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Yiya Murano: la envenenadora que mató a tres amigas y se burló de su condena en la mesa de Mirtha

Conocida como la 'envenenadora de Monserrat', Yiya Murano pasó 13 años en prisión por asesinar a tres mujeres cercanas y nunca admitió su culpabilidad, incluso riéndose de su historia en la televisión argentina.

Por Redacción

Jueves, 13 de noviembre de 2025 a las 10:39
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Yiya Murano, la envenenadora que desafió a la justicia

María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, más conocida como Yiya Murano, dejó una huella imborrable en la historia criminal argentina. Nacida en Corrientes en 1930, se trasladó a Buenos Aires con la ambición de alejarse del apellido de su padre, un teniente coronel del Ejército vinculado a la represión durante la dictadura de José Félix Uriburu. Para ello, adoptó el apellido de su esposo, Antonio Murano, y buscó una vida de lujos y relaciones con personajes influyentes y amantes, algunos de ellos famosos y hasta un presidente.

En los años 70, Murano se convirtió en una estafadora que organizó una de las primeras pirámides financieras en Argentina, engañando a amigas, familiares y vecinas con falsas promesas de inversión. Cuando el esquema comenzó a colapsar y las deudas crecían, decidió recurrir a un método más extremo para no pagar: el asesinato por envenenamiento.

El derrotero criminal de Yiya

Entre el 11 de febrero y el 24 de marzo de 1979, Yiya acabó con la vida de tres mujeres de su entorno cercano: Nilda Gamba, su vecina; Lelia “Chicha” Formisano de Ayala, amiga de la familia; y Carmen Zulema del Giorgio Venturini, su prima segunda. Todas consumieron té y masas finas que Murano les ofreció, aunque nunca pudo determinarse con exactitud si el veneno estaba en una u otra.

La autopsia de Carmen Venturini confirmó la presencia de cianuro alcalino, sustancia letal con aroma a almendras amargas, que Murano habría obtenido posiblemente con ayuda de un médico o algún amante. Para evitar sospechas, manipuló certificados de defunción y logró que sus víctimas fueran declaradas muertas por causas naturales, hasta que la hija de Venturini descubrió los vínculos entre las muertes y alertó a las autoridades.

Detenida el 27 de abril de 1979, Murano fue absuelta en 1982 por falta de pruebas, pero en 1985 la Justicia anuló ese fallo y la condenó a prisión perpetua por estafa y triple homicidio. Finalmente, cumplió trece años de cárcel y salió en 1995 gracias a la reducción de pena y la ley del 'dos por uno'. Para agradecer a los jueces, les envió una caja de bombones.

Murano nunca admitió su culpabilidad y se convirtió en una figura mediática. Se sentó dos veces en la célebre mesa de Mirtha Legrand, donde incluso ofreció masas finas, y llegó a ser columnista de moda. Solía decir: “Los asesinos nunca dicen la verdad”, una frase que parecía aludir a su propio caso. Su máxima confesión pública fue haber sido “usurera”, pero siempre negó haber envenenado a sus amigas.

Su hijo Martín Murano, actor y doble de riesgo, escribió dos libros sobre la vida de su madre y la definió como una “asesina perversa”. Reveló que Yiya le confesó que el veneno estaba en los saquitos de té y que en su infancia ella intentó matarlo con una torta envenenada, arrepintiéndose solo en el último momento.

Tras su liberación, Yiya Murano se aprovechó de su fama oscura para conseguir dinero, ofreciendo la “verdad del caso” a cambio de pagos o almuerzos. Murió en 2014 a los 83 años, con demencia senil y en geriátricos de Buenos Aires. Su tumba en el Cementerio de la Chacarita lleva el nombre de Mercedes Bolla para evitar aglomeraciones y vandalismo, y está ubicada cerca de las de sus víctimas.

Yiya Murano, la envenenadora que desafió a la justicia

La serie que protagonizan Julieta Zylberberg y Cristina Banegas en Flow revive la historia de esta mujer que combinó estafa, asesinato y un carisma perturbador para convertirse en un mito criminal. Aunque nunca se confirmó si tuvo cómplices ni si hubo más víctimas, su historia sigue siendo un enigma que fascina y horroriza a la sociedad argentina.

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