OPINION: Mario E. Gonzalez
No es por amor ...tonto!
Del radicalismo K a este radicalismo PRO hay ausencia de política partidaria suplantada por el protagonismo individual de algunas figuras. No existe una definición ideológica partidaria, qué es la UCR? Un partido socialdemócrata como quería Alfonsín o un partido socialcristiano como apuntan algunos otros dirigentes. Desde qué lugar confronta con el populismo gobernante? Estas son algunas de las preguntas que de tener respuesta seguramente tranquilizarían a más de un afiliado y/o militante. Por ahora queda esta sensación de ver un partido histórico que se suma como vagón de cola a una fuerza neoconservadora.
La noticia de que la UCR acordó acompañar la propuesta del PRO ha generado opiniones de todos los frentes políticos. Una decisión fuerte la que tomó la fuerza centenaria; en estos 32 años de vida democrática en forma ininterrumpida el radicalismo ha sido gobierno en dos ocasiones. La primera de ellas con Raúl Alfonsín quien fue el primer hombre en vencer al peronismo en elecciones libres y democráticas. Luego Fernando de la Rúa llegaría al gobierno en una alianza con el Frente Grande, la segunda oportunidad en que el radicalismo se asociaba a otras fuerzas para disputar el poder. La anterior ocasión había sido la Unión Democrática a poco de fundarse el peronismo. Siempre las alianzas contra alguna figura o partido arrojaron resultados que están a la vista, son propuestas a término, se acaban en el mismo momento que cumplen su cometido. De ahí al fracaso, un paso. No es una opinión, es el resultado de la experiencia histórica. La de Arturo Umberto Illia fue una experiencia fallida por deslegitimación de origen al surgir de elecciones donde el peronismo estaba proscripto, no logró legitimarse por medio de la gestión. Sus extraordinarios logros aun siguen siendo negados.
Las credenciales democráticas del radicalismo fueron cuestionadas hasta que en 1983 Alfonsín derrota al peronismo por primera vez en su historia. Desde allí hasta aquí el nuevo tabú que ha debido enfrentar es el de su incapacidad para gobernar. Los impetuosos años del kirchnerismo transitan sus últimos meses.
No habrá kirchnerismo sin un kirchnerista en el sillón de Rivadavia, hay que prepararse para gobernar desde otra matriz política. Entendiendo a esta última como lo que ha parido al kirchnerismo. Nació desde la Casa Rosada y acompañado por el poder del duhaldismo desde el peronismo de la provincia de Buenos Aires. La crisis de los partidos ayudó a la propuesta del kirchnerismo y los bloques de poder tradicionales lo acompañaron durante los primeros mese de gestión hasta que el objetivo comenzó a resquebrajarse.
De allí en más la pelea no fue política sino corporativa. En esa disputa de poder el radicalismo no tuvo peso, su representación parlamentaria obró como una fuerza testimonial. Jamás tuvo posibilidad ni voluntad política de cuestionar el poder corporativo que fue acumulando el kirchnerismo y la pelea corporativa continuó por otros carriles. Allí es donde creció el PRO que al igual que Lilita Carrió eligieron la confrontación detrás del principal grupo multimedio. Una temeraria jugada política.
Del radicalismo K a este radicalismo PRO hay ausencia de política partidaria suplantada por el protagonismo individual de algunas figuras. No existe una definición ideológica partidaria, qué es la UCR? Un partido socialdemócrata como quería Alfonsín o un partido socialcristiano como apuntan algunos otros dirigentes. Desde qué lugar confronta con el populismo gobernante? Estas son algunas de las preguntas que de tener respuesta seguramente tranquilizarían a más de un afiliado y/o militante.
Por ahora queda esta sensación de ver un partido histórico que se suma como vagón de cola a una fuerza neoconservadora.
M.E.G.
Las credenciales democráticas del radicalismo fueron cuestionadas hasta que en 1983 Alfonsín derrota al peronismo por primera vez en su historia. Desde allí hasta aquí el nuevo tabú que ha debido enfrentar es el de su incapacidad para gobernar. Los impetuosos años del kirchnerismo transitan sus últimos meses.
No habrá kirchnerismo sin un kirchnerista en el sillón de Rivadavia, hay que prepararse para gobernar desde otra matriz política. Entendiendo a esta última como lo que ha parido al kirchnerismo. Nació desde la Casa Rosada y acompañado por el poder del duhaldismo desde el peronismo de la provincia de Buenos Aires. La crisis de los partidos ayudó a la propuesta del kirchnerismo y los bloques de poder tradicionales lo acompañaron durante los primeros mese de gestión hasta que el objetivo comenzó a resquebrajarse.
De allí en más la pelea no fue política sino corporativa. En esa disputa de poder el radicalismo no tuvo peso, su representación parlamentaria obró como una fuerza testimonial. Jamás tuvo posibilidad ni voluntad política de cuestionar el poder corporativo que fue acumulando el kirchnerismo y la pelea corporativa continuó por otros carriles. Allí es donde creció el PRO que al igual que Lilita Carrió eligieron la confrontación detrás del principal grupo multimedio. Una temeraria jugada política.
Del radicalismo K a este radicalismo PRO hay ausencia de política partidaria suplantada por el protagonismo individual de algunas figuras. No existe una definición ideológica partidaria, qué es la UCR? Un partido socialdemócrata como quería Alfonsín o un partido socialcristiano como apuntan algunos otros dirigentes. Desde qué lugar confronta con el populismo gobernante? Estas son algunas de las preguntas que de tener respuesta seguramente tranquilizarían a más de un afiliado y/o militante.
Por ahora queda esta sensación de ver un partido histórico que se suma como vagón de cola a una fuerza neoconservadora.
M.E.G.