Era una mañana más que empezó como cualquier otra para un hombre de 40 años que circulaba en su Honda Tornado 250 XR por la intersección de Calle 12 de Septiembre y Solalique. Venía desde Melipal con destino a la terminal, en cercanías de su lugar de trabajo. Pero lo que no imaginaba era que dos sombras en moto negra lo tenían marcado.
Los delincuentes, con cascos puestos, se acercaron sigilosos por detrás. Sin que la víctima alcanzara a reaccionar, uno de ellos sacó una tenaza grande, la misma que usan para cortar cadenas y candados. De un golpe seco impactó y lo desestabilizó al instante provocando que el hombre cayera al piso.
Una vez en el suelo, desconcertado por el ataque, vio cómo le arrancaban la moto, dejando atrás el ruido de escape y la sensación de impotencia. Pronto los hombres se perdieron en lo profundo del oeste neuquino dejando al hombre desolado y con un fuerte dolor de espalda.
Así, lo que comenzó como una jornada más para este hombre se convirtió en un choque brutal con la realidad: de un lado, el mal trago de la agresión y la pérdida; del otro, la amarga anécdota que ahora carga cada vez que piensa en la calle donde le robaron la vida cotidiana.