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Jueves 25 de Diciembre, Neuquén, Argentina
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Las reuniones de fin de año y todo lo que nadie se anima a decir

Son obligatorias, emotivas y muchas veces incómodas. Las cenas de fin de año reúnen a la familia… y también a todo lo que se evita durante el resto del año.

Por Redacción

Jueves, 25 de diciembre de 2025 a las 17:52
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Hay una verdad que se repite cada diciembre y que casi nadie admite en voz alta: las reuniones familiares de fin de año no siempre se esperan con alegría. Se esperan con cansancio, con ansiedad, con una mezcla incómoda de culpa y obligación. Se espera porque “hay que estar”, porque “es la familia”, porque “una vez al año no cuesta nada”. Pero cuesta. Y mucho más de lo que se dice.

El mandato de sentarse a la mesa

Diciembre trae un mandato silencioso pero firme: cerrar el año en familia. Como si sentarse alrededor de una mesa pudiera, por arte de magia, ordenar lo que estuvo desordenado todo el año. Como si un brindis alcanzara para tapar discusiones pendientes, ausencias que duelen o vínculos que se enfriaron.

Las reuniones se organizan con semanas de anticipación. Se discute quién cocina, quién trae qué, a qué hora hay que llegar. Pero nadie discute lo verdaderamente importante: cómo está cada uno. Qué carga trae. Qué heridas siguen abiertas.

Sonrisas ensayadas y conversaciones evitadas

En muchas mesas hay risas, sí. Pero también hay silencios densos. Hay temas que se esquivan con una habilidad casi profesional: política, dinero, decisiones personales, separaciones, fracasos, miedos. Se habla del clima, del tránsito, de algún proyecto futuro dicho al pasar. Todo para no incomodar. Todo para que la noche “salga bien”.

El problema es que salga bien no siempre significa que sea sincera.

Hay quien llega con la sensación de no haber cumplido las expectativas familiares. Quien siente que siempre tiene que justificar sus elecciones. Quien carga con la etiqueta del que “no logró lo que se esperaba”. Y también está el que parece tenerlo todo, pero igual se sienta con un nudo en el pecho.

El cansancio de fingir que está todo bien

Diciembre no solo cansa por el calor o por el trabajo. Cansa emocionalmente. Porque obliga a hacer balances. Porque pone el foco en lo que falta. Porque enfrenta a las personas con una versión de sí mismas que no siempre les gusta.

Las reuniones familiares funcionan como un escenario donde todos actúan un papel conocido. El responsable. El rebelde. El exitoso. El que siempre tiene problemas. Roles que se repiten año tras año, aunque la vida real haya cambiado.

Y ahí está el conflicto: cuando la persona ya no encaja en el personaje que la familia espera.

Los ausentes que también se sientan

En cada reunión hay sillas vacías. Personas que ya no están. O que están, pero lejos. Padres que faltan. Hermanos con los que no se habla. Vínculos rotos que nadie sabe bien cómo recomponer.

Esos ausentes pesan. A veces más que los presentes. Se notan en los brindis que se hacen rápido, en las miradas que esquivan un nombre, en los silencios que aparecen de golpe.

¿Y si no fuera obligatorio disfrutar?

Tal vez el mayor problema de las reuniones de fin de año sea la exigencia de que sean felices. De que sean perfectas. De que todos estén bien. Como si no hubiera lugar para el cansancio, la tristeza o la contradicción.

¿Y si estuviera bien admitir que no todos llegan enteros a diciembre?
¿Y si no hiciera falta resolver todo en una noche?
¿Y si el verdadero gesto fuera simplemente respetar cómo llega cada uno?

El valor de lo imperfecto

A pesar de todo, las reuniones siguen existiendo. Porque también hay algo real en ellas. Un abrazo que sorprende. Una charla que, por un rato, baja la guardia. Un momento breve pero sincero en el que alguien se anima a decir “este año me costó”.

Tal vez no se trate de amar las reuniones familiares. Tal vez se trate de dejarlas de idealizar. De aceptar que son lo que son: encuentros cargados de historia, emociones mezcladas y verdades a medias.

Y quizás, solo quizás, el brindis más honesto de fin de año no sea por lo que viene, sino por haber sobrevivido al año. Con lo que se pudo. Como se pudo. Y sin tener que fingir tanto.

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