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Por qué el nuevo Papa eligió llamarse León XIV

El nuevo pontífice surgido del seno reformista del papa Francisco, adoptó un nombre con una carga histórica y espiritual profunda que lo inscribe en la tradición de uno de los papas más influyentes de la historia de la Iglesia Católica.

Por Redacción

Jueves, 08 de mayo de 2025 a las 14:42

El nombre que un papa elige tras su elección no es un detalle menor. Es una declaración de principios, una hoja de ruta simbólica y una señal al mundo católico sobre el rumbo espiritual e ideológico que buscará imprimir a su papado. En este caso, León XIV toma la posta en una línea de pontífices marcada por la defensa doctrinal, la firmeza ante las crisis y la vocación pastoral.

¿Quién fue León I, el origen de este nombre papal?

San León Magno, también conocido como León I, fue Papa entre los años 440 y 461. Es uno de los pocos pontífices en la historia que ha recibido el título de Magno (“el Grande”), y uno de los primeros Doctores de la Iglesia. Fue un papa de gran carácter y una figura central en un tiempo de grandes turbulencias para el cristianismo, con el Imperio Romano en declive y la amenaza constante de invasiones bárbaras.

Uno de sus gestos más recordados fue en el año 452, cuando se enfrentó personalmente con Atila, el Rey de los Hunos, convenciéndolo de no invadir Roma. También tuvo un rol decisivo en el Concilio de Calcedonia, defendiendo con fuerza la naturaleza dual (divina y humana) de Cristo, lo que marcó para siempre la teología católica.

¿Qué representa este nombre en el presente?

El nuevo Papa León XIV, estadounidense de origen y promovido al cardenalato por el papa Francisco, parece inspirarse en esa firmeza doctrinal de León I, pero dentro de un nuevo paradigma: una Iglesia que busca diálogo, inclusión y reformas internas sin romper con la tradición.

Su elección del nombre puede interpretarse como un guiño a la fortaleza y el coraje pastoral, no desde la autoridad imperial, sino desde la convicción evangélica y la apertura al mundo contemporáneo. En tiempos en los que la Iglesia se enfrenta a desafíos como los abusos, la secularización y el debate sobre su rol social, León XIV parece asumir el peso de su misión con el coraje de su antecesor homónimo.

La elección de un nombre no cambia la Iglesia, pero sí marca el tono. Y el rugido de este León busca ser uno que dialogue con el mundo sin dejar de ser fiel a su esencia.

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