquilamente lo dejó caer en el inodoro.

Cuando el bollo de papel azul tocó el agua por una fracción de segundos pareció estallar pero luego, simplemente, se desvaneció.

La hermana mayor estaba atónita, la menor sonreía triunfante.

Años después de esa experiencia, la hermana mayor recuerda que muchas veces habló con agentes de bolsa, pero ninguno dijo saber que existieran papeles con esas propiedades entre los enseres de trabajo de un broker.

Pasó el tiempo, las adolescentes se convirtieron en mujeres adultas, las dudas y preguntas continuaron y también la respuesta del padre: “tengo mucho trabajo”. Con el transcurso de los años su ritmo laboral se fue reduciendo hasta que finalmente llegó la jubilación, la enfermedad y finalmente la muerte.

La hermana mayor le contó a este periodista un episodio ocurrido durante el funeral de su padre, el cual desveló para siempre el misterio acumulado durante años y años de silencios y sospechas.

Contó la mujer que, en medio del desfile de pésames y llantos de su familia, un hombre se acercó hasta ella y poniendo su mano en su hombro buscó darle consuelo en ese trance doloroso.

Ese hombre era el sheriff del condado, quien había sido amigo de su padre por décadas y ahora estaba retirado.

El hombre, sin sacar su mano del hombre de la mujer, le preguntó:

-¿Sabías que tu padre tenia otro trabajo?

La mujer lo miró como si presintiera la aparición de la verdad.

-Siembre sospeché que tenia otra vida pero nunca pude develar el misterio, respondió.

El sheriff la miró a los ojos y le dijo:

-Tu padre trabajó por años para “la Agencia”, lo reclutaron en China y lo trajeron a los Estados Unidos con su trabajo en Wall Street asegurado como cobertura. Nunca se los dijo porque no quería que su familia se viera involucrada en su riesgosa actividad.

Cabe aclarar que “La Agencia” es la forma coloquial con la que se conoce en la comunidad de inteligencia y seguridad de Estados Unidos a la CIA (Central Intelligence Agency).

El tranquilo broker chino de la Bolsa era en realidad un espía americano.

Gracias a la generosidad del sheriff esta mujer pudo saber, entre otros secretos, que el episodio de Túnez, ocurrido en plena Guerra Fría, tuvo lugar porque el padre fue detenido cuando realizaba una operación de espionaje en ese país norafricano y finalmente fue liberado como parte de un canje de espías americanos por espías soviéticos. Ese episodio hizo que no volviera a tener misiones fuera de los Estados Unidos.

Tras una pausa, la mujer confesó a este periodista: “En algún sentido, ese día hice las paces con mi padre” y terminó su historia con una memoria que aún pervive en su corazón.

Tiempo después de la partida de su padre, ella paseaba por la costa del rio Hudson que bordea uno de los flancos de la isla de Manhattan. Tenía consigo un libro que su padre le obsequiara poco antes de morir y que, por distintas razones, importantes o irrelevantes, no abrió ni leyó.

Era una antología de poemas de Robert Frost, uno de los poetas más importantes del siglo XX en los Estados Unidos.

Recostada en la baranda que mira al rio Hudson, la mujer abrió el libro y algo llamó su atención: introducida entre las páginas había una hoja de papel doblada en cuatro a modo de señalador.

Una hoja de papel azul de las que su padre guardaba en su maletín. Las hojas mágicas que desaparecían al tocar el agua.

En ella había un mensaje escrito por su padre. Eran unos versos del poema “The road not taken” (El camino no tomado), uno de los escritos más famosos de Frost y decía así:

“Dos caminos se bifurcaban en un bosque, y yo
tomé el menos transitado,
y eso ha hecho toda la diferencia”.

“Esos versos respondían todas nuestras preguntas” dijo la mujer a este periodista y agregó: “entonces tomé la hoja, delicadamente hice un bollo con ella, lo besé y me despedí de mi padre dejándola caer en las aguas del Hudson”.

Al tocar el agua fría, la hoja de papel azul se desvaneció.

Tanto como ese dolor que finalmente dejamos atrás.

 

 

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