Después de casi dos décadas sin poder enviar un mensaje de texto, abrir una botella o realizar las tareas más básicas, Luka Krizanac volvió a sentir el mundo con sus propias manos. Lo hizo en el mismo lugar donde su vida cambió para siempre: el hospital Penn Medicine, en Filadelfia, Estados Unidos. Allí, un año atrás, se sometió a un doble trasplante de manos que marcó un hito en la medicina reconstructiva.
Krizanac, de origen suizo, había perdido sus extremidades a los 12 años tras una infección séptica causada por una faringitis estreptocócica no diagnosticada. Para salvarle la vida, los médicos debieron amputarle las manos y las piernas. Mientras que logró adaptarse a las prótesis en sus miembros inferiores, la falta de manos lo dejó durante años dependiendo de terceros para cualquier actividad cotidiana. “Necesitás tus manos para sobrevivir, para la independencia más básica en la vida”, explicó en diálogo con CBS News.
Pero su sueño de recuperar la autonomía nunca se desvaneció. En 2018 comenzó a trabajar junto al equipo de Penn Medicine para acceder al complejo procedimiento conocido como “alotrasplante compuesto vascularizado”, que permite trasplantar extremidades enteras, incluyendo huesos, tendones, músculos, vasos sanguíneos y nervios.
La cirugía finalmente se realizó en 2024 y duró 10 horas. Fue coordinada por el cirujano Benjamin Chang y requirió la participación simultánea de dos equipos médicos: uno preparando a Krizanac para recibir los injertos y otro operando al donante fallecido. La operación, extremadamente delicada, no solo implicó reconectar estructuras anatómicas milimétricas, sino también lograr una compatibilidad inmunológica que evitara el rechazo.
Al despertar, Krizanac supo que había valido la pena. La recuperación fue lenta pero progresiva: hoy puede sentir agua caliente o fría, distinguir texturas y realizar movimientos como sostener una pelota o escribir mensajes en el celular. “Estoy recuperando función cada semana, cada mes, pero todavía necesito mucha ayuda”, reconoció.
La regeneración nerviosa es un proceso que puede extenderse por años, pero los médicos son optimistas. Chang explicó que los nervios continúan creciendo, y con el tiempo aumentará la sensibilidad y destreza de las manos trasplantadas. La emoción fue doble en su reciente visita a Filadelfia: fue la primera vez que Krizanac regresó al hospital desde la intervención.
Más allá del éxito médico, el joven expresó una profunda gratitud a la familia del donante. “Cambió no solo mi vida, sino también la de mi familia. Estamos profundamente agradecidos”, aseguró.
Hoy, Luka Krizanac no solo recuperó sus manos: recuperó el control de su vida. Su historia se ha convertido en un faro de esperanza para quienes enfrentan pérdidas similares y un ejemplo del potencial transformador de la medicina moderna.