Matías Rosales tenía 35 años, un hijo de 11, había formado parte de la organización Ni Un Pibe Menos por la Droga y, junto su novia, viajaban de mochileros por Latinoamérica. Estaba lleno de sueños. Pero lamentablemente se truncaron en Oruro, Bolivia, donde lo asesinaron de una puñalada en el pecho. El joven neuquino fue trasladado a un hospital, pero agonizó en la puerta porque no lo quisieron atender. Semejante crueldad desató el espanto, la angustia y la indignación.
Esta mañana, en su viaje rumbo a Bolivia, la mamá de Matías, Carina, habló con medios y presa del dolor desgarrador narró que su hijo “había llegado a Oruro un día antes”. Dijo que “estaba tomando mate con su novia en la vereda cuándo se acercó un colombiano, charlaron un rato y se fue”. A las dos horas “volvió nervioso y lo invitó a comprar a una despensa que estaba cerca”. Matías volvió con una gaseosa abajo del brazo y se desmayó en la puerta del hotel, adelante de su novia. Había sido apuñalado. Se dice que el colombiano se hospedaba en el mismo hotel que los argentinos.
El destrato hacia su hijo fue terrible. Carina contó que el chofer de la ambulancia lo discriminó y dijo que “por algo le había pasado” y que “estos argentinos vienen acá a hacer quilombo”. No hubo reciprocidad. En la Argentina, los bolivianos acceden a la salud en forma gratuita; pero a Matías le negaron atención.
“Nadie le hizo RCP, ni en la ambulancia ni en el hospital, lo dejaron en la vereda tirado y ahí se murió”, lamentó la madre y afirmó que un médico y dos enfermeros le dijeron a Florencia, su novia, que no iban a poder atenderlo.
El cuerpo de Matías espera la autopsia en la morgue y la embajada argentina, dicen, trabaja para ayudar a la familia. Se dijo, además, que un canal de TV boliviano lo mostró a Matías agonizando mientras su novia reclamaba asistencia. “Nos negaron un teléfono para llamar asistencia, nos trataron de drogadictos cuándo no consumimos nada, nos dijeron que no había ambulancias y hay tres”, gritó Florencia ante las cámaras.
Se dice que el colombiano perpetró el homicidio “en ocasión de robo” y que pretendía robarles el dinero que tenían para comprar los pasajes a Chile, el último destino antes del regreso a Neuquén. Matías había formado parte de los talleres en la Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAAC) del barrio Confluencia de Neuquén, donde dio talleres de guitarra y batucada. Hoy se lo llora