Neuquén cumplió 121 años, y al decirlo no solo recordamos una cifra, no hablamos sólo de una fecha en el almanaque. Estamos abriendo un libro de memorias, memoria viva de una ciudad que nació a la vera del río. Un libro escrito con viento, con agua, con sueños y con trabajo, con paciencia y coraje aprendió a crecer en medio del viento patagónico.
Neuquén es tierra de encuentros, aquí llegaron pioneros con manos curtidas y esperanzas intactas, llegaron familias desde distintos rincones, trayendo sus costumbres, sus oficios, su música, y su fe, porque Neuquén no nació de la nada, nació a la vera de dos ríos, abrazada por la meseta, desafiando al desierto y al silencio, y nació con la fuerza de quienes, a pesar de todo, apostaron por quedarse.
Todos con una certeza común: este lugar tenía destino de ciudad. Y no se equivocaron. Con el paso del tiempo, Neuquén se volvió crisol de historias, hace más de un siglo los pioneros llegaron con lo poco que tenían y con lo mucho que esperaban, traían manos curtidas por el esfuerzo, valijas con pocas cosas y un corazón enorme lleno de fe. Con ellos llegaron los primeros rieles del tren, que no solo trajeron progreso, trajeron unión, ese silbato fue el primer latido fuerte de la ciudad.
Neuquén creció con pasos firmes y con pasos torpes, como crecen todos los pueblos, se fue extendiendo hacia el oeste, abriendo calles donde antes había solo polvo, levantando casas donde antes había desierto, se trazaron barrios, se levantaron escuelas, y cada ladrillo puesto, cada árbol plantado, fue también un acto de esperanza.
Neuquén fue y sigue siendo tierra de encuentros, aquí confluyeron inmigrantes de Italia, de España, de Chile, de tantas partes del mundo, aquí llegaron familias del norte, del litoral, del centro del país, todos con la misma convicción; esta tierra tenia destino de futuro, y entre todos le dieron identidad, la identidad de Neuquén es múltiple, diversa, rica, es la tonada que se mezcla con el acento patagónico, es la receta casera que llegó en barco y se adaptó al viento, es la guitarra que suena en una peña, el bombo que marca el compás, el Chamamé que se baila en las esquinas, la murga que se apropia del monumento, el tango que se escucha en las radios.
Neuquén es todo eso, y es más, porque Neuquén también es el murmullo de sus ríos, es el Limay profundo y sereno, es el Neuquén bravo, impetuoso, rebelde, es la Confluencia que los abraza y que nos recuerda, todos los días, que este es un lugar de unión, que 121 años después Neuquén es capital de energía, una ciudad que late con la fuerza de Vaca Muerta, con la potencia de sus hidroeléctricas, con la pujanza de su comercio y con la creatividad de sus emprendedores, una ciudad que crece, que se transforma, que nunca se detiene, pero por encima de todo, Neuquén es capital de afectos, porque lo que nos une no es sólo el asfalto, ni los edificios, ni los negocios, lo que nos une es ese sentimiento común de pertenencia, esa idea de que Neuquén no es sólo un lugar donde se vive, es un lugar que se ama.
Cumplir 121 años no es solo un trámite, es un momento para mirar hacia atrás con gratitud y hacia adelante con esperanza, para recordar a los que ya no están y que tanto hicieron, para conocer a los que hoy con su esfuerzo cotidiano siguen construyendo esta ciudad, y para confiar en quienes vienen, en esos jóvenes que ya sueñan la Neuquén del futuro.
Este aniversario nos invita a detenernos un instante, a caminar las calles del centro y ver los cambios, a mirar las bardas y darnos cuenta de que siguen ahí, imponentes, desafiantes, guardianas. A escuchar el viento y comprender que su voz es parte de nuestra identidad, a recorrer el paseo de la costa, el rio y descubrir que en sus aguas se refleja la historia y también el porvenir.
Neuquén es una manera de sentir, de abrazar la vida, de soñar en grande, Neuquén no es sólo una ciudad, es un punto en el mapa, si, pero sobre todo es un punto en el alma de quienes la habitan, un destino que se escribe todos los días, con cada gesto, con cada trabajo, con cada sueño que se vuelve realidad.
FELIZ CUMPLEAÑOS NEUQUEN, que el viento del sur lleve tu nombre, que el Neuquén y el Limay lo repitan en cada orilla, que la voz de cada neuquino recuerde, en cada aniversario que esta ciudad no sólo tiene pasado, no solo tiene presente, esta ciudad tiene eternidad.