TENTATIVA DE MAGNICIDIO

Una democracia que rinde examen todos los días

Las mil caras de la violencia y la precariedad económica asedian, y las instituciones se ponen a prueba. Neuquén en medio de la batahola.
viernes, 2 de septiembre de 2022 · 09:52

El atentado contra la vida de la vicepresidente de los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner, colocó una indeseable frutilla en la cúspide de los desaciertos nacionales. No solo demostró que la seguridad de la presidente del Senado era una parodia marketinera y contagiada de la puja política, floja a los efectos de prevenir un acto criminal, sino que confirmó que las reacciones ante el hecho no persiguieron otro propósito que seguir dividiendo una sociedad profundamente agrietada, bajo el pueril argumento de que hay quienes defienden el amor y quienes el odio.

El feriado nacional anunciado por el vacilante presidente Alberto Fernández, al filo de la medianoche del peor día de los últimos años, fue la decisión peor fundamentada de la historia política argentina. Decretar feriado para que “la gente” pudiera expresarse por la paz (y, en lo posible, a favor de la víctima Kirchner) fue, cuanto menos, una inconveniencia y otra prueba fallida en el continuo examen que rinde la democracia argentina, que necesita de escuelas abiertas, trabajo activo y duro, transportes funcionando, es decir, actividad plena y laboriosa, ya que el país no curará sus heridas contemplando amaneceres y atardeceres desde la inactividad promovida directamente desde el gobierno.

En Neuquén estaba programada una celebración emblemática para el Día de la Industria, con la presencia del presidente Fernández. Poco antes de que se produjera el artero ataque contra Cristina Kirchner, se había confirmado la hora de llegada del mandatario nacional: 11,55. Después, todo se paralizó. Fernández suspendió el viaje, urgido por el sector que representa a encabezar, aunque sea figuradamente, una acción decidida de aprovechamiento de la desgracia. El gobierno nacional es una asamblea permanente y el presidente ha sido confinado a la lectura de documentos que otros escriben.

El peronismo vernáculo rápidamente se aplicó a organizar una movilización de repudio y amor explícito a la -encumbrada por las circunstancias- vicepresidente, en sintonía con lo que se organizaba, con la CGT a la cabeza como hace más de 70 años, en Buenos Aires, como respuesta al “odio gorila”. La figura de un diputado nacional opositor, Francisco Sánchez, fue levantada como el ejemplo inspirador del brasileño criminal, utilizando su lamentable alusión a que la corrupción se identificara como traición a la Patria y merecedora de una pena de muerte que, afortunadamente, en Argentina no existe.

El MPN repudió el atentado a poco de haberse producido, a través de un tuit del gobernador de la provincia y presidente del partido, Omar Gutiérrez. Más allá de esto, el partido provincial hierve en la insatisfacción de las idas y vueltas con Vaca Muerta, las increíbles demoras y las vacilaciones improductivas, que el complejo industrial más grande de Argentina y Latinoamérica sufre de parte de un gobierno nacional que siempre parece ocupado en otra cosa. Para colmo, los coletazos del tema de la agenda política más relevante después de la economía (la corrupción desde el Estado) llegaron a su propio seno, estafa con los planes sociales mediante.

¿Puede hablarse de un país normal en medio de la agitación permanente? Los apologistas de la militancia fanática se empeñan en conseguir la mayor revuelta posible, mientras la ciudadanía parece ya tener definido que se necesita, realmente, una paz que permita dar un paso después del otro, sin ansiedades, sin grandes palabras, sin discursos desgarradores. 

Por eso, la democracia rinde un nuevo examen. Los da todos los días, ante el tribunal de la historia. Si se siguen recibiendo aplazados por mala praxis, el destino final puede ser una decepción gigante, casi definitiva.


 

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