El silencio de Neuquén: la alerta del gremio

Se necesitaron seis accidentes fatales para que el gremio reaccionara. Nación y Provincia solo declaman.
miércoles, 20 de marzo de 2019 · 11:48

Para reactivar la industria se necesitó consenso de varios sectores de la actividad económica y política. Durante el 2016 el gobierno nacional trabajó en la construcción de un modelo de crecimiento gradual que concluyó a principio del 2017 con la firma de la famosa adenda, donde el gremio accedió a resignar algunos “beneficios” a cambio de incrementar el empleo y el desarrollo de Vaca Muerta.

La administración Macri debió instrumentar la famosa resolución 46/17 para otorgar “subsidios escalonados” a una industria acostumbrada a vivir del Estado. A estos dos elementos le faltaba el condimento de otorgar facilidades para la importación de maquinaria usadas, lo que se concretó con la firma del decreto 629/17. Con estos instrumentos, la famosa Vaca Muerta comenzó a dar señales de reactivación y a perjudicar lentamente al sector de las PyMES que debían competir con el valor de maquinarias “usadas”.

La provincia celebraba el ingreso de regalías y aprovechaba para vender las bondades de un modelo de gestión que jamás contempló la seguridad de los trabajadores, el impacto ambiental o la reconversión del motor de las economías locales. El rol fue y hasta ahora es recaudar, pero sin controlar ni legislar sobre nuevos instrumentos financieros y jurídicos que posibiliten el desarrollo tecnológico e industrial de la formación estrella.

El fatal accidente que sufrió Marcelino Sajama el pasado lunes 18 en cercanías de Rincón de los Sauces fue el sexto desde que se instrumentó la adenda. Cesar Poo en febrero, Matías Sanchez en Mayo, Miguel Angel Fernández y Daniel Torres en Agosto y Mauricio Segura en Noviembre fueron las víctimas de un crecimiento desordenado. Cuando en agosto del año pasado, Daniel Torres murió por quemaduras sufridas en un yacimiento de Añelo, sectores del gremio petrolero comenzaron a inquietarse.

En noviembre un importante delegado sindical comentó que era “necesario realizar una autocrítica porque no estamos cumpliendo con el objetivo de cuidar la gente y el trabajo”. El comentario cayo en el olvido y las líneas de base comenzaron a movilizarse conformando grupos de whatsapp, perfiles en redes sociales y compartiendo información sobre las actividades en los yacimientos.

Los mensajes, audios y videos circularon por las redes debiendo las empresas implementar nuevas normativas de “confidencialidad” dentro de los campos con la intención de cuidar los costados más vulnerables de la industria: “la empatía con su propia gente”.

Cuando miramos las estadísticas y los gráficos podemos inferir que antes no existían tantos accidentes por la falta de actividad. En términos cuantitativos, es real que a mayor actividad existe mayor riesgo de tener accidentes. Pero esta explicación no resuelve el problema, sino todo lo contrario, confirma la necesidad de “invertir” en seguridad resguardando la integridad física y psicológica del trabajador y su familia.


Hoy en día, cargando sobre sus espaldas el sexto fallecido de los últimos 12 meses, y con el magro resultado de una adenda entre el Gobierno Nacional y la industria, el líder petrolero debió llamar a un paro de 24 horas como señal de “alerta”.

La medida de fuerza tiene principalmente impacto directo en los 46 equipos de perforación y los 18 set de fractura distribuidos en la cuenca con un alcance del 90% de los trabajadores de la industria. La pérdida económica es del orden de los U$D 4 millones/día, pero en términos políticos la decisión gremial significa una “señal de alerta” al empresariado y al gobierno.

Para tomar una real dimensión, estos valores se deben analizarse dentro del contexto de inversión anual que realiza la industria en la Provincia. Según los datos de un representante de una operadora, la actividad petrolera invierte más de U$D 5.500 millones anual para el desarrollo de Vaca Muerta.

En este sentido, para intentar dar una brisa de calma a una sociedad angustiada, y obtener el cambio de régimen solicitado por el gremio como permuta a los fatales accidentes en los campos, se convocó nuevamente a la “famosa y multitudinaria” mesa de Vaca Muerta -a más de 1200 km de distancia del epicentro y la tormenta- sin mayores resultados y con el amargo sentimiento que a Neuquén le contestaron igual que al ministro de economía del radicalismo en 1989,  Dr. Juan C. Pugliese: “les hable con el corazón y me respondieron con el bolsillo”.

La esperanza de Vaca Muerta es la esperanza del país. Pero también debe ser la esperanza de vida. Confiemos que en algún momento el trabajador sea el centro de la discusión, sin hablar de la recaudación, inversión, producción o competitividad interna. Confiemos que algún día la familia podrá sentirse segura y confiada de tener un sistema que protege al trabajador en el ámbito laboral; y no como hoy, que está más cerca de identificarse como una picadora de carne que como un sector serio y consiente de los riesgos laborales.

Por Raúl Oscar Vila

20/03/19

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