La reciente situación en La Paz, Mendoza, donde una adolescente de 14 años disparó dos veces y se atrincheró en su escuela durante varias horas, volvió a poner en evidencia un problema que preocupa a familias, docentes y autoridades: la seguridad en los establecimientos educativos. Más allá de la conmoción inmediata, el episodio abrió un debate sobre cómo prevenir este tipo de incidentes y proteger a los estudiantes.
Los casos de este tipo no son aislados en 2025. En las últimas semanas y meses, distintas provincias han registrado situaciones similares que alertaron a las autoridades:
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Córdoba, julio de 2025: Un niño de 12 años llevó a su escuela primaria una pistola 9 milímetros de su padre, un efectivo de la policía local. Aunque estaba descargada, el hecho generó alarma al haber sido guardada en su mochila con intención de mostrarla a sus compañeros.
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Hurlingham, marzo de 2025: Un estudiante de 15 años ingresó armado a la Escuela Secundaria N°2 “República del Perú”, exhibiendo una pistola 9 milímetros frente a una compañera. La rápida intervención de la docente permitió activar los protocolos de seguridad y evitar un desenlace grave, mientras la Justicia evaluaba la situación del adolescente.
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Santa Fe, agosto de 2025: Un joven de 14 años llevó a la Escuela Secundaria N°707, en barrio Cabal, una tumbera, un arma casera de fabricación precaria. Sus propios compañeros alertaron a las autoridades, que lograron incautar el arma antes de que ocurriera una tragedia.
Además de los casos con armas de fuego y caseras, preocupa el uso de redes sociales para planificar ataques. En abril, en Ingeniero Maschwitz, estudiantes de la Escuela Media N°4 crearon un chat de WhatsApp llamado “Tiroteo escolar”, en el que discutían la organización de un ataque armado. Meses después, en Chubut, la Casa Salesiana Deán Funes en Comodoro Rivadavia recibió amenazas por Instagram y Facebook que mencionaban “una bala para cada alumno”, lo que derivó en un refuerzo de la seguridad y aumentó la preocupación por la violencia escolar.
Estos episodios muestran que, más allá de la gravedad individual de cada caso, existe un patrón preocupante: jóvenes con acceso a armas o impulsados por conflictos personales y digitales que pueden derivar en situaciones de riesgo para toda la comunidad educativa.