No recuerdo desde cuándo esta torta de manzanas me acompaña. Tengo memoria de haberla comido en las mesas de té de mi infancia, en los picnic de la adolescencia, en las reuniones de la juventud y aún hoy es mi preferida cuando recibo visitas y quiero sorprenderlas con su textura y sabor.
Para quienes vivimos en el Alto Valle, donde la manzana es la reina de los productores, ésta torta no puede faltar en ninguna sobremesa.
Es muy sencilla de hacer, pero hay que respetar las proporciones, si la receta dice 6 cucharadas soperas de leche, son exactamente 6 cucharadas soperas de leche. No piensen que es poco o que me equivoqué al escribirla. Ponerle más leche hará que la masa quede más blanda de lo que debe ser y la textura no será la misma.
Les aseguro que la van a adoptar de inmediato porque la combinación del sabor de la manzana con azúcar y canela, es diferente al de las tortas que solemos hacer o comprar.
Si desean, para inspirarse aún más, pueden escuchar mientras la hacen un bello vals vienés que les recuerde el origen de ésta tentadora Tarta de manzanas “Eva”.
Ingredientes:
80 grs. de manteca
1 taza de azúcar
2 huevos
1 ½ taza de harina
½ taza de maicena
1 cdita de polvo para hornear
Ralladura de ½ limón
6 cucharadas de leche
2 manzanas verdes
Azúcar, canela, miel o cualquier mermelada
Preparación:
Se bate la manteca con el azúcar y los huevos hasta que esté bien cremosa
Tamizar bien la harina, la maicena y el polvo de hornear.
Agregar a la preparación anterior alternando con la leche y el limón.
La consistencia de la masa no debe quedar chirle, lo ideal es un punto medio donde se pueda extender sobre el molde con ayuda de una cuchara o espátula.
Luego se coloca la mezcla sobre un molde enmantecado y espolvoreado con harina.
Se colocan los gajos de la manzanas peladas en círculos y levemente introducidas en la masa, como se ve en la foto, hasta cubrir toda la superficie.
Se espolvorea con azúcar y canela y se lleva al horno previamente calentado, no muy fuerte durante 30 a 40 minutos. Debe quedar dorada.
Una vez que se enfría se la pueda pincelar con miel, jalea o cualquier mermelada que tengas. La de duraznos o damascos realza el sabor.
Si prefieren no pincelarla con miel o mermelada, la pueden servir como salió del horno y acompañarla con una cucharada de crema chantilly y/o algún dulce del gusto que deseen.
Y ahora me despido al compás del “Danubio azul”.