EDITORIAL

Scioli, Macri y después

El calor de la campaña saca muchos trapitos al sol, en realidad son los antecedentes que duermen en los archivos. No venimos de un repollo, no nos anteceden los marcianos ni los repollos.
domingo, 1 de noviembre de 2015 · 04:56
Parece una verdad de Perogrullo decir que cada candidato es una puerta a distintas alternativas que interpretan dos maneras de manejar el Estado. Dos visiones políticas y dos maneras de llegar al poder. Cada ciudadano hará su valoración, ponderará su decisión de acuerdo a lo que cree que debe ser el rumbo del país. Así como lo hemos vivido en estos últimos años la Argentina se enfrentará a dos opciones: continuidad o cambio.
Estas dos visiones de la Argentina implican un rotundo momento en la vida de cualquier ciudadano, significa poner sobre la balanza todo lo que hay y todo lo que se arriesga cuando se decide cambiar. Es un momento donde el coraje y la razón  se sientan a debatir entre lo que debe ser y lo que es. Lo que tengo logrado y lo que aspiro como idea de país y de administración. Son horas que generan mucha angustia en aquellos que buscan la justa razón al momento de emitir su voto. La idea de lo justo y lo mejor para el país. Dos ideas que confrontan la cosmovisión de cada uno de los argentinos. Se llega a este instante con mucha tela atrás; mucha confrontación, mucha ira y la racionalidad ha cedido paso a la pasión. Una típica situación en la Argentina que creció al calor de las dicotomías y los enfrentamientos fratricidas. Algo para tener en cuenta a la hora de opinar y de juzgar.
El calor de la campaña saca muchos trapitos al sol, en realidad son los antecedentes que duermen en los archivos. No venimos de un repollo, no nos anteceden los marcianos ni los repollos. Somos el producto de los años de gestión política. La misma que hace apenas 32 años se presentó como la salida a la vida, la libertad y la justicia. Todo este tiempo transcurrido desde aquel histórico 30 de octubre de 1983 corre por cuenta de la política y los ciudadanos, no hay ningún cuco ni ningún monstruo escondido detrás de las decisiones que se han tomado y que han marcado la vida de la república y de la Nación. Somos el producto de lo que hemos decidido a lo largo de estas tres décadas. La primera decisión entonces debe ser hacernos cargo de lo que somos. Este país es el país que hemos elegido en todo este tiempo, si no somos mejore es porque hemos decido ser al elegir nuestros representantes. Somos los mandatarios de nuestros mandantes, si no hemos ejercido nuestra ciudadanía no es sólo un problema de quienes mandan sino que también debemos ejercer como mandantes. Verdad de Perogrullo no? Pero verdad que marca la responsabilidad que debemos ejercer en nuestra condición de ciudadanos.  
Tan extensa introducción trata de ser una respuesta a la hipócrita actitud de una inmensa cantidad de ciudadanos que elige las redes sociales para atemorizar y preconizar cuales serían las consecuencias de votar a uno u otro candidato. En pocas palabras, el miedo y la descalificación como argumento político. Una forma de eliminar uno de los fundamentos esenciales de la política, tal cual es el debate y la fundamentación de la decisión de cada uno de los decisores. Acto de negación y evasión de un una responsabilidad esencial como el derecho a elegir.
El escenario surgido tras la elección del 25 de octubre ha puesto sobre el tapete lo que hemos construido políticamente en los últimos 20 años. Las figuras que llegaron a segunda vuelta que regla la Constitución Nacional son dos productos nacidos al fragor de la década neoliberal que tanto denuesta el gobierno actual. Los ciudadanos debiéramos tener en cuenta la congruencia de la historia y evitar los relatos que se acomodan a las circunstancias políticas o a las coyunturas históricas. Ayer neoliberales, hoy nacionalistas. El mercado o el estado;  el reparto o la austeridad. 
Los derechos adquiridos son logros ciudadanos que deben defenderlo quienes construyen la realidad. Y la realidad es una construcción colectiva de todos los habitantes de la Nación. Votar debe ser una cuestión natural sin tanta tensión ni crispación. Es un derecho a ejercer con responsabilidad y criterio. Salir de esta situación de tensión es una obligación ciudadana, una forma de enviar el mensaje a quienes desde su responsabilidad de poder no están a la altura de sus responsabilidades.
Recordar derechos elementales es un parámetro de donde estamos parados tras tres décadas de democracia, hay que hacer un esfuerzo y salir de la tan arraigada costumbre de definir nuestras decisiones como si tratara de la vida y la muerte. Un esfuerzo ciudadano sería tan aleccionador para quienes dirigen como productivo para quienes padecen las decisiones que se toman desde el poder. Es un momento clave para señalar al poder que hay un tiempo de quiebre y que ese quiebre no les pertenece a ellos sino a los ciudadanos. Es un tiempo de los ciudadanos, ejercerlo o renunciar a ello es un acto particular y con consecuencias. 

 

M.E.G.  



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