Nido de las manos

Memoria de la piel

Entrevistas con 50 mujeres de distintas partes de Argentina confesando sus amores. Así comenzó “Memoria de la piel”, el proyecto artístico de Cecilia Tappa que comienza con un vestido y deconstruye el relato del amor. 
lunes, 1 de julio de 2019 · 08:25

Por Carla Barbuto

La artista neuquina Cecilia Tappa nos va llevando. Nos habla de su arte, de Neuquén... Y así, como de pasada, nos cuenta “Memoria de la piel”, un proyecto artístico que comienza con un vestido y sublima en el amor; y nos confiesa cuál es el objeto que guarda su huella más querida. Una delicia de entrevista.

¿Cómo contaría tu obra?
Mi obra fue creciendo conmigo. Es una especie de realidad virtual que va sucediendo a través de mí,( o conmigo) en mis búsquedas.  Se despliega sutilmente desde la idea, la sensación, el contacto con el material, lo que encuentro en el devenir de lo cotidiano, lo que intuyo y lo que observo. Va de la mano con lo que es mi vida en cada época. Podría decir que es ella  quien me revela el tema que me ocupa, me conmueve, me atraviesa en cada momento . A veces siento que voy dormida por la vida: sus rutinas, el ritmo del día a día y es en la obra, que una parte más lúcida o quizás más sabia de mí, se manifiesta.

¿Qué peso tiene Neuquén en esta realidad virtual?
Neuquén es mi presente y no escapa a ese movimiento interno que luego se materializa en la obra. Dar clases, estar en contacto con otros que comparten experiencias; vivenciar este paisaje; sentir este clima, caminar todos los días mi barrio hacia el río. Observar la gente, los lugares, las calles, los árboles...Reconectar con mi ciudad natal y despertar los recuerdos. Reencontrar la familia, lo familiar... Todo esto es  parte de quien estoy siendo ahora y en mi obra existe de manera sutil, ese "aire". No es descriptivo, ni literal, es una cualidad distinta que me produce nuevas sensaciones y nuevos pensamientos. En otro contexto no me sucedería lo mismo, no produciría igual.

Y llegamos a  “Memoria de la piel”..
Es un proyecto muy antiguo, que tuvo varias épocas. Es parte de mi obra y por alguna razón que aún no descubro, tiene un proceso lento y muy profundo. Es una serie de textiles y un trabajo en red con mujeres. Comencé a desarrollar este proyecto hace más de diez años. A diferencia de toda mi obra anterior, que siempre fue pictórica, tiene formato de instalación textil (una parte de él). Luego, comenzó el rizoma.
El inicio fue a través de una invitación a mujeres de mi entorno a participar del proyecto , donde yo les proponía que me trajeran material para construirles un "vestido" que sería una suerte de tapiz, mapa, piel de la memoria de cada una de ellas. La propuesta giraba alrededor del tema del amor, de cómo construimos nuestras relaciones amorosas. Porque de alguna manera al preguntarme y preguntarles esto (hace ya muchos años), hoy veo que el trasfondo era comenzar a deconstruir el relato que tenemos sobre el amor.
Así comenzó un intercambio maravilloso de historias guardadas: historias de amor y desamor, de maternidad elegida o no, de postergaciones, abandono, dolores, abusos, violencia, exilios, secretos… Mucho, mucho salió de cada entrevista personal con 50 mujeres  de diferentes lugares del país, como San Martín de los Andes, Neuquén, Córdoba y Buenos Aires.

Y el proyecto ahora tiene otros pilares, ¿no?
En un momento decidí que quería compartir esto con otras artistas y ahí se sumó Andrea Elizondo (de Traslasierra, Córdoba) en la escritura de los relatos de “Memoria de la piel”; Clarisa Deón, también de Traslasierra en el diseño del libro, catálogo y otras propuestas gráficas. Realicé un video-presentación, que estuvo a cargo de Victoria Bornaz (Neuquén y Buenos Aires). Con ese video participamos en noviembre 2018 en el Festival por los 100 años del voto femenino en Berlín, convocatoria organizada por la productora Karne Kunst a artistas de Latinoamérica. Y con una instalación textil adaptada, en la exposición “Para todes tode”, en el Centro Cultural Haroldo Conti de Buenos Aires, en marzo, abril y mayo de este año.
Trabajar en red se hizo maravilloso, el intercambio nos da nuevas fuerzas, nuevas ideas, hace a algunas mujeres replantearse cosas, incluso comenzar a crear, desde sus diferentes áreas. Nos conecta con otras realidades y a la vez nos revela que tenemos inquietudes, preguntas, angustias, silencios en común. Un rizoma que no para y se hace cada vez más amplio.

Aunque empezó hace 10 años, lo seguís repensando...
Me interpela constantemente porque desde el nuevo formato, los materiales que me aportan las mujeres, suelen ser un desafío: ¿Cómo adaptarlos al tul, que es el soporte elegido para los textiles? También como creadora y directora del proyecto, organizo la producción artística, tanto la mía como la de las otras artistas participantes. Intercambiamos ideas, leemos, nos conectamos de todas las maneras posibles porque yo vivo en Neuquén y las otras en Córdoba y en Buenos Aires.
Hay en el medio: viajes, exposiciones, surgen más ideas (lo del rizoma), nos presentamos a concursos, residencias, etc.  Sin contar que también tengo que conseguir fondos económicos para desarrollar este proyecto; hasta ahora la Legislatura de Neuquén, Cooperativa Calf, Fiduiciarias S.A. son nuestros auspiciantes.

Para terminar, si tuvieras que elegir un objeto que guarde tu huella más querida, ¿cuál sería?
Sería el cuaderno de cartas que escribí a mi hija desde que supe que estaba embarazada. Le regalé ese cuaderno a sus 10 años y luego cada año le agrego una carta. La escritura en cuadernos varios (también de bocetos), son mi huella más auténtica e íntima.

Un intercambio delicioso, que comenzó con el aire neuquino, pasó por la promesa de un vestido movilizador de arte y se fue con cartas que hablan del infinito amor de madre.

 

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