PANORAMA SEMANAL
Maduro y una victoria que lo condenará al fracaso
Si bien logró autoproclamarse presidente, Maduro deberá enfrentar una presión internacional muy fuerte. Donald Trump intentará quebrar su alianza con quienes los sostienen: Rusia y China.Sin ninguna legitimidad y en medio de un evidente aislamiento internacional, Nicolás Maduro logró lo que siempre supo que iba a conseguir, aún cuando habilitó, no sin poner trabas, el proceso electoral del 28 de julio de 2024 con la participación de una oposición unida: quedarse en el poder. No iba a importarle lo pasara en las urnas, en las calles y en el resto del mundo. Y no le importó. Pensó que podía ganar las elecciones porque millones de venezolanos que no lo querían ya se habian ido y muchos de los que se quedaban podían ponderar la estabilidad económica alcanzada en los últimos meses que, al menos, conseguió naturalizar el caos. Los votos no le alcanzaron y por eso apeló al fraude y a mas represión.
Un gobierno de facto
Para quedarse en el lugar en el que está desde hace 11 años, a Maduro le alcanzó con mantener el férreo control de las instituciones y, sobre todo, su alianza con las fuerzas armadas y de seguridad, que se muestra indestructible. Pero también exhibió un feroz pragmatismo: en los últimos cuatro años habilitó una nueva alianza con sectores económicos locales y externos que conformaron una especie de “oligarquia” y que, al costo de profundizar la pobreza y la desigualdad, permitió una estabilidad económica que parecía un oasis si se la compara con el desastre anterior, producido todo por él mismo.
La alianza con los militares y las fuerzas de seguridad siempre es un factor determinante para explicar la permanencia de los dictadores en el poder. La de Venezuela se muestra indestructible por una razón esencial: el entramado de negocios y negociados compartidos y la complicidad en la brutal represión y en la violación de derechos humanos les hace tener un destino común. Si cae uno, caen todos. Nadie por ahora les ha ofrecido incentivos que les garanticen un futuro que no sea la cárcel o algo peor, ni a Maduro ni a los militares. Solo la oposición llama a la desobediencia a los militares. Lo sucedido el viernes demostró que no alcanza.
Las circunstancias llevaron a Maduro al pragmatismo económico. Desde 2018 se fueron implementando cambios que incluyeron la suspensión de controles de precios y cambios, la eliminación del subsidio a la nafta y la habilitación de una dolarización de facto. Según datos del Banco Central de Venezuela, esas medidas contribuyeron a que la economía registrara 13 trimestres consecutivos de crecimiento y lograra salir de la hiperinflación que alcanzó su punto máximo en 2018 con 130.000%.
Y como siempre sucede, también hubo ganadores, que son también los que explican que Maduro siga en pie. La producción petrolera, aunque todavía lejos de sus mejores momentos, mostró signos de recuperación. Según la OPEP, la producción alcanzó 960.000 barriles diarios en noviembre de 2024, un aumento significativo desde los 336.000 barriles de junio 2020, aunque aún muy por debajo de los 2,3 millones de 2013. Probablemente las guerras en Europa y Medio Oriente, en países competidores en materia energética, haya contribuido a esta recuperación.
Todo esto tuvo un costo social significativo que explica no solo los 7,7 millones de venezolanos (22% de la población) que según ACNUR se fueron del país. La desigualdad se profundizó con la dolarización: el salario mínimo integral apenas alcanza los US$130 mensuales, según datos oficiales de 2024, ubicando a Venezuela entre los países con peores pisos salariales de la región. Todo esto sostenido por una brutal represión política: se contabilizan de a cientos los presos políticos y Venezuela se convirtió en el primer país latinoamericano investigado por la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de lesa humanidad.
El rol de China, Rusia y Estados Unidos
El respaldo internacional, particularmente de China y Rusia, explica también lo que pasa hoy en Venezuela. Y también lo que puede venir a partir del 20 de enero cuando asuma Donald Trump. China, casi desde el inicio del chavismo, es un socio estratégico fundamental de Venezuela. Le otorgó préstamos por US$59.000 millones (casi el doble que a Brasil) y Beijing mantuvo la compra de petróleo venezolano incluso durante las sanciones impuestas por Occidente, eludiendo las restricciones.
Al reconocer como presidente a Edmundo González Urrutia, al recibirlo en la Casa Blanca en una escala del finalmente frustrado regreso a Venezuela, al elevar la recompensa por la captura de Maduro y al anunciar más sanciones, Joe Biden se despide de la Casa Blanca marcando una clara posición. Sin embargo, no fue la de siempre. Hay que recordar que fue el actual presidente quien en 2022 flexibilizó temporalmente las sanciones y entabló algunos contactos con el gobierno venezolano. Se explica también en el pragmatismo aquella decisión: Rusia había invadido Ucrania y se necesitaban alternativas a su petróleo.
Expectativa ante la llegada de Trump
Si nos guiamos por lo que Donald Trump hizo con Venezuela, o en realidad por lo que quiso hacer durante su primer mandato, Maduro debería estar preocupado. En declaraciones públicas cuando era presidente, Trump insistía con una intervención militar para echarlo del poder. El Departamento de Estado y sus asesores ya no sabían qué hacer para sacarle esa idea de la cabeza. Aquella vez lo lograron.
Trump no dijo aún casi nada sobre todo lo que pasó esta semana en Venezuela y tampoco recibió a Urrutia cuando este pasó esta semana por Estados Unidos. Trump, como toda la comunidad internacional, sabe muy bien que quizás la única forma de que el régimen de Maduro se empiece a resquebrajar es debilitando la alianza estratégica con Rusia y China que lo ha sostenido hasta acá. Suponiendo que Trump siguiera esta lógica, podría embarcarse en dos estrategias posibles para debilitar ese vínculo.
Con Rusia, la negociación; con China, una postura más agresiva. Putin y Trump se sentarán a definir el futuro de Ucrania, en el que el ruso seguramente se llevará la mejor parte. A cambio de eso, Trump podría pedirle que entregue a su socio Maduro o al menos que le empiece a retirar el apoyo político, militar y energético. Sin eso, a Maduro se le podría complicar contrarrestar una presión internacional que va a ir creciendo y mantener operativa la industria energética del país.
Trump tiene como eje principal de su política exterior la guerra comercial y económica con China, y Venezuela aparece como el lugar más cercano que le permitiría al nuevo presidente debilitar la influencia china en la región. La creciente presencia de Beijing en Venezuela, consolidada en la "alianza estratégica" anunciada en 2023, podría convertirse en el punto de fricción geopolítica más cercano que tenga Trump.