HISTORIA DE UNA ANECDOTA

El ladrón traficante y el arma que duerme en el arroyo Durán

Un asalto a una despensa, una corrida, y un arma que brilló fugazmente en el principio de la noche.
domingo, 24 de mayo de 2020 · 10:29

El hombre fue despojado de sus pertenencias. Estaba en su comercio de la calle Uspallata, en Neuquén, y otro hombre ingresó abruptamente por la puerta, lo amenazó con un arma reluciente bajo la luz de las primeras luminarias encendidas en la tarde, y se fue corriendo. El hombre, con las piernas temblando, atinó a darse cuenta que podía llamar por teléfono, y eso hizo, comunicándose con la policía.

Eran las seis de la tarde ya oscura en el otoño, y los policías llegaron al comercio y escucharon al asaltado. Con la descripción del sujeto salieron a los pocos minutos, y no pasó mucho cuando vieron a una persona con las características descriptas, la ropa, la altura, los rasgos de una cara que pretendía seguir imperturbable.

Apenas se acercó el patrullero, y los policías descendieron en un concierto de sirenas y luces, el hombre apuntó con el arma reluciente, lo pensó mejor, dio la vuelta y empezó a correr por la orilla del arroyo Durán, a la altura de la calle Gatica. Los uniformados, ya persiguiéndolo, vieron como esa cosa que brillaba y era un arma era arrojada a las aguas del canal. Como una pequeña estrella fugaz, describió un arco contra la oscuridad y se sumergió tras un pequeño chapoteo.

El hombre se dio cuenta de lo inútil de la huída. No había cómo. Los policías lo sujetaron entre improperios. Uno de los uniformados llegó, sin aliento, al lugar, con dos envoltorios que vio habían sido arrojados en la carrera. Le buscaron entre las ropas al aprehendido, y encontraron otros dos. Tenían marihuana. Poco más de 100 gramos. El hombre que había asaltado al comerciante también era distribuidor de droga, de esos que andan por los barrios en el trato a pequeña escala.

Ese sábado 23 a la noche los policías echaron un vistazo e hicieron un primer rastrillaje en el canal, buscando el arma que había sido arrojada. Este domingo siguieron, sin éxito, con la búsqueda. Allí ha quedado, tal vez para siempre, ese instrumento del horror que prolifera en los sórdidos pasillos del crimen neuquino. Oculto bajo las aguas poco claras del Durán.

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