Argentina es un país vasto y diverso, y para quienes se lanzan a explorar sus rutas, hay un placer que va más allá del paisaje: hacer una parada técnica y reencontrarse con un buen sándwich. A lo largo del país, existen rincones al costado del camino que se han convertido en verdaderos santuarios para los viajeros. No son simples estaciones: son paraderos con alma, donde la comida casera, la calidez del trato y la sensación de hogar hacen que cada kilómetro recorrido valga la pena.
Uno de los paradores más emblemáticos del país es Road House, ubicado en Gorchs, provincia de Buenos Aires. Esta parada lleva en su ADN décadas de historia: allí funcionaba el mítico comedor del ACA, que supo alimentar a generaciones enteras de viajeros. Hoy, de la mano de David Di Tullio, la propuesta conserva esa esencia familiar con un enfoque moderno. Los sándwiches son protagonistas: desde el tradicional crudo y queso hasta versiones más audaces como bondiola o mortadela con pistacho. “El secreto es simple: hacer que el viajero se sienta como en casa”, asegura Di Tullio.
En el corazón de la provincia de Buenos Aires, cerca de Coronel Pringles, se encuentra La Tacuarita, un punto de encuentro tan práctico como delicioso. Combina todo lo que un viajero necesita: combustible, descanso y, sobre todo, comida de calidad. El chef Lele Cristóbal lleva la delantera con una propuesta sabrosa y generosa. Sus sándwiches, envueltos en papel como en los viejos almacenes, son una vuelta al pasado y un homenaje al presente. La fama de este parador ha crecido tanto que algunos camioneros aseguran desviarse kilómetros solo para parar ahí.
Si de íconos hablamos, no puede faltar el legendario parador de Balcarce, reconocido por su descomunal “sánguche bestia” de jamón crudo y queso. De medio metro de largo y cargado con 250 gramos de cada ingrediente, se ha ganado un lugar en el corazón –y en el estómago– de los viajeros. Fundado en 1937, es un clásico que combina tradición y sabor en un entorno que invita a quedarse un rato más. Su estructura se reconoce fácilmente gracias a una gran lata de gaseosa en el frente, justo en la rotonda que une las rutas 55 y 226.
Más al sur, casi al borde del fin del mundo, La Unión de Tolhuin en Tierra del Fuego se ha convertido en una parada obligatoria para quienes recorren la isla. Este lugar no solo ofrece sándwiches memorables, sino también una panadería de calidad excepcional. Sus vitrinas muestran el trabajo artesanal de maestros panaderos que preparan todo a la vista. Emilio Sáez, su dueño, se enorgullece de recibir miles de visitantes cada fin de semana y no duda en regalar yerba y agua caliente para que nadie siga viaje sin un buen mate en mano.
Por último, en el corazón de las sierras cordobesas, Lo de Ghedin marca la diferencia. Situado en el acceso a Unquillo, este parador lleva el sándwich a un nivel gourmet. Sus propuestas se destacan por el uso de fiambres regionales de primera calidad, quesos artesanales y panes caseros. Hay opciones para todos los gustos, pero el de crudo y brie con rúcula y aceite de oliva se lleva los aplausos. Como frutilla del postre, en una de sus mesas almorzó el mismísimo Lionel Scaloni, hecho que hoy es motivo de orgullo y anécdota permanente.
Estos cinco paradores no solo ofrecen buenos sándwiches: son refugios emocionales en plena ruta, donde se mezclan las historias, la tradición y el sabor. Son lugares donde el tiempo se detiene y el viaje se saborea con calma. Cada uno con su estilo, pero todos con la misma premisa: hacer del camino una experiencia inolvidable.
Así, la ruta deja de ser solo un trayecto para convertirse en un recorrido lleno de descubrimientos gastronómicos. A veces, lo mejor del viaje no está en el destino, sino en las paradas que hacemos en el camino.
Y si alguna vez estás al volante cruzando la Argentina, no lo dudes: desviarte unos kilómetros puede llevarte directo al mejor sándwich de tu vida.