OPINIÓN: Rubén Boggi*

Neuquén, el disparate nacional y la leve esperanza

El gobierno provincial simula escenarios y hace proyecciones de cuánto implicaría para su economía en problemas financieros ese precio, ese insumo dolarizado que inyecta posibilidades a la frágil caja del Tesoro. Está a punto de salir este tema, porque lo que hace poco más de una década sobraba, ahora falta.
domingo, 31 de enero de 2016 · 04:19
En la Argentina de la transición entre Carlos Menem y Néstor Kirchner –con el gobierno de la Alianza, presidido por Fernando de la Rúa, en el medio, su caída, y la asunción de Eduardo Duhalde por elección de la Asamblea Legislativa- todavía se exportaba gas a Chile. Jorge Sobisch gobernaba Neuquén y quería ser Presidente.


El gas nos sobraba. La represa Chihuido I, por ejemplo, no se hacía porque era económicamente inviable, teniendo un gas tan barato y en tanta cantidad. Los autos se convertían para funcionar a gas, e incluso se alentó que se utilizara en los colectivos, para reducir los costos de transporte. Exportábamos a Chile. Loma de La Lata parecía inacabable, y ya se decía que "por debajo” del yacimiento había otro, todavía más grande. Era un misterio no revelado, que se charlaba entre entendidos de YPF-Repsol, y que -después nos enteraríamos- se llamaría Vaca Muerta, y aparecería como signo de una nueva utopía todavía por fundarse.


En esos tiempos, Sobisch llegó a convocar a una conferencia de prensa para suscribir un convenio con la cancillería trasandina, con el respaldo de quien era también entonces el secretario general del sindicato petrolero, Guillermo Pereyra, que garantizara el compromiso neuquino de no interrumpir, bajo ninguna circunstancia, el abastecimiento de gas a Chile, amenazado entonces por los primeros amagues políticos de una realidad distinta, que devendría en el pleno kirchnerismo, lo nacional y popular, y otra mega crisis energética que recién ahora, en 2016, se sincera, produciendo una pequeña hecatombe doméstica en los precios, y atacando la víscera más sensible del cuerpo de los argentinos, que como dijo una vez el gran radical Pugliese, es el bolsillo.


Ahora, Juan José Aranguren quita los subsidios, incrementa las tarifas, y negocia con el gobierno de Omar Gutiérrez, y con el mismo Pereyra de aquellos tiempos, (un poco más veterano y dueño de una banca en el Senado nacional) un precio al gas neuquino que oscile en el promedio de los 5,80 dólares. El gobierno provincial simula escenarios y hace proyecciones de cuánto implicaría para su economía en problemas financieros ese precio, ese insumo dolarizado que inyecta posibilidades a la frágil caja del Tesoro. Está a punto de salir este tema, porque lo que hace poco más de una década sobraba, ahora falta. A tal punto que se necesitan importar 25 millones de metros cúbicos de gas por día en épocas invernales. Por eso, se pretende incrementar la producción neuquina, otra vez. Acudir a eso que estaba "debajo” de Loma de La Lata. Es decir, Vaca Muerta, el tight, el shale, la roca madre, lo que duerme unos miles de metros más profundos que aquel gas que parecía interminable, y se terminó esfumando entre la desidia y la soberbia.


Ahora, no exportamos gas a Chile. Al revés, tenemos que comprar gas a los chilenos. En Chile, como se sabe, no hay. Pero el país que gobierna Bachelet sí tiene plantas de gasificación para el gas líquido que llega en barcos por el Pacífico. Increíblemente, inyectando ese gas que llega a Chile desde el sudeste asiático, por los mismos gasoductos que se usaban para allá, ahora para aquí, el país pagará un poco menos. El gas "chileno” llegará desde las terminales de GNL Mejillones y Quintero, se usará para consumo industrial y residencial en Buenos Aires, y se transportará a través de los gasoductos NorAndino, y  GasAndes, ubicado a la altura de la región Metropolitana chilena.


Así, seguiremos comprando gas afuera, a Bolivia también, y algo de electricidad porque tampoco nos alcanza, a Chile, y a Uruguay, y a Brasil un poco. Y todos pagaremos el gas más caro. Todos subvencionaremos al Estado, para la gesta patriótica de recuperar la soberanía energética, perdida a manos de ignotos enemigos presuntamente dueños de una ideología vendepatria, cipaya, gorila. La ideología no nos soluciona los problemas, pero al menos nos suministra excusas.


Es una realidad, y también una demostración del disparate energético argentino, perpetrado por distintos gobiernos, con distintos argumentos, y con la misma insaciable voracidad por el presente, y la misma desatención por el futuro.


Neuquén, con su pragmatismo a cuestas, negocia ahora el mejor precio, y piensa en sustituir con el gas lo que pierde con el petróleo, sumido en la crisis del precio internacional bajo, que el precio sostén nacional no soluciona. Omar Gutiérrez y Guillermo Pereyra están en la misma sintonía, y ambos coinciden con Aranguren, a quien consideran simplemente como un hombre que sabe del tema, y que no es político, y por lo tanto no se anda con vueltas y dice la verdad energética, que es dolorosa.


Gutiérrez y Pereyra apuntan obsesivamente a que no se caigan las fuentes de trabajo del sector, a que no se incendie la mecha que produciría una brusca aceleración del desempleo. Las empresas advierten que serán entre 5.000 y 10.000 los suspendidos. El gobierno se banca esto, siempre y cuando sean suspendidos y no despedidos. Y si son despedidos por empresas a las que le sobra personal, que sean contratadas por otras a las que les falta. Así lo dijo, casi textualmente, el mismo Pereyra, después de asegurar que no estaba en su ánimo andar provocando incendios ni mucho menos protagonizar una segunda Patagonia Rebelde, recordando aquella película basada en el libro de Bayer, que llevó el título de Patagonia Trágica, más fuerte, más definitivo.


A 51 días de gestión de los nuevos gobiernos, la conciencia acerca del gran disparate nacional se hace más y más grande. No puede usarse contra estos juveniles planteles, pero es cierto que será Mauricio Macri el que pague el costo de los aumentos que vienen, y su repercusión en una inflación que será alta en estos primeros meses del 2016. Un reaseguro para él es compartir los problemas y las eventuales soluciones con los gobernadores. En Neuquén, Omar Gutiérrez es, por ahora, un aliado imprescindible. Por eso le mandó 500 millones de anticipo en coparticipación. Por eso destrabó obras públicas que estaban congeladas para la Provincia.


No han pasado dos meses, pero los cambios se precipitan a un ritmo intenso. Como en el fútbol, la pregunta es si se aguantará el ritmo todo el partido. En este caso, no son 90 minutos, sino cuatro años, que en la Argentina suelen multiplicarse por ocho si se logra no fracasar en el intento.


El partido, señores, recién empieza.


Rubén Boggi* periodista editor responsable de Diariamente Neuquen. www.diariamenteneuquen.com.ar

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